Capítulo59
¡Maldita sea!

Al pensar en eso, Andrés maldijo entre dientes, golpeó la puerta del coche y encendió un cigarrillo.

Damián, al ver esta escena, se asustó y no se atrevió a decir nada. Rara vez veía a su señor fumar, excepto durante el tiempo en que Selene falleció hace un año, cuando había mucho tabaco y alcohol, desolación y decadencia. Ahora, debido a esa mujer, había vuelto a encender un cigarrillo.

—¡Damián, necesito saber dónde está ella!

No podía permitirse perder a su mujer de nuevo.

—Sí, señor— respondió Damián.

Diez minutos después, obtuvo la última ubicación de Selene.

—Don Andrés, hace veinte minutos, la señorita Soto se dirigió a Municipio Ciruelo.

—Municipio Ciruelo?— Andrés frunció los labios ligeramente, pronunciando esas palabras con calma.

—Así es— asintió Damián.

Andrés ordenó fríamente:

—Reserva un billete para mí.

—Don Andrés, esta noche no hay más trenes hacia Municipio Ciruelo.

—¿Hay algún tren hacia una ciudad cercana?— preguntó.

Damián respondió honestamente:

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