Sammy sonrió, no podía hacer otra cosa cuando veía la tierra tan cerca.—¡Casi llegué! —gritó emocionada, golpeando el pecho de Darío, que se hundió un poco bajo su peso.—Casi llegaste, princesa —murmuró él, mirándola con aquellos ojos penetrantes que le aceleraron a Sammy el corazón—. ¡Vamos!La muchacha reunió sus últimas fuerzas a pataleó con él hasta la orilla. Fue la primera en salir, mientras Darío remolcaba las cosas que habían llevado, cuando un grito suyo lo hizo reaccionar.—¡Diabloooooo! —lo llamó y él corrió a su lado, como si ir a salvarle el trasero fuera algo elemental. Pero su tono estaba lejos de ser de miedo—. ¡Mira! ¡Un camino! ¡Es un camino! —gritó ella saltándole al cuello y enredando las piernas alrededor de su cintura—. ¡Es un camino!—¡Gracias a Dios! —murmuró él con alivio mientras la abrazaba de vuelta. Definitivamente era algo hecho por los hombres, así que no habían caído en un lugar completamente deshabitado.Regresó por la bolsa negra y se la echó a la e
—¿Lista princesa?A Sammy le había durado dos segundos la estupefacción porque iban a estar tres meses en aquel lugar antes de que llegara un alma a rescatarlos, pero de repente ese pedacito de ella que se estaba volviendo fuerte solo había asentido con firmeza.—No pasa nada… ¡No pasa nada! ¡Tres meses no son nada! —había sonreído con entereza—. Tenemos una casa, comida, agua, camas, ¡champú!... Solo son unas vacaciones exóticas, ¿cierto?En cualquier otro momento habría puesto el grito en el cielo, pero después de los días que acababan de pasar, a la intemperie, entre temporales, cuevas y arena, aquello le parecía una bendición.—Bueno, técnicamente todavía no tenemos luz ni agua —había respondido él, tratando de no sonreír de oreja a oreja porque ella parecía a punto de ir a la batalla y sin miedo—. Hay que ir a buscar un generador en el supermercado y ver cómo hacemos andar la planta de agua para que salga algo por las tuberías.—¿Y a qué estamos esperando? —se había animado Sammy
Sammy apoyó la frente en las losas frías de la pared mientras abría la ducha sobre su cabeza. Odiaba haber reaccionado así, no era una niña de dos años para estarse asustando con un pen3… ¡Pero es que aquello no era un pen3, era un maldit0 monstruo!Apretó los ojos cerrados y se rio, parecía una adolescente, pero era que hacía tanto tiempo que nada ni nadie le despertaba un sentimiento como ese… una necesidad como esa…La piel se le erizó recordando la forma en que la había tocado, todo lo que había sentido. Había sido el orgasmo más monumental de su vida y lo más terrible era que sabía muy bien que no era algo que podría volver a lograr sola.Podía tocar exactamente los mismos puntos, a exactamente la misma velocidad, pero jamás lograría sentirse de la misma manera, porque el origen de todo aquello era él. Bajó una mano indecisa hasta su clítoris y lo masajeó con suavidad, estremeciéndose. Su otra mano fue a uno de sus senos, y suspiró solo de recordar su boca allí, chupando, mordien
Tenía frío, pero más que frío tenía una sensación de soledad y de desamparo que la hicieron incorporarse en la cama de golpe. Probablemente hubiera estado teniendo alguna pesadilla que no podía recordar, pero tenía la piel helada y la respiración convulsa.Miró alrededor tratando de ubicarse y recordó dónde estaba. La habitación estaba solo iluminada por una lámpara baja de luz amarilla, y debía pasar de las doce de la noche, porque el ambiente estaba pesado. Frente a ella, el Diablo dormía encogido sobre el sofá porque era demasiado grande para ese o cualquier otro mueble.La culpabilidad la aguijoneó. ¿Por qué ella tenía que estar cómodamente acostada en la cama cuando él estaba como caracol con contracturas solo por no molestarla?Se levantó en modo zombi y fue hasta él, quitándole el edredón, y lo oyó rezongar un poco, pero era evidente que él también estaba muy cansado.—Ven… vamos… —murmuró moviéndolo y tiró de su brazo para hacer que se levantara.Darío estaba en la nebulosa de
