Una vez que Abel y Malú, se quedaron solos, él aprovechó para asegurar la cerradura, tomó a su mujer entre sus brazos, la acorraló contra una de las paredes y la besó sin piedad. Malú se retorció de placer contra el muro, clavó sus uñas en los brazos de él, mientras sentía las manos de Abel, levantando la falda de su vestido, acariciando sus muslos. —Me has hecho mucha falta —susurró al oído de ella. —Tú a mi igual —respondió Malú, y de inmediato lo jaló de la correa del pantalón, y lo apretó a ella, así pudo sentir el miembro endurecido de su marido, punzando en su humedecido centro, restregó las caderas sobre el falo, y Abel emitió un ronco gruñido. ****—Hola, Marcela —dijo una voz familiar afuera de la oficina de Abel. —¡Señora Leticia! —exclamó con emoción se puso de pie y la abrazó. —¡Qué alegría verla recuperada! —Muchas gracias. —Sonrió Leticia. —¿Se encuentra Abel? —indagó y sintió como su corazón se agitaba. Marcela frunció los labios. —Sí está, pero algo ocupado —ex
Minutos después las gemelas bailaron varias piezas con sus familiares, compartían la celebración intentando disimular su tristeza. Entonces Joaquín les pidió pasar al escenario a ambas, les dedicó unas frases de cariño, y las abrazó con fuerza. Y enseguida se alejó y las dos se quedaron para recibir la serenata. Los mariachis ingresaron, entonando las notas de: «María bonita by Agustín Lara» —Yo no pedí esa canción —dijo Joaquín a su esposa, contrariado. Ella presionó sus labios se quedó en silencio. Cuando el vocalista del mariachi iba a entonar la primera línea, una voz que Malú conocía a la perfección se hizo escuchar. —Acuérdate de Acapulco, de aquellas noches, María bonita, María del alma. Acuérdate que en la playa, con tus manitas las estrellitas, las enjuagabas…—entonó y se iba acercando a Malú. El corazón de María Luisa retumbó en el pecho, la mirada se le iluminó, sus labios perfilaron una amplia sonrisa. —Mi diablo —susurró y cuando lo tuvo frente a ella, lo miró
El corazón de Eduardo dio un brinco en el pecho, sacudió la cabeza, pensó que todo era una alucinación, y que estaba soñando despierto. Miró en la mano izquierda de Mafer el anillo que él le colocó en las flores. —¿No vas a decir nada? —reclamó Mafer. —¿Eres real? —indagó él, aun sin poder reaccionar. Mafer arrugó el ceño. —Claro que soy real, y vine a buscarme, me has hecho correr por todo Manizales —resopló. Eduardo soltó el aire que estaba conteniendo. —Debo comprobar que no estoy soñando —dijo ladeando los labios, entonces se puso de pie, se reflejó en esos orbes azules que lo hechizaron desde el primer instante, y antes de que ella pudiera decir algo, él la tomó con el brazo que tenía libre, la estrechó a su cuerpo, y juntó sus labios a los de María Fernanda, con desesperación. Mafer suspiró dentro de la boca de él, abrió sus labios y sintió la cálida lengua de Eduardo acariciando la suya, con el brazo libre, le rodeó el cuello, y correspondió a su beso con la misma intens
Malú sintió un temblor en su cuerpo, desde el día que cayó por las escaleras, no había vuelto a rayito de luna, suspiró profundo, observó a Abel. —Dame tu mano y no me sueltes —solicitó. Abel deglutió la saliva con dificultad, se aproximó a ella conmovido, la agarró de la mano. —Jamás te soltaré, siempre me tendrás a tu lado para ser tu pilar, en mí podrás apoyarte todo el tiempo, no temas, no dejaré que te derrumbes. Las palabras de Abel se colaron en el alma de Malú, inspiró profundo, se armó de valor y de la mano de él, se atrevió a entrar a la finca. La mirada de Malú se cristalizó, rayito de luna estaba tal como lo había soñado. Frente a la casa, estaba el hermoso jardín, el camino a la residencia estaba perfectamente encementado, y con cada paso que ella daba se iban encendiendo luces en el piso iluminando el sendero. El corazón le latía desbocado, y cuando entró a la residencia, sus labios se separaron. La sala tenía un enorme ventanal que daba directo al jardín posteri
