SaraMi pequeño hijo estaba comiendo las alitas de pollo con una alegría que me hacía llorar. En realidad, lloraba todo el tiempo, por la emoción de tenerlo a mi lado. No podía evitarlo, las lágrimas salían de mis ojos sin control alguno. Por mi cabeza habían pasado tantos miles de sucesos trágicos, de malas posibilidades, de destinos fatales. No quería, pero los había pensado. La desaparición de mi hijo había hecho que pensara que todo podía ocurrir.Hawk no aparecía conforme pasaban las horas y ese panorama no fue en absoluto alentador.Tenía tantas preguntas. Tantas emociones latiendo dentro de mi cuerpo. La emoción me erizaba la piel. El corazón me latía rápido.La emoción más predominante era la alegría. Estaba feliz, no había estado tan feliz jamás en mi vida.Cada vez que lo miraba no podía creer que fuera real. Pedí tanto que apareciera sano y salvo, rogué al cielo, a todo en la vida. Se me concedió ese milagro y estaría agradecida. No quería dejarlo solo ni un minuto ahora.
—¿Un mago? ¿Es una maldita broma? —preguntó Julius, arrojando uno de los jarrones delicados que Carol mandó a traer desde tierras extranjeras al suelo.El sonido de la pieza de cerámica haciéndose trizas resonó en toda la mansión.—Uno de los nuestros, seguramente. —Carol observó a su esposo.Era una sola la pista que tenían. El que se llevó a Hawk era un pálido, uno traidor. La opción de Zemmiatar quedó descartada cuando vieron que seguía en el mismo estado deplorable en el que estuvo desde que su memoria fue borrada. Además, sus poderes no eran amplios desde que fueron absorbidos por el matrimonio de reyes.—Un traidor. Uno que desea más poder del que tiene. ¿Cómo sabe sobre el niño? —preguntó Julius, que no encontraba un culpable ni una razón aparente que tuviera sentido.—Muchos sabían del hijo de Sara y Mark. En la ciudad los humanos no, pero otros… Quizá parte de los nuestros conspiran contra nosotros. Quizás no aceptan el reinado. —Carol hizo un silencio.Observó a su alrededor
SaraDespués de haber escuchado las palabras del otro policía, sentí un estremecimiento que me recorrió de pies a cabeza. El sudor helado bajó lentamente por mi frente. Busqué con la mirada al insistente oficial que me insistió con las preguntas. Era un hombre reconocible, demasiado delgado, demasiado pálido. No estaba por ninguna parte. —Sabe usted donde está el policía que… Joder, no recuerdo su nombre… —empecé a preguntarle a la mujer policía, con la voz temblorosa. —Lo lamento… No lo sé…—Es normal que se encuentre de esta manera. Su pequeño desapareció, es totalmente entendible. Trate de descansar un poco. Comprendo que los hemos presionado mucho. Lo lamento, esta situación también nos superó a nosotros.Su disculpa fue sincera. Este lugar había sido un caos hasta hace unos minutos. Todo mundo deseaba respuestas. Afuera, los periodistas querían entrar a toda costa para hablar con nosotros. Los policías lo impidieron. Lo que menos necesitábamos era salir en la televisión.—Esto e
—Arte en contra del gran gobierno. —murmuré, con la voz tan baja que apenas si podía escucharme.Kily asintió. Esto no era algo que me agradara en lo más mínimo. Pero ese humo, fue lo mismo que describieron en la cámara de seguridad.Me quedé al lado de mi hijo, tratando de pensar en que haría ahora. Estaba superada, me sentía superada por todo lo que ocurría. Como si estuviera dentro de un huracán. Tomé aire, respirando profundamente. Mark me trajo un café expreso y bebí lentamente para calmarme.Kily se llevó el sobre y se lo mostró a Tanya. Ella también miró con algo de desagrado las imágenes.—Mami. —dijo Hawk, abrazándome.Lo abracé con fuerza. Mi pequeño, ahora podía abrazarlo cuanto quisiera. La alegría tapó la preocupación por unos segundos.—¿Tú me crees? —preguntó, haciéndome desconcertar.—No comprendo, hijo… —dije, abrazándolo sin parar, eso le fastidió, pero es que lo había echado tanto de menos.—Si tú me crees. Que desaparecí en la nube de humo. —dijo, mirándome con sev
