La pareja de enamorados había sido atrapada en su escondite, espiando a los padres de Alice, por un sirviente que se topó con ellos.Alice le suplicó al sirviente a través de sus adorables ojos, rogándole en silencio que no los expusiera, y él accedió de mala gana. John sintió un poco de celos por las miradas intercambiadas, pero Alice lo tranquilizó rápidamente.—John… no seas ridículo, ni te atrevas a imaginarlo —susurró Alice con el ceño fruncido—. Mejor sígueme.Ambos se retiraron a la sala de estar, sus almas llenas de preocupación.—¡Uff! Eso estuvo demasiado cerca, Alice. Tenemos que tener más cuidado la próxima vez. No quiero que te pase nada malo.Alice puso los ojos en blanco.—Oh, vamos, John. Yo puedo apañármelas sola, así he vivido todos estos años. Pero gracias por tratar de protegerme.John suspiró y Alice le apretó con dulzura la mejilla. Su momento se interrumpió cuando Rose y Albert entran en la sala de estar, la sorpresa es evidente en sus rostros.Después de un rat
Era mediodía y Margaret lo estaba pasando mal desde que Alexander la dejó sola con las dos criadas que prácticamente la seguían a todas partes.Incluso antes de la hora del almuerzo, los dos parecían estar haciendo comentarios sarcásticos e indirectos que Margaret no podía entender por completo.Camila decía que no solo ella reinaría por mucho tiempo, e Isabella insinuó que ese día las cosas serían diferentes.Margaret, con Ben en brazos, entró en la sala de estar y se sentó en el sofá, decidida a confrontarlas, pero Camila casi la agredió violentamente por hacer preguntas.La ansiedad de Margaret solo se intensificó cuando vio que se acercaba el auto de Alexander y con tan solo esa idea a Margaret le daba la sensación de estar enferma.Alexander entró en la sala de estar con una pizca de buen humor, enviando escalofríos por la espalda de Margaret. Cuando estaba de buen humor, nunca era un buen augurio.—Hola —dijo Margaret secamente.Alexander le hizo un gesto despectivo.—Te adviert
El almuerzo resultó ser el más incómodo que Margaret pudo recordar. Las sirvientas no dejaban de lanzarle miradas burlonas, como si disfrutaran de su incomodidad.Alexander coqueteaba descaradamente con Miriam, incluso le daba de comer en la boca, lo cual resultaba repugnante presenciar. Miriam, por su parte, intentó sacar información a Margaret sobre su relación de esos seis meses con Richard, como si quisiera saber todos los detalles y como si de verdad aquello le incumbiera. Sabía que se tomaba esa libertad porque Alexander se lo permitía y eso le daba mucho coraje.—Margaret, cuéntame más sobre tu relación con Richard. Quiero saber todos los secretos y detalles íntimos —inquirió Miriam, con una sonrisa más falsa que todo ese complot que Alexander había creado.Margaret carraspeó y casi se le atoraba el bocado en la garganta.—No creo que sea apropiado hablar de eso ahora, Miriam. Estamos aquí para disfrutar de la comida, ¿no? —respondió para evadir el tema y sonrió para esconder l
Durante esa semana infernal, Margaret se encontró inmersa en un tormento constante. Miriam, Camila e Isabella habían formado una alianza tóxica para hacer la vida imposible. Aprovechando los momentos en los que Alexander salía de la mansión, las conspiraciones contra Margaret se intensificaron.En el desayuno, Miriam y las sirvientas se aseguraron de servirle a Margaret alimentos que sabían que le caerían mal. Camila e Isabella observaron con satisfacción mientras Margaret luchaba para mantener la compostura y disimular su malestar estomacal.—¿Podrían por favor dejarme en paz? No me siento muy bien hoy —dijo Margaret acariciándose el área del estómago.Camila sonreía maliciosamente.— Oh, ¿acaso la pobre Margaret tiene un problema con su estómago? Qué pena, deberías cuidarte más.Isabella tampoco podía parar de reír.— Sí, deberías ser más cuidadosa con lo que comes, no vaya a ser que termines enferma de verdad.Durante el día, Margaret se encontraba constantemente bajo vigilancia. L
