La boda que nunca soné
Javier García y yo llevábamos tres años juntos, pero nunca mostró interés en casarse conmigo. De repente, cayó rendido ante los encantos de mi hermanastra y empezó a perseguirla sin disimulo. A diferencia de otras veces, cuando solía ahogarme en lágrimas y aguardar pacientemente su regreso, esta ocasión fue distinta. Me desprendí de cada uno de sus obsequios y convertí en jirones aquel vestido de novia que había adquirido a escondidas, soñando con nuestro futuro.
Decidí marcharme de Puerto Céfiro el mismo día de su cumpleaños, completamente sola. Momentos antes de embarcar, recibí su mensaje en WhatsApp preguntando por mi ausencia, diciendo que todos me esperaban. Esbocé una sonrisa mientras lo bloqueaba de todas mis redes y contactos. Él ignoraba que, dos semanas atrás, había aceptado convertirme en la esposa de Samuel Torres, quien había sido mi compañero en la universidad. Mi plan era simple: al llegar a mi nuevo destino, celebraríamos nuestra boda.
841 leídosCompleted