El canto de las aves resonaba en cada rincón dentro de la alcoba en aquella pintoresca cabaña que su madre había dejado para el en secreto, la luz del sol se colaba por los enormes ventanales que regalaban una hermosa vista de las montañas, Ares despertaba de su corto sueño, habían pasado toda la noche en vela haciendo el amor una y otra vez hasta que ya no pudieron más, Antonella aun dormía plácidamente enrollada entre las sabanas de seda, mirando su pecho subir y bajar en el vaivén lento y pasmoso de su tranquila respiración, Ares se sentía embelesado mirándola dormir, era hermosa, la mujer más hermosa que jamás había visto, repasando con las yemas de sus dedos sus curvas femeninas, recordó aquellos tiempos en que aun era solo un jovencito, un gran soñador que había jurado obtener el poder para derrocar a su padre algún día, en aquel en
El idilio en las montañas había terminado, Dante había corrido por todos lados hasta agotar el mismo hasta lo último de sus energías y dejar a Ares en igualdad de condiciones al correr tras de él, Adriano conducía la camioneta mientras su amado esposo y su demasiado travieso hijo dormían en los asientos traseros, Antonella sonreía completamente feliz, desde la mañana anterior en que habían hablado, Ares se notaba mucho mas desahogado, hablar le había servido para sacar un poco todo lo que llevaba por dentro y lo atormentaba, y ahora que ella ya conocía su dolorosa historia, había jurado no dejarle solo jamás.Adriano observaba el perfil de Antonella, un sonrojo se coloreaba en sus mejillas, la talentosa artista era muy hermosa y cálida, y aunque nunca se atrevería a mirarla como algo mas que la esposa de su amigo, reconocía para si mismo que aquel, era
Hacer el amor es la manera que tiene el ser humano para demostrar lo mucho que desea, es consumar, a veces, el desbordado amor que se siente hacia otro, unir dos cuerpos en uno mismo, experimentar sensaciones placenteras, desear todo del amado para uno mismo, sentir que solo a ti pertenece aquel al que tu corazón ama en demasía, desear ser un solo ser cada mañana, cada noche hasta el final de los tiempos.Mirándose a los ojos, sin perder detalle de la mirada del otro, zafiro y aguamarina se amaban con el cuerpo…con el alma, deseando sentir a plenitud al otro, deseando permanecer así por siempre, desnudos sobre la cama, sintiendo el placer que el otro les daba, dejando a los gemidos escapar de su garganta, respiraciones agitadas, te amo susurrados al oído, sintiendo al mundo detenerse solo en ellos dos, nada mas importaba, nada mas deseaban, tan solo amarse cada día y cada noche hasta morir, aquel amor desbordante que por
Un escalofrió recorría su cuerpo al mirar aquellos profundos ojos color zafiro, idénticos a los de su madre, idénticos a los suyos, hermoso cabello rubio como el de la mujer que decía ser su madre, delicadas facciones infantiles de belleza sin igual, aquella niña era un reflejo en miniatura de Zinerva D´Angelis, la mujer que le dio la vida a el y a Apolo, no cabía duda, esa pequeña temerosa que se ocultaba tras de Hildegard era una D´Angelis…aunque no podría asegurar que realmente fuese su hija, aquella rubia despreciable se había acostado con él y también con su hermano, mirando fijamente a Hilda, Ares descargaba su mucho desprecio hacia ella con una sola mirada.– Así que, decides venir a decirme esto después de tantos años mantenerlo en secreto, responde algo Hildegard, ¿Por qué crees que te será tan simple venir a decirme e
