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Capítulo uno. Vuelve a casa Hope

Vuelve a casa Hope

Seis años después…

Hope sonrió cuando miró a su hijo correr en su dirección, lamentaba no pasar tanto tiempo con él cómo le gustaría, pero ella tenía que sacar adelante el negocio que había emprendido con Chelsea, la chica que se convirtió en su mejor amiga apenas tocó suelo neoyorquino. Fue una verdadera bendición en medio de tanto dolor y desolación.

—No corras, cariño, vas a caerte —le dijo sin borrar la sonrisa de sus labios.

—¡Te eché de menos, mami! —gritó el pequeño rodeando el cuello de Hope.

—Y yo a ti, tesoro, no sabes cuánto —murmuró besando la mejilla del pequeño.

—Hoy la maestra me dio un diez y dos estrellas—comentó feliz—. ¿A qué soy genial? —preguntó.

Hope asintió, Matthew lo era todo para ella, su pequeño hijo de cinco años y tres meses, era su única razón para vivir. Fue él su motor para no hundirse cuando su matrimonio terminó y sus padres la echaron de casa.

La mujer trató de apartar aquellos recuerdos de su cabeza, habían pasado seis largos años y no debería doler, sin embargo, no podía evitar sentirse traicionada por quienes amaba. Primero Blake y luego sus padres…

—¿Piensan quedarse todo el tiempo ahí? —el grito hizo que Matthew se alejara de su madre y corriera a los brazos de James.

—¡Tío, tío, que bueno que viniste! —gritó el pequeño, James era el primo de Chelsea y contador de la agencia de viajes de la que Hope y su amiga eran dueñas.

—Jamás podía faltar a tu juego de fútbol, sé que es muy importante para ti —dijo el hombre revolviendo los cabellos color caramelo del pequeño.

—¡Eres el mejor tío que cualquier niño podría tener! —gritó entusiasmado.

—Soy el único tío que tienes —se burló James.

Matthew le sacó la lengua y corrió de regreso a donde sus compañeros esperaban a la orilla del campo.

—Gracias por venir, James —dijo Hope.

—Es un placer, sabes que adoro a tu hijo.

—Lo sé, tú y Chelsea son la única familia que él conoce —dijo con pesar.

—Y te aseguro que estamos encantados de ser parte de su vida, no te aflijas, Hope, olvida lo que te hace daño y piensa que lo mejor que te ha pasado en la vida es tener a Matthew.

Hope sonrió, sin embargo, ella no podía olvidar el pasado y menos olvidar a Blake Cameron, el responsable de su infelicidad y de que su hijo fuese repudiado y tratado como un hijo de nadie. Mientras él andaba de fiesta en fiesta y saltando de cama en cama…

La mujer alejó aquellos pensamientos de su cabeza, lo que Blake Cameron hiciera o no con su vida no debía importarle en lo más mínimo. Ellos ya no eran nada…

«Nada más que esposos» …

Hope apretó sus puños y se concentró en el partido de fútbol de Matthew. Ella gritó y apoyó a su pequeño hasta que su equipo metió el gol que le dio el triunfo. La excusa perfecta para ir a comer helados.

—¡Hemos ganado, así que me merezco un delicioso helado! —gritó de camino al auto.

—Hoy estoy de muy buen humor y puedo comprarte la heladería completa —bromeó James.

Matthew sonrió.

Hope pensó que era todo lo que su hijo había heredado de Blake, su sonrisa.

¡Gracias al cielo!, pensó.

El pequeño había heredado los genes maternos, su cabello acaramelado, el color de sus ojos, el color de su piel, todo era de ella, todo menos la sonrisa…

—¡Mamá! —llamó Matthew desde el asiento trasero del auto de James.

—Voy, cariño, voy… —respondió caminando al coche.

El trayecto a la tienda de helados fue corto, cerca del colegio de su hijo estaba la heladería favorita del pequeño, así que esto iba a ser rápido y sencillo.

—Quédense aquí, iré por el pedido —indicó James.

—¿Te has lavado las manos? —preguntó Hope al pequeño.

—Se me ha olvidado, ¿vienes conmigo?

—Claro, vamos.

Hope llevó al pequeño a los servicios, lo esperó afuera y volvieron a la mesa, para encontrarse con tres copas de helado de chocolate en la mesa.

—¡Mi favorito! —gritó Matthew antes de devorarse el helado.

Hope sonrió, pero de repente su felicidad se convirtió en tristeza, un dolor agudo le atravesó el corazón, la mujer elevó la mirada a James, el hombre parecía no darse cuenta de que algo sucedía hasta que la copa de helado resbaló de sus manos y se precipitó al piso.

—¿Hope? —llamó James.

La muchacha tembló, sus ojos se llenaron de lágrimas.

—¡Hope! —llamó el hombre asustado.

La mujer negó, se agachó para recoger el desastre que había ocasionado, pero el filo del cristal cortó su dedo. La sangre corrió, al mismo tiempo que la angustia se instalaba de nuevo en su pecho. Hope jamás se había sentido de esa manera ni siquiera la noche que lo perdió todo…

Hope llevó su mano sana a su rostro, lágrimas corrieron por sus mejillas ¡Estaba llorando!

 —No me asustes de esta manera —dijo James al verla petrificada.

—No puedo respirar —dijo.

 —Tranquila, respira Hope, ¡por Dios, respira!

