El sonido de las pesas en el gimnasio rompía el silencio en la mansión D´Angelis, perlas de sudor decoraban su frente, sus poderosos músculos lucían cada vez más tonificados, mirándose en el enorme espejo frente a él, Apolo repasaba todo lo ocurrido en su vida hasta ese momento, desde aquella dolorosa perdida de su madre en manos de su padre, el abandono y la soledad que sintió cuando su hermano lo dejo solo después de aquello, la primera vez que vio a Antonella Ferrara, hasta saberla en los brazos de Ares, toda su vida había sido una perdida o sufrimiento tras otro, sin darle jamás un atisbo de dicha a la cual aferrarse, dejando caer aquellas pesas, camino hasta la ducha, el agua fría resbalaba entre sus poderosos músculos, su piel blanca perlada por las gotas, relucía bajo la tenue luz del sol que se colaba a través de los cristales en la ventana, estaba cansado, mas que
Dolor, era todo lo que estaba sintiendo, un dolor insoportable que recorría todo su cuerpo y que la conciencia le estaba regalando, los recuerdos llegaban poco a poco hasta él y aun podía sentir el puño de Ares D´Angelis estrellándose con violencia sobre su rostro, la luz incandescente le lastimaba las pupilas y le estaba costando demasiado trabajo abrir los parpados, logrando finalmente abrir los ojos, Henry Pines pudo divisar la figura de un hombre sentado a un costado de su cama, sobresaltado al confundir aquella silueta con la de su verdugo, despertaba de golpe de su estupor, dándose cuenta de que estaba en un cuarto de hospital y que, al parecer, tenia rotos varios huesos.– Al fin despiertas Pines – dijo una voz masculina.Mirando a aquella silueta hasta lograr enfocarla con mediana claridad, pudo ver que se trata de Apolo D´Angelis, el viejo amigo de Antonella y profesor de arte en los tiempos de
La mañana comenzaba agitada, aun no se asomaba por completo la luz del sol y Antonella caminaba presurosa de un lado a otro en la cocina, preparando sándwiches, jugos y demás variedad de alimentos, los colocaba en la hielera que tenia alistada desde la noche anterior cuando Ares sugirió ir de campamento a la montaña Cuccio, según él, a Dante le caería perfecto respirar aire completamente limpio, Dante, no había dejado de brincar de la emoción desde que se lo dijeron y había sido todo un reto lograr que se durmiera, y, para volver las cosas aún más divertidas, Ares había invitado a Charlie y Ainara para unírseles en la excursión, por supuesto, ambos habían aceptado y los encontrarían allá, era la primera actividad meramente familiar al aire libre que tendrían desde que comenzaron su vida juntos y francamente, se sentía muy entusiasmada, se
El hermoso paisaje se mostraba con su sublime belleza ante ella, habían bajado finalmente de las camionetas después de un tiempo conduciendo, la hermosa cabaña de madera resaltaba a la vista, aquella propiedad pertenecía a Ares, era, en sus propias palabras, uno de sus refugios secretos, el lugar era sin duda alguna, de gran belleza, sin embargo, no era eso lo que había terminado de sorprender a Antonella.– ¿Te gusta? – cuestiono Ares con una sonrisa.Antonella camino maravillada de lo que sus ojos estaban viendo, mesas de hermosos manteles blancos, un altar decorado con rosas blancas y bellos azahares…el escenario de una boda.– Esto es… ¿Para nosotros? – cuestiono Antonella al borde de las lágrimas.Ares se acerco para besar los labios de su amada.– Si, lo he preparado en secreto, y frente a la montaña te lo pido una vez más…
El canto de las aves resonaba en cada rincón dentro de la alcoba en aquella pintoresca cabaña que su madre había dejado para el en secreto, la luz del sol se colaba por los enormes ventanales que regalaban una hermosa vista de las montañas, Ares despertaba de su corto sueño, habían pasado toda la noche en vela haciendo el amor una y otra vez hasta que ya no pudieron más, Antonella aun dormía plácidamente enrollada entre las sabanas de seda, mirando su pecho subir y bajar en el vaivén lento y pasmoso de su tranquila respiración, Ares se sentía embelesado mirándola dormir, era hermosa, la mujer más hermosa que jamás había visto, repasando con las yemas de sus dedos sus curvas femeninas, recordó aquellos tiempos en que aun era solo un jovencito, un gran soñador que había jurado obtener el poder para derrocar a su padre algún día, en aquel en