—¡Oye, eso no huele mal! —dijo Darío pasando a su lado en la pequeña cocina mientras se sacudía el cabello mojado sobre Sammy. —¡Odioso! ¡Quita! ¡La salsa va a saber a champú! —rezongó Sammy empujándolo, pero él volvió solo para meter un dedo en la salsa y llevárselo a los labios. —No está mal, pero le falta algo. —¿Qué? —¡Sal! —exclamó Darío quitándole la espátula y agarrando el salero. —¡Oye, la sal es mala para el corazón! —aseguró Sammy poniéndose las manos en las caderas. —Princesa, ahora todo es malo —bufó él con frustración—. La leche es mala, la sal es mala, la grasa es mala… ¡todo es malo! ¡Incluso el vino que vas a fabricar es malo, así que más vale que aprendas a defender lo bueno que tienen las cosas malas! Yo, muy particularmente, ¿para qué quiero vivir hasta los cien si no puedo disfrutar la comida? Le agregó la sal que llevaba y ella puso los ojos en blanco. —OK, OK, pero quítate que estoy cocinando yo… —¿Y no me vas a dejar ayudarte? —preguntó él apoyando la ba
Sammy pegó las palmas a la pared y cerró los ojos mientras metía la cabeza debajo de la ducha fría. Le dolía todo el cuerpo y era normal, pero más allá, había pensamientos y recuerdos que le dolían. Estaba tan concentrada en el agua que le caía encima que ni siquiera lo escuchó entrar, y ahogó un grito sobresaltado cuando lo sintió pegarse a su espalda completamente desnudo, pero cuando abrió los ojos, lo único que había frente a ella era esas dos manos enormes pegadas a la pared junto a las suyas. —Vas a decirme lo que está pasando. Ahora —lo escuchó murmurar y su corazón se disparó. Darío le dio la vuelta despacio y ella se pegó a la pared mientras él movía el cabezal de la ducha para que solo cayera el agua sobre su espalda. —Nop… no pasa nada… —Mírame a los ojos cuando te hablo. Sammy lo miró a los ojos y pasó saliva. ¿Cómo podía estar tan tranquilo? ¡Estaba desnuda delante de él y el maldit0 solo la estaba mirando a los ojos! —Ya sé que impresiona, princesa, pero tampoco es
La desesperación era una cosa. Y luego estaba lo que Sammy sentía en aquel momento.Sus pensamientos estaban demasiado perdidos como para razonarlo, pero de ahí a la histeria debía quedar muy poco. Sentía que todo el cuerpo iba a estallarle, y aun así sentía que algo le faltaba, y no fue capaz de entender qué hasta que sintió el miembro de aquel hombre empujando contra su entrada.Decir que le dolía habría sido una absurda mentira, no le dolía nada, porque parecía que no era suficiente. Lo único que sentía era una presión agradable que no le bastaba. Cada músculo de su cuerpo se tensaba y se relajaba por segundos, dependiendo de… todo… De sus palabras, de la fuerza con que la penetraba, de sus caricias, de la forma en que la masturbaba con rapidez…Sintió el roce frío de una de las bolas del piercing dentro de ella. ¿Por qué se sentía frío? No tenía ni idea, pero era delicioso, como si pudiera saber exactamente por qué parte de su cuerpo iba.Gritó la primera vez que lo sintió retirar
Sammy arrugó el ceño mientras lanzaba un paquete tras otro en la gaveta. ¿En qué segundo exactamente había perdido la vergüenza…? ¡No lo sabía! Lo cierto era que se había frustrado terriblemente al ver que todos los paquetes de condones eran tamaño estándar.—Eso es todo, bestiecita. Tendremos que ¡zaz! cortarte —suspiró Darío mirándose la entrepierna y Sammy le apuntó con un índice acusador.—¡No la asustes de esa forma que luego no quiere trabajar! —se rio porque ya había pensado en un plan alternativo.No era broma que la farmacia estaba bien equipada, y debía haber muchas mujeres en aquella isla al menos durante la mitad del año, porque Sammy no tardó en encontrar varias cajitas de parches anticonceptivos, y rezó para que no estuvieran vencidas. La mayoría sí lo estaban, pero dio con algunas que todavía servían y las sacudió en el aire para enseñárselas al Diablo.—¡Mira lo que encontré! —Y había tanta picardía en sus ojos que Darío solo la levantó, haciendo que enredara las piern