Tres años después… —Nena, no me hagas esto. —susurraba agitado Peter.— ¿No entiendo? —en un resuello María—. Eres el que insiste siempre que debes salir al campo, sabiendo que te quedas a mitad de camino, en una minúscula lomita. —mirándolo desde arriba en la cima, resoplar por no poder alcanzarla—. La verdad no entiendo il mio diavolo[1].—Pues, veras, il mio amore selvaggio[2], —mirándola con frustración—, pero, esto se ha convertido en una competencia salvaje entre tú y yo, por estos años. Tú intentas ganarme, yo intento vencerte, y nos volvimos ambos en unos putos sádicos compitiendo por quien es el mejor.—Pero, —suspiro—, es incomprensible, el que sigas insistiendo, que puedes ganarme en ciclo monta&
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