Desaparecí Cuando Mi Pareja Eligió al Hijo de Su Ex
Ana, mi mejor amiga, siempre sintió pena por mí. Sabía que llevaba ocho años enamorada de Teo en silencio.
Así que, cuando nuestros lobos se reconocieron como parejas, Ana decidió tomar cartas en el asunto. Me dio una hierba que intensificaba las feromonas y me empujó hacia la cama de Teo.
Teo, cegado por el instinto y embriagado por mi aroma, me reclamó con una pasión casi salvaje.
A la mañana siguiente, Teo, con una frialdad que me heló la sangre, aceptó llevar a cabo la ceremonia de marcaje.
Después de eso, no pasó mucho tiempo antes de que se alejara de mí. Me dijo que tenía que atender asuntos en las manadas europeas, y se fue así, sin más. Estuvo fuera por cinco años.
Durante todo ese tiempo, crie sola a nuestro hijo, Alejandro. Me aferré a la esperanza de que, algún día, Teo volvería. Pero jamás lo hizo. Cuando le pregunté por qué no regresaba, lo único que me dijo fue:
—No me gustan los cachorros.
Hasta que en la fiesta de cumpleaños de Alejandro, vi un video en el que alguien le preguntaba:
—Teo, ¿cuál ha sido el momento más feliz de tu vida?
Él respondió sin pensarlo, casi con indiferencia:
—Fue la semana pasada, en Europa. Después de acostar a Marcos, llevé a Sara a la mesa del comedor...
Entre silbidos y aplausos, sentí cómo se me helaban las manos y los pies.
Sara era su exnovia, y Marcos era el hijo de su exnovia.
Los rumores eran ciertos. Llevaba cinco años viviendo con ellos en Europa.
Con el corazón hecho pedazos, presenté la solicitud de disolución del vínculo ante el Consejo Alfa, y me fui de América del Norte con mi hijo, borrando nuestro registro de la manada.