La tensión inundaba toda la mansión con semejante noticia de parte del médico privado de Alexander ¿Cómo era posible que Margaret estuviera embarazada? Esa era la incógnita que llenaba las mentes de todos y cada quien intentaba sacar sus propias conclusiones. Alexander, aun guardando la calma, le pagó al médico. — Aquí tiene su pago. Ahora, hábleme claramente. ¿Cómo garantizamos que este embarazo avance sin complicaciones? El doctor le extendió un recibo y una hoja. —Aquí le proporcionaré todas las recomendaciones necesarias, Alexander. Es crucial que Margaret siga una dieta saludable, descanse lo suficiente y evite el estrés excesivo. Camila e Isabella encaminaron al médico hacia la salida. Mientras cerraban las puertas ellas dos se secreteaban, — Muy bien, asegurémonos de que nadie más escuche nuestras conversaciones. Tenemos que mantener el control de esta situación. Aquí todo el mundo es chismoso. —Muy cierto, Camila —dijo Isabella y juntas corrieron gradas arriba para no pe
El ambiente en la sala del tribunal estaba cargado de tensión. Margaret llegó al juicio con nerviosismo, pero se encontró con una desagradable sorpresa: no le permitieron tener un abogado.Miró a su alrededor, sintiendo la injusticia de la situación, pero sabía que debía enfrentar las acusaciones sola.Margaret volteó a ver que en la sala estaban toda la servidumbre de la mansión y allí, en la banca de adelante se encontraban Camila y Sheila, quien sostenía a su pequeño Ben en brazos.Su corazón se llenó de dolor y de impotencia, de resignación y de vergüenza porque esta vez su pasado la golpearía con todo.Un movimiento la sacó de su ensimismamiento. El fiscal se puso de pie frente al jurado y comenzó a exponer las acusaciones contra Margaret. Su voz resonó en la sala mientras detallaba las acusaciones de envenenamiento y secuestro hacía exactamente seis meses.Margaret apretó los puños, sintiendo cómo su inocencia estaba siendo atacada de frente.— Señoras y señores del jurado, hoy
El veredicto final del juicio había llegado. Margaret, se llevó las manos a las sienes. Abatida y desconsolada, escuchó las palabras del juez mientras este pronunciaba su sentencia por boca del juez.—Margaret Hall, basado en las pruebas presentadas y en las declaraciones de los testigos, este tribunal la declara culpable de los cargos de secuestro y homicidio premeditado. Se le condena a cumplir una pena de veinticinco años de prisión sin posibilidad de libertad condicional.Margaret, aturdida, sintió cómo el mundo se le venía abajo. Mientras los oficiales de justicia se acercaban para esposarla y llevarla tras las rejas, una sensación de impotencia e injusticia la invadió mientras todos la veían caminar lejos de la sala.Alexander, con una sonrisa siniestra en el rostro, se acercó a Margaret, con su hijo Ben en brazos, que en cuanto vio a Margaret lanzó un gritito de alegría y llevó sus manitos hacia ella, para que lo cargare. Margaret sintió que su corazón se partía en dos y Alexan
Tatiana y James que habían permanecido escondidos en los arbustos, ansiosos por su próxima acción. De repente, fueron descubiertos por Alexander, quien se acercó con paso firme, lleno de ira en sus ojos.— ¡Vaya, vaya, vaya! ¿Qué tenemos aquí? —dijo entre dientes—. Dos pequeños intrusos que se atreven a espiar mi propiedad. Creo que es hora de enseñarles una lección.Tatiana, de inmediato levantó su arma defensivamente. James se sentía petrificado.—No te acerques más, Alexander. Estamos aquí para poner fin a tus injusticias.Alexander se carcajeó con malicia.—¿Creen que pueden enfrentarse a mí? Son solo unos insectos insignificantes que serán aplastados sin piedad.Sin previo aviso, Alexander golpeó con fuerza la muñeca de Tatiana, haciéndola soltar su arma. Uno de los guardias se apoderó de ella rápidamente, dejándolos completamente desarmados.James se enfureció al presenciar la manera en que Alexander seguía siendo un déspota.—¡No te saldrás con la tuya, Alexander! Desde siempre