Era hoy. El momento por fin había llegado.Sentada en una sala de entrevistas especial, en el Centro de Detenciones de Tokio, Matsushita Yui observaba con calma al vacío, y esperaba.La puerta, de color plata, metalizada, se abrió. —Buenos días, señora Matsushita. Lamento mucho haberme tardado… pero los de afuera son bastante especiales cuando se trata de invitados —se anunció el recién llegadoMinato, con un par de vasos de papel entre manos, y un bolso a cuestas, entró, cerró, y camino. Él hablaba de forma amistosa, sin ninguna clase de coerción, ni nada parecido. Al llegar a la mesa que estaba al centro, dejó los vasos sobre la plancha metálica, jaló la silla libre y se sentó, justo frente a aquella mujer.Viajó en tren desde su trabajo en Bunkyo, y fueron casi cincuenta minutos hasta aquí, en Ka
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