KEANESu lengua entraba en la boca de su compañera con un hambre cegadora. No tenía ni la menor idea de que un beso podía hacerle sentir así, sólo de tocarla, todo el dolor de su cuerpo parecía desaparecer por arte de magia dejando paso a la calma, a la satisfacción y al más puro placer.Ya había notado antes que estar con ella le calmaba pero, además, resultaba ser el mejor remedio a sus problemas. No podía parar de besarla y emborracharse de ese nuevo y desconocido sabor, pasaba por su paladar una y otra vez, tanteando esa sensible zona, despertando tanto su deseo como el de la loba. Su boca era tan dulce, embriagadora y hechizante, más incluso que su olor.“Más, querer mucho más. Querer tenerla”, clama el lobo con urgencia e impaciencia.“Ya lo estamos haciendo”, responde Keane sin perder el hilo del beso y profundizándolo to
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