AMYBETHEl día avanzaba con rapidez y pausada armonía en el tranquilo lago Korias. Lejos de la manada, la doctora sentía como si estuvieran en otro universo, uno sin preocupaciones que le otorgaba el inusual capricho de inundar su cabeza de inacabables pensamientos sobre su imponente compañero.Era extraño, pero bajo el abrigo del plácido lago, la historia de ella con su alfa le resultaba un poco menos disparatada que en Fergus. Quizás, era algo tan simple como que sabía que nadie les iba a reconocer allí. No habría susurros por lo bajo al pasar por su lado, ni comentarios con segundas intenciones, ni tampoco miradas de reojo desde la distancia. Nadie iba a molestarles. Nadie iba a preguntarle cómo había acabado con un alfa. No, un alfa no, su alfa, su alfa de verdad…Después de dos intensos y ajetreados días junto a él, Beth empezaba a ver las cosas c
KEANE—Dime Amara, ¿qué dirección prefieres? —le pregunta el alfa a su compañera mientras ambos se desnudan despacio—. Cualquiera menos el este, el señor Perks ya nos advirtió de los cazadores…Iban a dejar su ropa en la casa y salir a hacer una pequeña ruta con tranquilidad ahora que los ánimos ya estaban mucho mejor.Había sido duro ver a su compañera de ese modo, tan abatida, triste y angustiada, pero lo único que podía hacer el alfa por ella era mostrarle su apoyo. Sabía que en algún momento volvería a tener alguna pequeña recaída, pero después de hablar con su hermana, parecía mucho más sosegada, animada y comprometida.“Hoy hacerle olvidar a Amara todos sus miedos”, le promete el lobo.“Cuento contigo”, le responde Keane a su otra mitad.Tenía
KEANE(A la mañana siguiente)El sonido de los pájaros piando a través de la ventana despiertan a Keane de su agradable sueño. El imponente y atractivo alfa bosteza, suspira y se gira quedándose boca arriba mientras se rasca la tripa con pereza. Firmaría en ese mismo momento para que todas las mañanas en su vida a partir de ahora, fueran como esa.Plácidas, cálidas y sin demasiadas preocupaciones. Pero no eran más que una ilusión pasajera pues la vida de un alfa estaba bastante lejos de ser así.De pronto, y por completa sorpresa, una cálida boca atrapa su erección mañanera y empieza a succionarle con entusiasmo.“¡Sííííí!”, sisea su lobo con ferviente entusiasmo. “¡Amara saber bien cómo cuidar de nosotros!”, susurra el lobo en su interior con emoción por empeza
KEANE(Douen. Dos días más tarde)El alfa aparca su furgoneta azul, y tanto él como Amybeth, salen del coche para entrar en los juzgados de Douen dónde el juicio iba a tomar lugar.El cielo estaba todo gris y apagado augurando que la de ese día, iba a ser una jornada dura y fatigante.—¿Te han dicho algo más? —le pregunta Keane a su única mientras la mira de reojo una vez pasado el control para comprobar que no llevaban nada peligroso o dañino encima.El consejo de los Nocturnos les habían dado instrucciones muy claras a cada uno de ellos.—No, sólo que me darán unas pruebas a leer y tengo que dar mi opinión como experta, nada más —le responde con el rostro muy serio.Él tampoco tenía que declarar de nuevo a no ser que alguien lo pidiera, pero tenía que estar allí por si acaso.
AMYBETHLa doctora miraba el vaso de plástico lleno de chocolate caliente ensimismada en todo lo que había oído dentro de la sala. Al salir, y mientras esperaban la sentencia, había sentido un extraño frío en su interior, y por eso, había decidido que quizás un poco de chocolate caliente le haría bien, eso y por supuesto, la compañía de su Amara, pero Keane se encontraba haciendo su trabajo y no podía ser molestado en esos momentos.No podía creerse lo ciega que había estado con Denis, tan siquiera le reconocía, ¿quién era aquel de la grada? ¿Quién demonios era ese tipo cuyo desprecio por los demás tan siquiera dejaba verle más allá? No su pupilo, eso lo sabía. Y sí, siempre había tenido inquietudes un tanto turbias, pero en ese entonces, no eran dañinas, o eso pensaba Amybeth.Hab&i
AMYBETHTodos se encontraban ya en el hotel donde la manada de Douen les había permitido hospedarse de forma gratuita. Keane llevaba desde la salida de los juzgados haciendo llamadas de aquí para allá, ultimando los detalles para el segundo juicio, y Amybeth tenía poca cosa con la que entretenerse, así que había decidido ir a cenar pronto.Mientras va buscando la comida que más le apetecía probar en el delicioso buffet que con tanta amabilidad les habían preparado, ve al alfa de Montigraus sentado solo y ya devorando su cena.“Podría ir a hablar con él un rato…”, murmura la doctora para sus adentros.Lo cierto es que tenía mucha curiosidad por la descendencia del corpulento lobo y era una forma como otra de aprovechar el tiempo mientras esperaba a que su Amara volviera a reunirse con ella.Decidida, se acerca a su mesa y le saluda con formalidad.<
KEANELas palabras de Blake le habían sentado como una patada en el estómago.Ahora que su estado de ánimo ya estaba bien, que su cuerpo volvía a estar más o menos en equilibrio, que su querida y buscada Amara parecía haberle aceptado y que el resultado del temible juicio había sido también satisfactorio, Keane creía que venía una merecida y necesitada época de paz… pero no… nada más lejos de la realidad…¿Por qué narices no paraban de ocurrir cosas a su alrededor? ¿Por qué?—¿Cómo que Trish ha renunciado? ¿Y por qué demonios no me lo has dicho antes? —cuestiona Keane sulfurado y sin todavía poder creérselo.—Por qué me lo ha dicho hoy mismo al terminar —le contesta Blake frustrado y haciendo una mueca que por un instante transforma su apuesto ro
AMYBETH(Unos días más tarde)La loba se despierta en la cama de su compañero completamente sola. Despacio, y sin prisas, sube sus brazos por encima de la cabeza estirando su cuerpo, y en ese preciso instante, oye el ruido del agua correr en el piso de abajo y sonríe. Su cuidadoso Amara se estaba duchando en el otro baño para así no molestarla y dejarla descansar un poco más.Keane llevaba unos días bajo de ánimos y bastante preocupado, pero Beth desconocía la causa exacta, sin embargo, y aunque él no lo hubiera mencionado de forma específica, sospechaba que tenía algo que ver con las muy repentinas vacaciones de la omega Myers. Pensaba que quizás se habían discutido, o algún mal entendido había surgido entre ellos, no obstante, no se atrevía a preguntar ya que los asuntos de los cargos tampoco le concernían, y si él no quer