Mi madre

Sara

Aunque debía admitir que era un gran alivio enterarme de que Zem no era mi hermano como tal, el miedo seguía instaurándose en la tan preciada paz que obtuve.

—No comprendo… —murmuré, con un poco de calma que seguía conservando.

La presencia de esa mujer hacía que me sintiera protegida, al menos en estos instantes. En este tiempo tan confuso, en este plano.

—Mi niña, es normal que esto sea difícil para ti. Porque has vivido entre humanos, entre lobos, y tu destino es más grande que el de todos ellos.

—Es que… Yo he sentido esa sensación de no pertenecer que no pude explicar nunca. —me encogí de hombros.

Asintió con dulzura, me sentía protegida por su aura maternal.

—Mi querida, cuando naciste, supe que en ti estaba el rayo de luz que iba a proteger a las criaturas que necesitaban protección. Por ello te enamoraste profundamente de un lobo, porque los lobos cuidan a su manada. Tu manada, sin embargo, es más grande de lo que crees. Solo tu puedes proteger a los lobos del mundo, a lo
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