El Hijo de Vicenzo
—Señor Sanlúcar, —su asistente titubeo, —Usted no puede solicitar una cita en el registro civil
Apenas escuchó aquella negativa, dejó los documentos que revisaba y alzó la vista, su verdes iris destellaron con irritabilidad esperando que su asistente explicara; ¿Por qué razón, alguien le negaría una cita en el registro civil para su boda con la mujer que él había escogido?
Toda orden era cumplida por el hombre más poderoso de Chicago.
Ella, Maggie, coloco en la mesa un acta de matrimonio, la cual Vicenzo no observó. Él requería respuestas no quería documentos. Su asistente era algo torpe y no encontraba las palabras exactas para darle la noticia, trago saliva y sintió las piernas temblarle como si ella fuera la culpable o la ineficiente.
—Es… es, que usted ya está… casado Señor …
Vicenzo se dejó caer pesadamente sobre el respaldo de su cómoda silla giratoria, tomó el papel en sus manos, observó con detalle la firma, analizó cada línea y cada punto, si, efectivamente en sus manos había un acta de matrimonio que él no recordaba haber firmado, o que él no lo había hecho, esbozó una sonrisa, le encantaría recordar el rostro de su esposa… Helen
—Búsquenla, Deseo conocer a la señora Sanlúcar
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