UN CONTRATO PARA STELLA.
La expresión de su rostro hizo que se me helara la sangre...
Se me acercó y extendió su brazo hacía mi, para entregarme la hoja doblada que sostenía.
Desconcertada, tome la hoja y la abrí, quedándome perpleja con los que estaban leyendo mis ojos.
-Dime ahora mismo quien es el padre-Exigió con un tono brusco y demandante-Y espero que pienses muy bien tu respuesta.
Me apresuré a negar con la cabeza.
No creía en lo absoluto lo que decía aquél papel, no podía estar embarazada.
Y en el caso de estarlo, no me explicaba como él podía estar haciendo esa clase de pregunta.
Él, que había sido el primero y el único, eso en verdad me dolía, me quemaba.
-Dilo Stella, ¿Quién es el padre?-Insistió de nuevo, cerrando sus párpados y apretando los puños.
Mis lágrimas escaparon sin previo aviso, como resultado de su cruel desconfianza.
Abrió de nuevo sus ojos y volvió a mirarme... lo hizo con tanto resentimiento que se me escapó un sollozo.
-¡Habla!-Exclamó él, ahora alzando la voz.
-Tu...-Mis labios se movieron por si solos y las comisuras de los suyos se fruncieron por una amarga y desfigurada sonrisa.
-¿Acaso me ves cara de estúpido?
-Tu haz sido el único hombre en mi vida.
-Mientes...
-Lo juro Salvatore.
-¡Mientes!-Repitió con brusquedad-Sabes perfectamente que no puedo tener hijos.
-Yo...
-¡Ya basta!,-Rugió-No quiero escucharte.
-Por favor...-Mi voz se quebró.
-Quiero que te vayas de mi casa.
Sentí mi rostro palidecer cuando terminó de pronunciar esa frase.
-Salvatore, no me hagas esto-Me salió un hilo de voz-Por favor.
Las piernas me temblaron y estuve a punto de caer delante de él, pero me sostuvo antes de que mis rodillas tocaran el suelo.
-Tienes hasta mañana para recoger tus cosas y lárgate de aquí.
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