Es un hermoso sábado, eso no lo podemos discutir. Es por eso por lo que, con mi pequeña hija, hemos pensado en venir a pasarlo a la playa. Hemos invitado a Valeria, quien se ve un poco más alegre que los días anteriores, ríe y juega con Sol, pero sus ojos siguen teniendo esa tristeza implícita que marca el sufrimiento de su alma.Solo me queda pensar que mi pequeño Sol le da algo de su luz a esa mujer que se me está volviendo indispensable. Verlas de esa manera me hace sentir ansioso, pensando en cómo sería mi vida si Valeria aceptara ser mi mujer por el resto de nuestras vidas.- ¡Papi, mira lo que encontramos! – Sol me saca de mis pensamientos con una expresión emocionada, trae algo entre sus manos -.- ¿Qué es, Solecito? – me acerco a ella y me muestra una concha de caracol, tiene un color azul oscuro y se degrada a blanco, casi cubre su manito -. Pero
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