Algo estaba ocurriendo. Algo que no alcanzaba a comprender. La imagen no se veía nada bien. Porque a pesar de que todos eran policías y antes me sentí segura aquí, algo cambió en sus miradas. Un brillo particular. Algo demasiado distinto.—Mark… —empecé a decir, tartamudeando, porque tenía miedo y no podía disimularlo en lo más mínimo.Mark seguía de pie, implacable, diciendo que nos marcharíamos.—No pueden irse. —dijo uno de ellos. —Tienen la obligación de quedarse hasta que los dos interrogatorios se realicen. Sepan disculpar, se que este es un momento complicado.Sentí un temblor de pies a cabeza. El hombre no parecía normal, sus ojos, los ojos me desconcertaban. Me moría de ganas de preguntarle a Mark o a mis amigos si también estaban viendo que no era normal. —Ya respondimos muchas preguntas. ¿No lo crees? —Mark comenzó a fastidiarse y cuando eso pasaba, pocas cosas lo hacían entrar en razón.Adren intervino.—Un solo interrogatorio más. Es a lo único que accederemos. Luego, ob
Estiré un poco los pies, era como si fuera lo único que podía mover con libertad. ¿Era posible que los nervios me estuvieran haciendo tanto daño a nivel físico? Escuchar las palabras de este hombre me dejaba en shock. Era nuestra culpa, todo esto era nuestra culpa. Yo no me di cuenta que la imaginación de mi hijo podía hacerle un gran daño. —Hiciste un amigo imaginario, Hawk. Un mago, para ser más preciso. Te escondiste, en un sitio en donde la policía no logró encontrarte. Tuviste suerte de que nadie te hiciera daño. En el mundo real, las personas pueden ser peligrosas. —El doctor observó a Hawk con severidad.Colocó un frasco con pastillas delante de mi hijo. Quise levantarme de la silla, pero el respaldo hizo una sensación extraña en mí. Como si estuviera pegada al respaldo, mi espalda sintió un estremecimiento. Esto no era normal. Nada estaba siendo normal.Escuché un sonido extraño. Un silbido que llegó a mis oídos y me irritó. Mis ojos comenzaron a querer cerrarse.—Sara. Puede
Narrador—Esta conspiración podría ser más de lo que temíamos. Más de lo que no temíamos en realidad. —Carol bebió de la champaña dulce, era de sus favoritas.La copa de cristal en su mano parecía brillar. Una copa labrada con pequeños engarces de oro. Ese resplandor dorado resplandecía. Ella estaba alterada, se notaba por su cabello. Parecía electrizarse cuando el estrés intentaba dominarla. Su peinado no era tan impecable como de costumbre. Sus ojos, se veían nerviosos.Le molestaba el hecho de que a pesar de contener en su cuerpo todo ese poder, las personas igual se le escurrieran, se le escaparan de entre los dedos. Impotencia, ese era el principal sentir. Una impotencia grande por no saber si debía matar a todos a diestra y siniestra para encontrar a los traidores.Quiso hacerlo. Una vocecita dentro de su cabeza le recordó que estaban cazando a las criaturas con magia desde hacia mucho. No era tan fácil como parecía. Esos engendros, como le gustaba llamarlos, eran escurridizos e
NarradorLos lobos blancos comenzaron a acorralar a Lena y a Cin. Gruñían, Cin jamás olvidaría el sonido de aquellos gruñidos feroces. Los lobos eran ancianos, quien sabe cuantos años tendrían cada uno de ellos. —No hemos venido a causar daño. —se apresuró en decir Lena, mirando a los ojos a los lobos y enfrentándolos.—¿A que han venido? ¿Cómo supieron de nuestro escondite? —preguntó otro de los lobos, gruñendo con ferocidad mostrando sus colmillos amarillentos.No eran colmillos blancos como los que poseían los lobos jóvenes. Estos lobos debían tener más de trescientos años. Sus ojos estaban cansados. El más viejo pasó al frente para olfatear a las recién llegadas. No iban a matarlas, eso estaba claro. Lena pensó que podrían echarlas y nada más, porque si las quisieran muertas ya las habrían atacado.—Nos trajo un pálido. —soltó Lena, con los ojos fijos en el lobo blanco, no iba a mentir, no tenía caso.Los gruñidos se multiplicaron a su alrededor. Por supuesto que eso ocurriría, l