Capítulo 83
—Sabías que ella está débil de salud, tú…

Antes de que terminara de hablar, yo respondí:

—¡Apresúrese, llévala al hospital! ¡No vaya a ser que llegue tarde y ya no haya solución!

David no esperaba que, además de no sentirme culpable, actuara de esa manera. Después de mirarme con una profunda decepción, levantó a Luna y se fue apresuradamente.

Cuando se alejaron, mi orgulloso profesor me miró con una sonrisa.

—Mira que tienes los ojos bastante grandes, ¿cómo es que eres tan ciega?

—…

No podía negar eso, ¡sí fui ciega!

—Recuerdo que te lo advertí, ¿qué dijiste entonces?

—Ay, que nuestro amor era verdadero, que él me amaría toda la vida. ¡Profesor, solo tienes que esperar a ver lo feliz que seré!

—…

—¿Y esto es lo que me muestras como felicidad? ¡Vaya felicidad la tuya!

Mi profesor se rio con sarcasmo y parecía que quería seguir regañándome, pero al ver mi mirada tan triste, no continuó.

—Está bien, cuando quieras, te presentaré a algunos hombres inteligentes y con buen gusto. Así no volv
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