La tarde regalaba sus hermosas tonalidades rojizas un día más, el manto de la noche pronto lo cubriría todo, Ares, observaba a Antonella jugando con su pequeño hijo, Dante Pines, una escena casi idéntica era lo que había cambiado su manera de ver a aquella hermosa chica, y no solo eso, en realidad, había cambiado su panorama por completo, la felicidad que desbordaba Antonella al estar con su hijo, la hacía brillar como el sol, y el, se sentía iluminado por ella.
– Bien, ¿Quién quiere un helado? De chocolate, de fresa, vainilla o de los tres juntos, tenemos de todo – dijo Ares mirando al pequeño Dante.
– ¡Yo quiero! ¿Puedo mami? – cuestiono Dante con su infantil y dulce voz.
– Por supuesto que puedes, anda, vamos a por uno – respondió Antonella con una sonrisa.
– Dime algo campeón, ¿Por qu&eac
El olor a comida recién hecha lo despertaba esa mañana, huevos, tocino, quizás pan, no tenia idea bien que era exactamente aquel olor, pero, aun así, era delicioso, abriendo sus ojos, rápidamente noto la ausencia de Antonella y Dante en su cama, levantándose apresurado, salía en ropa interior hacia la cocina, lugar de donde provenía aquel delicioso aroma. – Buenos días, desperté temprano y salí rápido a comprar algunos alimentos, tu nevera estaba vacía y supongo que como todo ser humano, el dios del inframundo necesita desayunar – dijo Antonella con una sonrisa. – Hola señor de la noche, mami nos hizo hot cackes, pero para ti también hizo huevos y carne – saludaba Dante quien ya se encontraba desayunando. Ares se sentó en el comedor sorprendido, Antonella, colocaba un plato con huevos fritos, tocino y pan tostado frente a él
Antonella cubría los ojos de Dante para luego correr con el en brazos hacia la alcoba de Ares, los gritos entre los hermanos los alcanzaban, se estaban peleando, golpeándose con verdadera intención de lastimarse.– Mami, no quiero que lastimen al señor de la noche – lloraba Dante en sus brazos.Antonella acariciaba la pequeña cabecita de su hijo, Apolo se había enfurecido al verla allí, en paños menores, y no podía ni quería negar lo que había estado con Ares, sabia los sentimientos de Apolo hacia ella, pero, no podría corresponderlos, no ahora que recién descubría todo lo que sentía por el apuesto líder de mafia, aquello era un desastre, y tenia que impedir que siguieran haciéndose daño.– Escucha Dante, sé que estas asustado, pero debo salir a detenerlos, debes quedarte aquí mismo, en la cama de Ares, rec
Enojo, era todo cuanto sentía, una ira terrible que lo estaba consumiendo, todo cuento había deseado desde hacía años se había derrumbado justo en el momento en que Antonella Ferrara había sido quien abrió, en paños menores, la puerta del departamento de su hermano, Ares, siempre Ares, tomaba todo lo que debía haber sido suyo desde un principio, el amor de su madre, la admiración de su padre, y también, el amor de Antonella, siempre había sido lo mismo, aquel maldito bastardo gozaba de arrebatarle todo lo que le importaba…todo lo que mas apreciaba, no lo aceptaría, no esta vez, no cedería a la hermosa castaña solo así, esta vez, el no seria el perdedor y demostraría cuan superior era a Ares.– ¿Me llamaste solo para verte de mal humor? – decía una hermosa y exuberante rubia.Apolo observo a aquella hermosa rubia sentada
El humo del cigarrillo se perdía en el aire dibujando formas difusas que se desvanecían demasiado pronto, ojos verdes como esmeraldas escudriñaban cada centímetro de Ares D´Angelis, quien devolvía la mirada con rencor, aquel hombre, su primer amor, un semental del que no podría aburrirse nunca, y a quien había perdido debido a sus propias ambiciones, caminando hace el, Hildegard se movía con la elegancia que la caracterizaba, una mujer hermosa, de mundo, una femme fatale que no se detenía jamás en su lucha por ver cumplidas cada una de las ambiciones que tenía…a cualquier precio.Ares la miraba con atención, aquella mujer a quien no deseaba volver a ver jamás y por la que sentía un odio genuino, su primer amor, aquella que le enseño a no confiar en nadie, quien le mostro lo doloroso que era recibir puñaladas por la espalda, y a la que medianamente hab&i
