¿Qué estarán planeando Abel y Eduardo?
New York - Usa. La mansión de la familia Vidal, volvió a llenarse de alegría. Para Diana y Rodrigo, los padres de María Paz, parecía que el tiempo había retrocedido, se remontaron a la época de niñez de sus tres hijos, ahora convertidos en padres, y dos de ellos hasta en abuelos.—¿Y ustedes cuando nos darán la noticia de que serán abuelos? —indagó don Rodrigo a su hija y yerno. Joaquín Duque se atragantó con la saliva, empezó a toser. —Eso jamás —rebatió—, yo no me veo corriendo detrás de unos pequeños diablillos en la hacienda —resopló, y negó con la cabeza, miró con atención a sus hijos—, ustedes ya saben lo que puede ocurrir si me salen con el domingo siete: los castro. Mike se cubrió la entrepierna, Juan Andrés, ladeó los labios. —Tranquilo papá, yo me haré la vasectomía, eso de sobre poblar el planeta no está en mis planes —expuso con sinceridad. —Menos mal —rebatió Majo—, por qué con la vida desordenada que llevas, no serías un buen ejemplo para tus hijos, es más ¿con qué
Mafer se hallaba en las bodegas de la hacienda, revisaba que las guías de remisión y facturas estuvieran en orden, mientras los estibadores cargaban los sacos de café en los camiones. —Suban con cuidado los sacos —ordenó, y mientras revisaba las guías no percibió la presencia de alguien que se aproximó a ella, y colocó una rosa frente a sus ojos. Mafer se sobresaltó, elevó su rostro, y miró a Jorge. —Me has estado evadiendo desde que llegaste de New York —dijo él. —No es eso, he tenido mucho trabajo, estamos vueltos locos con los envíos y la cosecha —advirtió. —¿Te gustaría ir a cenar conmigo? —indagó Jorge, y la contempló. —Está bien, pasa por mí a las ocho —respondió y volvió a su tarea. Jorge no se iba a dar por vencido, no le agradó la frialdad de ella, entonces acercó sus labios, intentó besarla, pero ella se esquivó. El médico sintió un pinchazo en el pecho al sentir su rechazo. —¿Por qué te portas así conmigo? —cuestionó con seriedad—, antes era diferente, morías
«Un bebé» retumbó en el cerebro y el corazón de Abel, y de inmediato la mirada le brilló, su pecho se agitó, abrazó conmovido a Malú. —Es una propuesta a la cual jamás me negaría —respondió, inhaló profundo, la observó a los ojos—, me encantaría tener un bebé contigo, que tuviera el mismo color de tus ojos —expresó y luego la tomó de las manos—; pero no deseo presionarte, no es el momento, tú tienes demasiado trabajo en este momento, desde que te conocí me comentaste del anhelo que tienes de convertir a la empresa de tu familia en la más grande exportadora de café, no quiero que tus sueños se vean truncados por complacer uno de los míos —explicó—, soy feliz a tu lado, verte sonreír con tus triunfos llena mi alma, no me gustaría verte triste, llorando deprimida, porque volvamos a perder un bebé, o no logremos concebir, no deseo eso para ti —confesó. Los ojos de Malú se hallaban anegados de lágrimas, su pecho subía y bajaba agitado, las palabras de Abel estremecieron su alma, su cora
—No soy nadie para oponerme, y tu papá tampoco, aunque no esté de acuerdo, siempre ha aceptado sus decisiones —mencionó con una sonrisa—, antes de tu viaje deseo que hagas algo. —La miró a los ojos—, quiero que seas responsable en todos tus actos, estás muy enamorada y no conocemos a ese hombre, así que iremos a tomar las debidas precauciones. Las mejillas de Mafer se volvieron carmín, asintió. —Tienes razón, mamá, eso es muy importante, sobre todo porque le propuse a Malú, prestarle mi vientre —confesó—, si Eduardo quiere seguir conmigo, deberá aceptar que haga eso por mi hermana. María Paz parpadeó conmovida, el corazón se le agitó, se levantó y estrechó en un fuerte abrazo a su hija. —Es el acto más noble que puedes tener con Malú, pero si tienes una pareja debes hablar con él, recuerda que todo acto, bueno o malo, tiene consecuencias —recomendó. —¿Malú está de acuerdo?Mafer se separó del cuerpo de su mamá. —No aceptó, pero espero que más adelante diga que sí. —Comprendo la
