Enamorándome de lo prohibido
Ya faltaba poco, las agujas del reloj se movían de manera lenta lo cual me hacía perder el control, me ponía nerviosa sentirme prisionera entre cuatro paredes, el aire me faltaba y al ver sus ojos posados en los míos me inquietaba bastante. No podía evitarlo, aquellos ojos en un momento dado me hubieran hecho perder la razón, el tiempo, el dolor… pero hoy son el causante de mi sufrimiento.
No era la persona con más suerte en el mundo, porque cuando mamá dejó este mundo para siempre, me sentí profundamente sola. Mi madre me había dejado sola a la edad de cinco años. Pero un día como si nada apareció. Bajando de un lujoso auto, mientras un camión de mudanza lo seguía. Aquel niño de cabello pelinegro, me había cautivado desde el primer momento que lo vi. Desde ese entonces no nos separamos por ningún motivo, aunque sintiera el rechazó y desagrado de su familia.
¿Él? Él fue el único que pudo llenar aquél hueco que había quedado en mi corazón. Como si un amor pudiera ser remplazado por otro.
No era la chica más atractiva del mundo, ni contaba con riquezas que pudieran llamarle la atención, no fue así. Pero aun así él me decía que yo era lo más importante en su vida, y ni la inferioridad de mi cuna, o la falta de experiencia le harían cambiar de opinión.
Por un momento le creí. Creí cada una de sus palabras, que luego se transformaron en crueles mentiras.
Cuando pensé en rendirme, conocí a un extraño chico, que sacó mi lado más salvaje. Me hizo creer que quizá no era tarde para confiar en otro nuevamente, pero algo en sus ojos me inquietaba tremendamente.
Como si escondiera un oscuro secreto
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