La melodía resonaba con delicadeza en el bonito jardín de los Wilson, las aves revoloteaban sobre las copas de los arboles que el viento mecía con gentileza aquella mañana, con sus ojos cerrados, Antonella tocaba el violín después de no haberlo hecho por demasiado tiempo, su mente se hallaba en blanco, únicamente centrada en aquella hermosa música que sus propias manos estaban creando, la hermosa castaña no deseaba pensar en nada mas en aquellos momentos, todo había cambiado, su vida había dado un vuelco tras otro como si estuviese atrapada dentro de una poderosa e infinita ola que la arrastraba una y otra vez sin permitirle levantarse y volviendo a estrellarla contra las rocas, al menos, había sido así durante demasiado tiempo, sin embargo, una mano inesperada la había ayudado a levantarse, sacándola del agua donde estaba varada de manera repentina…aquella mano, aquellos
La mañana había sido tan hermosa como imaginaba que seria, un desayuno tranquilo con las palabras siempre en doble sentido de Ares, Dante corriendo de un lado a otro emocionado aun por sus nuevos juguetes, ella diciéndole a su amado que no debía comprar nada, el respondiéndole que era su dinero y podía gastarlo como le viniera en gana, besos, caricias, aquel apasionante sentimiento entre los dos y las muchas ganas que tenían de devorar al otro…la esperanza de mantenerse así por siempre sin que nada más ocurriera.Dante ya se hallaba en el colegio, Ares se había marchado a revisar sus “negocios” y ella, ella se preparaba para ir al trabajo, era su primer día en el museo, ya la esperaban para hablar de lo concerniente al salario, los horarios y, por supuesto, impartir su primera clase como profesora de arte en el museo, al final, eso era lo que mejor sabía hacer, además
Despertó sintiendo aquel beso en su frente, abriendo sus ojos agua marina, pudo ver el zafiro de Ares mirándola con preocupación, el color era el mismo, la forma era la misma, sin embargo, la mirada no lo era, el zafiro de Ares era sincero, era puro, reflejaba exactamente lo que sentía, no había oscuridad en ellos, aun se sentía vulnerable, no había podido hacer nada para defenderse, Apolo pudo haberla…no quería pensar en ello, quería simplemente olvidarlo, aunque sabia que no podría, acariciando el rostro preocupado de Ares, pensó en las palabras de Adriano, debía decirle, lo sabia bien, pero no dejaba de sentir temor de lo que pudiese ocurrir, apretando sus puños se sintió como una tonta, no lo permitiría, ni Apolo ni nadie más volvería a tocarla de esa manera, mirando a Ares directamente a los ojos a su amado, resolvió aun no decírselo, no ne
El sol comenzaba a asomarse detrás de los grandes edificios de Palermo, el cielo mostraba solo unas pocas nubes en la lejanía, el viento soplaba deliciosamente fresco, era el amanecer de un nuevo día, todo prevalecía en una acogedora calma, las personas en las calles comenzaban a deambular rumbo a sus deberes diarios, todo parecía ser perfecto, sin embargo, no lo era.Mirándose en el espejo, limpiaba la sangre salpicada sobre su rostro, se había despojado de cada prenda para darse una larga ducha, el zafiro en el reflejo le devolvía la mirada, un odio atroz se asomaba en ella, uno que no tenia remedio y que nunca podría borrarse.El agua fría resbalaba entre sus poderosos músculos, sus ojos se hallaban cerrados recapitulando en lo ocurrido la noche anterior, le había disparado a quemarropa…varias veces.Los recuerdos lo golpeaban una y otra vez como una ola, las razones qu