—¡Dos bodas en la hacienda! —exclamó Paz—, pues hay que organizarlas —mencionó. —Felicidades —dijo Abel a su amigo y a su cuñada Mafer, y luego se quedó pensativo—, o más bien tendré que darte el pésame —bromeó. —Lo mismo digo yo. —Eduardo miró a Malú, y luego abrazó a Mafer—, a mí solamente mi futura esposa me tendrá esposado a ella, pero a ti, la tuya es capaz de dejarte sin descendencia. —Carcajeó. —Por esa razón si yo fuera ustedes dos. —Joaquín los señaló a ambos con la mano—, pensaría dos veces antes de casarse con mis hijas, no acepto quejas, ni devoluciones después —bromeó. —¡Papá! —exclamó Mafer. Malú carcajeó y se acercó a él, con la mirada brillante y una emoción que no le cabía en el pecho. —Tienes que venir a ver algo, es urgente. —Lo haló de la mano. —Malú ten cuidado con tu papá, no me lo estropees —advirtió la señora Duque.—Vengan todos, por favor —solicitó emocionada como una niña pequeña. —Vamos pues —dijo Joaquín. Instantes más tarde los seis ingresaron a
Días después. —Cuídate mucho. —Mafer abrazó a Jorge. Luego de que él se disculpó con la familia, y explicó los motivos por los cuales actuó de esa forma, decidió irse un tiempo a estudiar una especialización en el extranjero. —También tú, deseo que seas muy feliz con el español —habló con sinceridad.Mafer esbozó una amplia sonrisa. —Y yo espero que las cosas con Karina se solucionen. —Besó su mejilla. —Hay que darle tiempo al tiempo —contestó él, besó la frente de Mafer y se marchó. Mafer se quedó en la puerta, suspiró profundo. —Ojalá logres ser tan feliz como yo —auguró, y entró a su casa, corrió a su alcoba, necesitaba finalizar de preparar su equipaje, había aceptado la invitación de Eduardo de ir a Barcelona, conocer su empresa, su vida en Europa. ****Horas más tarde, la junta directiva en el consorcio se dio por finalizada. Los resultados de los estados financieros eran muy alentadores, la empresa se iba recuperando de las pérdidas del año pasado, aunque la cosecha del
Abel la tomó de la mano, la llevó frente a la chimenea que estaba encendida, se sentó en el piso, y le hizo espacio a Malú en medio de sus piernas, la chica se acomodó y recargó su espalda en el pecho de su marido. «Vamos a dejarlo todo atrás by Ricardo Montaner» se empezó a escuchar en las bocinas del reproductor de música. —Cuéntame, ¿qué te angustia?Abel soltó un resoplido, mientras escuchaba la melodía. —Nos han quitado los permisos para contratar con el gobierno español. Malú sintió un escalofrío recorrer su médula espinal, giró su rostro a Abel, lo miró con los ojos bien abiertos. —¡Eso es muy grave! —exclamó. —¿Conoces los motivos?Abel negó con la cabeza. —Eduardo ya va a investigar, espero se solucione pronto. Malú parpadeó, y se quedó pensativa. —Eso puede traer implicaciones graves a tu constructora —indicó y resopló—, no puedes quedarte de brazos cruzados, debemos saber qué está ocurriendo, debemos ir a España —aseveró agitada. —Tienes razón. ¿Vendrías conmigo? —
Ella negó con la cabeza, sabía lo que venía después, ejerció más presión en aquella tiesa vaina. Abel se removió, gruñó y su cimiente empezó a brotar, Malú se retiró, en sus labios había restos de aquella blanquecina sustancia, observó a su marido a los ojos, y saboreó su semilla. —Voy a enloquecer, si no me desatas —habló con voz ronca. Malú comprendió el mensaje, de nuevo estaba a horcajadas encima de él, le retiró las esposas, y en menos de un minuto su cuerpo estaba bajo el de Abel. —Ahora es mi turno, ya me llevaste al infierno, y yo te arrastraré conmigo —aseguró. Con los dientes le retiró el brasier, su boca embutió uno de sus firmes senos, lo lamió, chupó, mordisqueó, y sintió a su mujer vibrar bajo su piel, luego le brindó la misma atención a su otro seno. Gemidos llenos de placer salían de la boca de María Luisa, él descendió por su plano abdomen, de un tirón le retiró las bragas, miró su bien depilado sexo, se mojó los labios, y hundió su lengua entre sus delicados