El idilio en las montañas había terminado, Dante había corrido por todos lados hasta agotar el mismo hasta lo último de sus energías y dejar a Ares en igualdad de condiciones al correr tras de él, Adriano conducía la camioneta mientras su amado esposo y su demasiado travieso hijo dormían en los asientos traseros, Antonella sonreía completamente feliz, desde la mañana anterior en que habían hablado, Ares se notaba mucho mas desahogado, hablar le había servido para sacar un poco todo lo que llevaba por dentro y lo atormentaba, y ahora que ella ya conocía su dolorosa historia, había jurado no dejarle solo jamás.Adriano observaba el perfil de Antonella, un sonrojo se coloreaba en sus mejillas, la talentosa artista era muy hermosa y cálida, y aunque nunca se atrevería a mirarla como algo mas que la esposa de su amigo, reconocía para si mismo que aquel, era
Hacer el amor es la manera que tiene el ser humano para demostrar lo mucho que desea, es consumar, a veces, el desbordado amor que se siente hacia otro, unir dos cuerpos en uno mismo, experimentar sensaciones placenteras, desear todo del amado para uno mismo, sentir que solo a ti pertenece aquel al que tu corazón ama en demasía, desear ser un solo ser cada mañana, cada noche hasta el final de los tiempos.Mirándose a los ojos, sin perder detalle de la mirada del otro, zafiro y aguamarina se amaban con el cuerpo…con el alma, deseando sentir a plenitud al otro, deseando permanecer así por siempre, desnudos sobre la cama, sintiendo el placer que el otro les daba, dejando a los gemidos escapar de su garganta, respiraciones agitadas, te amo susurrados al oído, sintiendo al mundo detenerse solo en ellos dos, nada mas importaba, nada mas deseaban, tan solo amarse cada día y cada noche hasta morir, aquel amor desbordante que por
Un escalofrió recorría su cuerpo al mirar aquellos profundos ojos color zafiro, idénticos a los de su madre, idénticos a los suyos, hermoso cabello rubio como el de la mujer que decía ser su madre, delicadas facciones infantiles de belleza sin igual, aquella niña era un reflejo en miniatura de Zinerva D´Angelis, la mujer que le dio la vida a el y a Apolo, no cabía duda, esa pequeña temerosa que se ocultaba tras de Hildegard era una D´Angelis…aunque no podría asegurar que realmente fuese su hija, aquella rubia despreciable se había acostado con él y también con su hermano, mirando fijamente a Hilda, Ares descargaba su mucho desprecio hacia ella con una sola mirada.– Así que, decides venir a decirme esto después de tantos años mantenerlo en secreto, responde algo Hildegard, ¿Por qué crees que te será tan simple venir a decirme e
Dos niños corrían de un lado a otro en aquellos extensos jardines, jugando al escondite en medio de las risas divertidas del momento, el menor disfrutaba mucho derribando al mayor una vez que lograba encontrarlo, ojos zafiro, una vez vivaces, se miraban el uno al otro prometiendo mantenerse juntos, sombras de un ayer demasiado lejano, demasiado dolido, fantasmas infantiles que observaba aun recorriendo aquel sitio en medio de sus juegos.Bajando de su lujoso deportivo caminaba con paso firme, el portero no dudo ni un segundo abrirle en cuanto dijo su nombre, Ares D´Angelis, el hijo menor del temido Zeus, jardineros, servidumbre que ya conocía y nueva, todos lo miraban con una expresión de desconcierto y sorpresa, era ya doce años desde que, siendo aun un jovencito, había abandonado aquella mansión, todo lucia tal cual lo recordaba, las mismas paredes que tanto dolor guardaban en el mudo silencio del secreto familiar, las