Algo estaba ocurriendo. Algo que no alcanzaba a comprender. La imagen no se veía nada bien. Porque a pesar de que todos eran policías y antes me sentí segura aquí, algo cambió en sus miradas. Un brillo particular. Algo demasiado distinto.—Mark… —empecé a decir, tartamudeando, porque tenía miedo y no podía disimularlo en lo más mínimo.Mark seguía de pie, implacable, diciendo que nos marcharíamos.—No pueden irse. —dijo uno de ellos. —Tienen la obligación de quedarse hasta que los dos interrogatorios se realicen. Sepan disculpar, se que este es un momento complicado.Sentí un temblor de pies a cabeza. El hombre no parecía normal, sus ojos, los ojos me desconcertaban. Me moría de ganas de preguntarle a Mark o a mis amigos si también estaban viendo que no era normal. —Ya respondimos muchas preguntas. ¿No lo crees? —Mark comenzó a fastidiarse y cuando eso pasaba, pocas cosas lo hacían entrar en razón.Adren intervino.—Un solo interrogatorio más. Es a lo único que accederemos. Luego, ob
Estiré un poco los pies, era como si fuera lo único que podía mover con libertad. ¿Era posible que los nervios me estuvieran haciendo tanto daño a nivel físico? Escuchar las palabras de este hombre me dejaba en shock. Era nuestra culpa, todo esto era nuestra culpa. Yo no me di cuenta que la imaginación de mi hijo podía hacerle un gran daño. —Hiciste un amigo imaginario, Hawk. Un mago, para ser más preciso. Te escondiste, en un sitio en donde la policía no logró encontrarte. Tuviste suerte de que nadie te hiciera daño. En el mundo real, las personas pueden ser peligrosas. —El doctor observó a Hawk con severidad.Colocó un frasco con pastillas delante de mi hijo. Quise levantarme de la silla, pero el respaldo hizo una sensación extraña en mí. Como si estuviera pegada al respaldo, mi espalda sintió un estremecimiento. Esto no era normal. Nada estaba siendo normal.Escuché un sonido extraño. Un silbido que llegó a mis oídos y me irritó. Mis ojos comenzaron a querer cerrarse.—Sara. Puede
Narrador—Esta conspiración podría ser más de lo que temíamos. Más de lo que no temíamos en realidad. —Carol bebió de la champaña dulce, era de sus favoritas.La copa de cristal en su mano parecía brillar. Una copa labrada con pequeños engarces de oro. Ese resplandor dorado resplandecía. Ella estaba alterada, se notaba por su cabello. Parecía electrizarse cuando el estrés intentaba dominarla. Su peinado no era tan impecable como de costumbre. Sus ojos, se veían nerviosos.Le molestaba el hecho de que a pesar de contener en su cuerpo todo ese poder, las personas igual se le escurrieran, se le escaparan de entre los dedos. Impotencia, ese era el principal sentir. Una impotencia grande por no saber si debía matar a todos a diestra y siniestra para encontrar a los traidores.Quiso hacerlo. Una vocecita dentro de su cabeza le recordó que estaban cazando a las criaturas con magia desde hacia mucho. No era tan fácil como parecía. Esos engendros, como le gustaba llamarlos, eran escurridizos e
NarradorLos lobos blancos comenzaron a acorralar a Lena y a Cin. Gruñían, Cin jamás olvidaría el sonido de aquellos gruñidos feroces. Los lobos eran ancianos, quien sabe cuantos años tendrían cada uno de ellos. —No hemos venido a causar daño. —se apresuró en decir Lena, mirando a los ojos a los lobos y enfrentándolos.—¿A que han venido? ¿Cómo supieron de nuestro escondite? —preguntó otro de los lobos, gruñendo con ferocidad mostrando sus colmillos amarillentos.No eran colmillos blancos como los que poseían los lobos jóvenes. Estos lobos debían tener más de trescientos años. Sus ojos estaban cansados. El más viejo pasó al frente para olfatear a las recién llegadas. No iban a matarlas, eso estaba claro. Lena pensó que podrían echarlas y nada más, porque si las quisieran muertas ya las habrían atacado.—Nos trajo un pálido. —soltó Lena, con los ojos fijos en el lobo blanco, no iba a mentir, no tenía caso.Los gruñidos se multiplicaron a su alrededor. Por supuesto que eso ocurriría, l
