El cielo matutino lucia despejado y hermoso, no había una sola nube que opacara la luz del hermoso día que recién comenzaba, el museo abría sus puertas para recibir a los turistas y locales que disfrutaban del arte, las calles de a poco, comenzaban a abarrotarse del vaivén interminable de personas que, al igual que ella, salían a su trajín diario, Antonella caminaba con paso presuroso para llegar a tiempo, despertar en medio de la madrugada para hacer el amor con Ares, aunque, muy placentero, no había sido la mejor de las ideas, despertaba tarde esa mañana y no le gustaba en lo absoluto ser impuntual especialmente con sus trabajos, sus ojos agua marina brillaban con intensidad, aunque, no sin un deje de angustia, temía que Apolo hiciera su aparición por alguna de sus clases y no se sentía lista para mirarle aun, había comenzado su entrenamiento con Ares, aunque, por alguna razón no dema
La noche nublada presagiaba una madrugada de tormenta, el cielo demasiado oscuro cubría cada recoveco en Palermo, las luces de la gran ciudad lucían demasiado diminutas desde el último piso de aquel elegante edificio de departamentos, Apolo observaba el panorama tocándose el pecho, aun sentía el dolor que aquella bala le había provocado a flor de piel, aun no estaba completamente recuperado de aquello, sin embargo, nunca le habían gustado los hospitales, los aborrecía desde que era un niño y su madre era secretamente atendida en los que pertenecían a su familia después de recibir las brutales palizas en manos de su padre…la ultima vez, nada pudo hacerse y la había perdido.– Eres un hombre duro de matar, lo admitiré, Ares no estará complacido cuando sepa que fallo su tiro, aunque, es curioso, lo conozco demasiado bien, incluso mejor de lo que tu lo haces, nunca falla
Un tumulto de personas se acercaban curiosas a ver aquella peculiar escena donde el hombre tatuado sostenía por el cuello a otro que lucia mucho menos intimidante, Ares miraba con un odio profundo a Henry quien luchaba por respirar, Antonella intentaba calmar a su amado quien parecía en toda la disposición de matar a su ex marido, Agatha no se encontraba con él, lo que le decía que había acudido allí sabiendo bien que laboraba en el museo y quería hablar con ella a solas, sin embargo, se había atrevido a abrazarla frente a su imponente y celoso Ares…aquello había sido un error.– ¿Quién eres tú? – exigía saber Henry que forcejeaba con aquel imponente hombre.– Eso es lo mismo que exijo saber, ¿Quién demonios eres y porque te atreves a abrazar a mi novia? – demando saber de vuelta Ares.– Soy el padre de su hijo &nda
Las luces de la ciudad se deformaban en figuras largas y difusas que se desvanecían con premura hacia la nada absoluta, el viento frio de la noche lo golpeaba sin piedad alguna en el rostro, Henry sentía sus piernas temblar, de alguna manera que nunca llegaría a comprender, su ex mujer se había enredado con el hombre más peligroso de Italia, no solo era un mafioso, era EL mafioso, líder de Figlio di Satana, la red de narcotráfico más grande de Europa y que había dejado a mafia más antiguas prácticamente en el olvido, se conocían por ser realmente sanguinarios y no tener piedad con sus enemigos, por ello habían escalado en menos de 10 años hasta la cima del mundo sórdido de las mafias, su líder, de quien se rumoraban un sinfín de cosas, desde que era un viejo multimillonario aburrido de la vida, un joven caprichoso que se había revelado a su poderosa familia,
El sol se colaba sin recato alguno a través de las blancas y delgadas cortinas, la radiante luz matutina lograba irritarla, nunca le había gustado el sol, levantándose de su lujosa y cómoda cama, corría las cortinas para sumergirse de nuevo en las penumbras, el aroma del café la despertaba por completo, era hora de comenzar la mañana, y con ello, los mil pendientes que tendría que realizar uno a la vez, sirviendo el delicioso café en su taza predilecta, recordaba aquella corta charla que sostuvo con Antonella Ferrara en el que había descubierto, era el departamento secreto de Ares, su impresión había sido mayúscula al descubrir que ya se encontraban viviendo junto, y, que además, su pequeño hijo vivía con ellos, aquel hombre poderoso y temible, al que había conocido muchos años atrás, había cambiado, podía decir que ya no era ni por asomo