 —¡No puedo! James, no puedo. —Las lágrimas continuaron sin poder evitarlas.

Su corazón dolía tanto y no había ninguna explicación.

—¡Mami! —la voz de Matthew le obligó a serenarse, no estaba sola y su hijo no podía verla así.

James sacó su pañuelo y cubrió la pequeña herida de su dedo para evitar que el pequeño viera la sangre en él.

—Estoy bien, cariño —dijo buscando respirar con normalidad.

—¿Qué pasó? —preguntó James.

—No lo sé, no puedo explicar lo que sentí…, fue horrible —dijo.

—Será mejor que vayamos a casa —indicó el hombre con preocupación.

—Tengo que volver a la oficina —refutó.

—Llamaré a Chelsea, le diré que se ocupe de lo que tenga que ocuparse. Tú necesitas un descanso —insistió y no le dio lugar a discusión.

Hope aceptó volver a casa, pero la sensación de dolor la persiguió durante todo el trayecto, no tenía ninguna lógica lo que había sucedido en la heladería.

—Llegamos —indicó el hombre.

—¿Volverás a la oficina? —preguntó Hope bajando del auto.

—Iré por Chelsea y estaré de regreso antes de que puedas extrañarme, bonita —le dijo guiñándole un ojo.

—Gracias, James.

—Estoy contigo Hope —aseguró el hombre antes de salir a la oficina.

Hope pasó el resto de la tarde con Matthew, ayudó al pequeño con su tarea, antes de bajar a la cocina y preparar la cena.

Ella no tenía empleada doméstica y no era por falta de dinero, pero había descubierto que su privacidad era lo más importante, sobre todo si alguien la reconocía como la esposa infiel del magnate Cameron.

Hope suspiró, se sentó a la mesa de la cocina para tomarse un café y tratar de no pensar en el pasado, pero era casi imposible. Sobre todo, porque no había visto a sus padres en muchos años. Su madre era la única que llamaba para preguntar por ella y el bebé, su padre jamás la perdonó y dudaba que alguna vez lo hiciera.

El sonido de su móvil la sacó de sus amargos pensamientos, se puso de pie para cogerlo y respondió:

—Aló.

—Hope

—¿Mamá? —preguntó para estar segura de que se trataba de ella, el número de la llamada era desconocido.

—¡Hope!

La voz angustiada de su madre le dio un vuelco al corazón.

—Mamá, ¿Qué pasa? ¿Estás bien? —preguntó angustiada.

—No, no estoy bien, pero no soy yo, es tu padre, Hope.

La muchacha tuvo que sentarse de nuevo sobre la silla, porque sus piernas temblaron y amenazaban con ceder bajo su peso.

—¿Papá?

—Vuelve a casa Hope, es urgente, tu padre ha sufrido un derrame cerebral, los médicos no le dan muchas esperanzas…

Hope sintió que la tierra se abrió bajo sus pies, como fuera y sin importar lo que le había hecho cuando más lo necesitaba, Daniel Morgan era su padre…

La muchacha ni siquiera fue consciente de quién de las dos colgó la llamada, no supo si fue ella o su madre, ella se quedó de una pieza en la silla, mirando a la nada.

—¡Hope! —llamó Chelsea al entrar y mirarla en ese estado.

—Tengo que volver a Los Ángeles —musitó con lágrimas en los ojos.

—¿Qué?

—Mi padre, Chelsea, mi padre ha sufrido un derrame y los doctores no le dan muchas esperanzas.

—Hope…

—Tengo que volver, Chelsea, tengo que hacerlo…

Chelsea se mordió la lengua para no decir lo que pensaba de Daniel Morgan, en su lugar, llamó a James para que se hiciera cargo del viaje.

Hope estuvo en completo silencio, solo el calor del cuerpo de Matthew contra el suyo fue capaz de reconfortarla, las seis horas que duró el viaje, solo pudo pensar en todos los años que vivió lejos de su padre y la culpa no era de otro sino de Blake Cameron, ese hombre pasó de ser el amor de su vida a convertirse en una maldición.

—Hemos llegado —le susurró Chelsea moviendo su brazo para no asustarla, creyendo que Hope estaba dormida.

Hope abrió los ojos, se fijó en Matthew dormido sobre su pecho y esperó a que James le ayudara a cargarlo.

—Tengo que ir al hospital —dijo, apenas salieron del aeropuerto.

—James irá contigo, mientras yo me haré cargo de Matthew, no te preocupes por él —dijo Chelsea.

Hope asintió.

—Gracias —dijo.

—No hay nada que agradecer Hope, para esos son los amigos —indicó la chica.

Hope no respondió, luego de llevar a Chelsea y Matthew a un hotel, James la llevó al hospital donde su padre se encontraba internado.

Hope rogaba poder llegar a tiempo y encontrar a su padre con vida.

Sin embargo, al entrar a la sala de espera supo que jamás tendría una sola oportunidad de arreglar las cosas con su padre.

—¿Qué ha dicho usted? —preguntó Hilary al médico.

—Lo lamento, señora Morgan, pese a todos nuestros intentos, no pudimos hacer más por su esposo, el señor Daniel acaba de fallecer…

Un grito desgarrador llenó la sala de espera, Hope no supo si era ella o su madre la dueña de aquel lamento, solo fue consciente de aferrarse al cuerpo de la mujer mayor y llorar por lo que había perdido…

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