Dos niños corrían de un lado a otro en aquellos extensos jardines, jugando al escondite en medio de las risas divertidas del momento, el menor disfrutaba mucho derribando al mayor una vez que lograba encontrarlo, ojos zafiro, una vez vivaces, se miraban el uno al otro prometiendo mantenerse juntos, sombras de un ayer demasiado lejano, demasiado dolido, fantasmas infantiles que observaba aun recorriendo aquel sitio en medio de sus juegos.Bajando de su lujoso deportivo caminaba con paso firme, el portero no dudo ni un segundo abrirle en cuanto dijo su nombre, Ares D´Angelis, el hijo menor del temido Zeus, jardineros, servidumbre que ya conocía y nueva, todos lo miraban con una expresión de desconcierto y sorpresa, era ya doce años desde que, siendo aun un jovencito, había abandonado aquella mansión, todo lucia tal cual lo recordaba, las mismas paredes que tanto dolor guardaban en el mudo silencio del secreto familiar, las
Zafiro y zafiro se miraban fijamente sin bajar la mirada ante el otro, ninguno había mencionado palabra alguna…aun cuando había demasiado para decir, eran hermanos, ambos lo sabían, sin embargo, era demasiado el odio para poder soportarse, ninguno podría perdonar al otro, cada uno odiaba a su hermano por diferentes razones, y, al mismo tiempo, por el mismo problema, Zeus D´Angelis se había encargado de dividirlos, siempre comparándolos, forzándoles a competir el uno contra el otro para demostrar quien era el mejor, una rivalidad impuesta que culmino con la tragedia de la muerte de su madre, dos niños que no debían haberse odiado nunca, dos hermanos que una vez fueron unidos, que una vez se amaron tanto, y que ahora era el odio mas puro contra el otro lo único que existía entre ambos.– Entonces, ¿Te atreviste a venir a la mansión solo para hablar de esa niña qu
No los había visto, había salido huyendo de ellos como una cobarde por la puerta trasera del museo y con la ayuda de Adriano, no quería verlos, aun se sentía demasiado herida, sus padres, aquellos que le dieron la vida y también la espalda cuando más los necesito, Antonella no podía perdonarlos, no aun, que mostraran su apoyo hacia Agatha cuando esta, deliberadamente, se fugo con el hombre que era su marido, su madre, mujer reacia de horrendo carácter, le había escupido en la cara que la culpa de lo ocurrido no era de nadie mas que de ella por descuidar a Henry, incluso, con toda la intención de hacerle daño, se había atrevido a decir que Agatha hacia mejor pareja con Henry de lo que había sido ella, su padre, hombre de carácter increíblemente sumiso y débil, siempre hacia todo lo que Agatha y su madre querían, nunca imponiendo su propia voz ni mucho menos, defendi&
Antonella, salía del consultorio con aquel papel en sus manos, estaba embarazada, tenia casi un mes de gestación, con lagrimas en sus ojos, se apresuro a tomar un taxi de regreso a casa, aquella noticia debía dársela de inmediato, serian padres, la emoción desbordaba imparable de su pecho que latía con fuerza, estaba feliz, más allá de la felicidad, lo amaba, amaba a Ares D´Angelis y aquel hijo, era el fruto del gran amor que sentían ambos.Llegando hasta aquel departamento donde ambos habían comenzado su vida juntos, y sin saber el evento ocurrido un rato atrás, Antonella se lanzaba a los brazos de Ares, quien, extrañado de aquella explosión de felicidad, la tomo en sus brazos.– ¡Seremos padres, estoy embarazada! – dijo Antonella con alegría.El mundo de Ares parecido iluminarse, padres, serian padres otra vez, tendría un hijo, un hi
Ojos castaños escudriñaban directamente a los ojos verdes intentando descubrir lo que había detrás de ellos, el ambiente tenso se dejaba sentir en medio de ambas mujeres, nunca se habían tolerado, nunca se habían llevado bien, ambas, fueron en algún momento el mundo entero de Ares D´Angelis, cuando aún eran demasiado jóvenes y comenzaban a comprender la crueldad del mundo, nunca pudieron ser amigas, nunca pudieron ni siquiera ser aliadas por el bien común del hombre al que ambas amaron de diferentes maneras, el rencor aun pululaba de la una hacia la otra y viceversa, nada podía hacerse para remediar aquello.– Entonces, ¿Me dirás para que es que me has llamado aquí? ¿O solo me seguirás intentando asesinar con la mirada Jaqueline? – cuestiono Hildegard con arrogancia.– Sin duda alguna, eres la misma hija de perra que has sido siempre &