El sonido de las pesas en el gimnasio rompía el silencio en la mansión D´Angelis, perlas de sudor decoraban su frente, sus poderosos músculos lucían cada vez más tonificados, mirándose en el enorme espejo frente a él, Apolo repasaba todo lo ocurrido en su vida hasta ese momento, desde aquella dolorosa perdida de su madre en manos de su padre, el abandono y la soledad que sintió cuando su hermano lo dejo solo después de aquello, la primera vez que vio a Antonella Ferrara, hasta saberla en los brazos de Ares, toda su vida había sido una perdida o sufrimiento tras otro, sin darle jamás un atisbo de dicha a la cual aferrarse, dejando caer aquellas pesas, camino hasta la ducha, el agua fría resbalaba entre sus poderosos músculos, su piel blanca perlada por las gotas, relucía bajo la tenue luz del sol que se colaba a través de los cristales en la ventana, estaba cansado, mas que
Dolor, era todo lo que estaba sintiendo, un dolor insoportable que recorría todo su cuerpo y que la conciencia le estaba regalando, los recuerdos llegaban poco a poco hasta él y aun podía sentir el puño de Ares D´Angelis estrellándose con violencia sobre su rostro, la luz incandescente le lastimaba las pupilas y le estaba costando demasiado trabajo abrir los parpados, logrando finalmente abrir los ojos, Henry Pines pudo divisar la figura de un hombre sentado a un costado de su cama, sobresaltado al confundir aquella silueta con la de su verdugo, despertaba de golpe de su estupor, dándose cuenta de que estaba en un cuarto de hospital y que, al parecer, tenia rotos varios huesos.– Al fin despiertas Pines – dijo una voz masculina.Mirando a aquella silueta hasta lograr enfocarla con mediana claridad, pudo ver que se trata de Apolo D´Angelis, el viejo amigo de Antonella y profesor de arte en los tiempos de
La mañana comenzaba agitada, aun no se asomaba por completo la luz del sol y Antonella caminaba presurosa de un lado a otro en la cocina, preparando sándwiches, jugos y demás variedad de alimentos, los colocaba en la hielera que tenia alistada desde la noche anterior cuando Ares sugirió ir de campamento a la montaña Cuccio, según él, a Dante le caería perfecto respirar aire completamente limpio, Dante, no había dejado de brincar de la emoción desde que se lo dijeron y había sido todo un reto lograr que se durmiera, y, para volver las cosas aún más divertidas, Ares había invitado a Charlie y Ainara para unírseles en la excursión, por supuesto, ambos habían aceptado y los encontrarían allá, era la primera actividad meramente familiar al aire libre que tendrían desde que comenzaron su vida juntos y francamente, se sentía muy entusiasmada, se
El hermoso paisaje se mostraba con su sublime belleza ante ella, habían bajado finalmente de las camionetas después de un tiempo conduciendo, la hermosa cabaña de madera resaltaba a la vista, aquella propiedad pertenecía a Ares, era, en sus propias palabras, uno de sus refugios secretos, el lugar era sin duda alguna, de gran belleza, sin embargo, no era eso lo que había terminado de sorprender a Antonella.– ¿Te gusta? – cuestiono Ares con una sonrisa.Antonella camino maravillada de lo que sus ojos estaban viendo, mesas de hermosos manteles blancos, un altar decorado con rosas blancas y bellos azahares…el escenario de una boda.– Esto es… ¿Para nosotros? – cuestiono Antonella al borde de las lágrimas.Ares se acerco para besar los labios de su amada.– Si, lo he preparado en secreto, y frente a la montaña te lo pido una vez más…