Eredi
— ¿Estas son tus horas de llegada? Quiero la verdad, Bárbara, no me hagas llegar a extremos, ¿Me estás engañando o qué? Porque no voy a tolerar ser la burla delante de todo el mundo aunque esto sea solo un matrimonio por contrato — ruedo los ojos escuchando el mismo tema de la pelea pasada.
— ¿Otra vez con tu inseguridad? No te estoy poniendo los jodidos cuernos, Milán, entenderlo ya.
— ¡¿Entonces explícame por qué llegas a estas horas?! — me grita levantándose del sofá.
— ¡No eres mi padre para que me estés gritando y reclamando cosas, carajo! — camino al baño y me sigue.
— ¿Te atreves a levantarme la voz? Estás muy mal, Bárbara, no sabes con quien te metes, eh — lo miro por el reflejo del espejo, me volteo a encararlo.
— Oh, yo sé con quién me estoy metiendo, lo sé muy bien pero te crees muy hombrecito como para usar tu posición y poder, ¿Verdad?
Su cercanía me pone de los nervios y su poste de enojado me prende y no debería de ser así, no debería verse tan jodidamente bien enojado.
— El del dinero aquí, soy yo y sé que si no controla esa boquita que tienes, pagarás las consecuencias — sus palabras me encienden la rabia acumulada.
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