Una vez que Abel y Malú, se quedaron solos, él aprovechó para asegurar la cerradura, tomó a su mujer entre sus brazos, la acorraló contra una de las paredes y la besó sin piedad. Malú se retorció de placer contra el muro, clavó sus uñas en los brazos de él, mientras sentía las manos de Abel, levantando la falda de su vestido, acariciando sus muslos. —Me has hecho mucha falta —susurró al oído de ella. —Tú a mi igual —respondió Malú, y de inmediato lo jaló de la correa del pantalón, y lo apretó a ella, así pudo sentir el miembro endurecido de su marido, punzando en su humedecido centro, restregó las caderas sobre el falo, y Abel emitió un ronco gruñido. ****—Hola, Marcela —dijo una voz familiar afuera de la oficina de Abel. —¡Señora Leticia! —exclamó con emoción se puso de pie y la abrazó. —¡Qué alegría verla recuperada! —Muchas gracias. —Sonrió Leticia. —¿Se encuentra Abel? —indagó y sintió como su corazón se agitaba. Marcela frunció los labios. —Sí está, pero algo ocupado —ex
Minutos después las gemelas bailaron varias piezas con sus familiares, compartían la celebración intentando disimular su tristeza. Entonces Joaquín les pidió pasar al escenario a ambas, les dedicó unas frases de cariño, y las abrazó con fuerza. Y enseguida se alejó y las dos se quedaron para recibir la serenata. Los mariachis ingresaron, entonando las notas de: «María bonita by Agustín Lara» —Yo no pedí esa canción —dijo Joaquín a su esposa, contrariado. Ella presionó sus labios se quedó en silencio. Cuando el vocalista del mariachi iba a entonar la primera línea, una voz que Malú conocía a la perfección se hizo escuchar. —Acuérdate de Acapulco, de aquellas noches, María bonita, María del alma. Acuérdate que en la playa, con tus manitas las estrellitas, las enjuagabas…—entonó y se iba acercando a Malú. El corazón de María Luisa retumbó en el pecho, la mirada se le iluminó, sus labios perfilaron una amplia sonrisa. —Mi diablo —susurró y cuando lo tuvo frente a ella, lo miró
El corazón de Eduardo dio un brinco en el pecho, sacudió la cabeza, pensó que todo era una alucinación, y que estaba soñando despierto. Miró en la mano izquierda de Mafer el anillo que él le colocó en las flores. —¿No vas a decir nada? —reclamó Mafer. —¿Eres real? —indagó él, aun sin poder reaccionar. Mafer arrugó el ceño. —Claro que soy real, y vine a buscarme, me has hecho correr por todo Manizales —resopló. Eduardo soltó el aire que estaba conteniendo. —Debo comprobar que no estoy soñando —dijo ladeando los labios, entonces se puso de pie, se reflejó en esos orbes azules que lo hechizaron desde el primer instante, y antes de que ella pudiera decir algo, él la tomó con el brazo que tenía libre, la estrechó a su cuerpo, y juntó sus labios a los de María Fernanda, con desesperación. Mafer suspiró dentro de la boca de él, abrió sus labios y sintió la cálida lengua de Eduardo acariciando la suya, con el brazo libre, le rodeó el cuello, y correspondió a su beso con la misma intens
Malú sintió un temblor en su cuerpo, desde el día que cayó por las escaleras, no había vuelto a rayito de luna, suspiró profundo, observó a Abel. —Dame tu mano y no me sueltes —solicitó. Abel deglutió la saliva con dificultad, se aproximó a ella conmovido, la agarró de la mano. —Jamás te soltaré, siempre me tendrás a tu lado para ser tu pilar, en mí podrás apoyarte todo el tiempo, no temas, no dejaré que te derrumbes. Las palabras de Abel se colaron en el alma de Malú, inspiró profundo, se armó de valor y de la mano de él, se atrevió a entrar a la finca. La mirada de Malú se cristalizó, rayito de luna estaba tal como lo había soñado. Frente a la casa, estaba el hermoso jardín, el camino a la residencia estaba perfectamente encementado, y con cada paso que ella daba se iban encendiendo luces en el piso iluminando el sendero. El corazón le latía desbocado, y cuando entró a la residencia, sus labios se separaron. La sala tenía un enorme ventanal que daba directo al jardín posteri