SaraSubimos al auto con mi esposo e hijo. Sentarme en mi auto fue como volver a aterrizar dentro de mi propio cuerpo. Como si todo estuviera volviendo ahora mismo a la normalidad. Respiré profundo.—Dios, que bueno es volver. —dije, aferrándome al asiento. Habíamos tenido situaciones tan estresantes.Hawk directamente estaba durmiendo, sobre una de las almohadas que había en la parte de atrás. Me daba una gran felicidad verlo allí, durmiendo, a salvo.Detrás de nosotros, Adren venía con Tanya y Kily. Y detrás de ellos, las patrullas de los policías que nos iban a seguir todo el tiempo. Pero al menos aquí, en el auto, podíamos hablar solo los dos.Mi esposo respiró profundamente también. En nuestro auto se sentía una enorme paz. Llegar a un acuerdo fue algo positivo.—Me siento libre. —dijo, sonriendo, dándome la mano. —Como despertar de una pesadilla. Te veo a ti y a nuestro hijo, soy feliz.Sonrió, entrecerrando sus ojos tan bonitos. Como amaba cuando tenía esa expresión tan bonita
NarradorJulius partió con el grupo de cacería. Era tiempo de hacer una limpieza de brujas en la zona este. Buscó reunir una cierta cantidad de información que lo acercara a los escondites. Algunas brujas andaban en grupo, otras, en soledad. Ahora, en la actualidad, muchos buscaban esconderse, vivir huyendo, el camino se hacía mucho más solitario.—¿Qué es lo que sabes en detalle? —preguntó Julius, a uno de los exploradores.El pálido se llamaba Dariel, no era tan antiguo, hacía poco lo reclutó para explorar por su amplia capacidad de rastreo. Era muy veloz. Poseía amplias capacidades para rastrear así fuera de a kilómetros de distancia. Podía, además, camuflarse entre humanos sin problemas. Su apariencia era más parecida a la de un humano.Llevaba el cabello corto, de color rubio ceniza y tenía los ojos cafés. No era tan delgado como los demás pálidos. Su rostro era notablemente más saludable.—Se ha visto la presencia extraña de una mujer que dice poder hablar con el viento. Una muj
—Mariana debe estar avanzando. No responde las llamadas… —respondió Marie, que estaba tratando de no cundir el pánico.El resto del grupo no parecía animado. Nadie quería decirlo en voz alta. Pero cuando alguien no respondía las llamadas no era buena señal. Cuando Mariana sugirió aceptar los consejos de la mujer misteriosa que decía tener información, nadie quiso aceptar. Sobre todo, porque el gran reinado era peligroso. Ellos podían escucharlo todo.Los pálidos estaban detrás de la puerta. A tan solo un paso de asesinarlos a todos. O al menos, de hacerlos sufrir un verdadero infierno.—Marie, debes estar lista por si Mariana no regresa. Nos metimos en líos. —fue Rick quien habló, debía tener unos treinta años. —Nos metimos en un problema desde que aceptaron que esa mujer nos diera información.—No es una mujer cualquiera. Es una poderosa mujer, una bruja, aunque la palabra me suene terriblemente ofensiva. —soltó ella, con rabia, apretando los puños. —¿No es para eso que hacemos todo
SaraEscuchar las palabras de Tanya me hicieron helar la sangre. Un temblor quiso invadirme y lo detuve en el acto. Bebí del té, ya era mi segunda taza. El calor me hizo bien.Me controlé. Estaba actuando de un modo demasiado preocupante. Me estaba dejando llevar por pensamientos de locura.—Lo siento, estoy actuando como una loca. —le dije a Tanya, con la mirada cansada.Me dejé caer sobre una de las sillas. Ella se sentó a mi lado. Miré como, en la sala, Mark estaba viendo la televisión con Hawk. Escogieron su película favorita para ver juntos.Esto era una vida normal. Todo debía tener una explicación lógica que no quería aceptar. Vitaminas, me estaba negando a darle unas simples vitaminas a mi hijo.—Es normal que te sientas sobrepasada. Sara, esto ha sido difícil. —Tanya me miró a los ojos con profundidad. Luego, me tomó la mano. —Lo comprendo, no imagino lo doloroso que fue para ti que te arrebataran así a tu pequeño. Es tu hijo, es totalmente entendible que te sientas mal ahora