Déjame tu opinión aquí, significa mucho para mí.
Andrew llegó a la oficina unos minutos después de Valery, quien lo había dejado comiendo el polvo tras su altercado de la mañana. Todavía tenía la sangre hirviéndole de rabia, pero no hacia ella, sino consigo mismo y con Sophia.En su interior, se devanaba los sesos por saber cómo desenmascararla, y aunque aún no tenía la respuesta, algo se le ocurriría. Suficientes problemas tenía ya con la sombra de su hermano que aparecería en cualquier momento, como para sumarle a la farsa de un embarazo que no era suyo.Con un rictus de perros y un cabreo descomunal, atravesó las puertas del elevador para encontrar a su flamante esposa fresca como una lechuga, tecleando en su ordenador. Parecía que no había discutido hacía poco.—Tiene junta con el comité, señor Davis —le informó, sin mirarlo a los ojos.A pesar de haberla visto hacía unos momentos, la encontró más ardiente que nunca. Se había soltado su hermosa cabellera castaña y su labial era del mismo tono rojo pasión que su vestido.De no ha
—¡Andrew! ¡Espera! —lo llamó, Valery, desesperada por alcanzarle, pero apenas podía caminar con los tacones y aún no se había recuperado del todo de la resaca, por lo que aún estaba algo débil.Jadeante, pudo tirar de la manga de su camisa justo cuando entraban al elevador para dirigirse al estacionamiento subterráneo.—¿Ahora quieres hablar conmigo? —preguntó, molesto, sin mirarla a los ojos.Tenía tanta ira que se atrevía a golpear a cualquiera que se le pusiera enfrente, por lo que trató de contenerse para no decir algo de lo que luego se arrepintiera.Después de todo, ella no era la responsable de ninguno de sus problemas.—No puedes irte así, no estás bien.—Como si te importara… —gruñó entre los dientes, al llegar al parqueo. —Regresa al trabajo y déjame solo, Valery. No necesito tu compasión ni la de nadie. Si querías hablar conmigo, pudiste haberlo hecho en casa y no ahora. Sin esperarla, salió a toda prisa en dirección a su auto. Quería escapar, quería huir de ese infierno
—¿Es que no tienes gracia para comer? —le preguntó Sophia con gesto desagradable al ver a Jason engullir sin receso. Parecía como que había estado preso y nunca había visto panqueques antes, así que ella lo miró por encima del hombro con asco.No había nada en él que le despertara interés, salvo el único motivo de embarazarse de él para engañar a Nick, pero luego de ahí, era un hombre insulso, carente de todo el carisma y gracia que tenía su adorado Davis.Ante el claro insulto y la mirada despectiva, Jason se encogió de hombros.—Si no te gustan mis modales, puedes irte si quieres. Después de todo, ha sido tu idea sacarme de casa antes de comer algo. El desayuno es la comida más importante del día —recordó como buen médico.Ella rodó los ojos y le dio un sorbo a su jugo verde. Contrario a su acompañante, ella no se daba el lujo de ingerir carbohidratos ni azúcar nunca para poder mantener su figura esbelta, a pesar de que se moría de ganas de darle un mordisco a los panqueques.Miró
—¿Qué es lo que traes entre manos? —preguntó Valery desde el asiento del copiloto. Tenían ya un par de horas de camino y no tenía ni idea de donde se dirigían, pero Andrew sonrió enigmáticamente mientras negaba con la cabeza. —¿Confías en mí? —Técnicamente —ella bromeó. —Entonces déjate llevar, pequeña. Ya casi llegamos a nuestro destino. Valery guardó silencio y asintió con la cabeza, a la vez que contemplaba el maravilloso paisaje de la naturaleza. El sol brillaba con la última fuerza de la tarde y hacía frío en el exterior, propio del inicio del otoño. De hecho, de no ser por la calefacción del auto, probablemente se estaría congelando. A pesar de sus sospechas, no lograba descifrar qué tenía Andrew planeado, ya que, tras salir de la oficina, no le había revelado nada, salvo una pequeña parada técnica en casa. Tomó la salida en dirección a la montaña y ella se giró para verle. —¿Es que vamos a hacer senderismo a estas horas? —Algo mucho mejor —le aseguró él con una sonrisa.
Andrew se estiró entre las sábanas cuando la luz de la mañana bañó la habitación. Se sentía gloriosamente descansado tras una noche única como la que había tenido: había hecho el amor con Valery varias veces, y aunque su cuerpo estaba algo agotado, su ánimo estaba en las nubes.Con los ojos todavía cerrados, extendió su brazo para acariciar a su esposa, pero se sorprendió al encontrar la cama vacía. A su lado estaban las sábanas frías y se temió lo peor.De un salto se puso de pie y la buscó por todas partes creyendo que ella se había marchado.—¡Valery! —la llamó desde la sala.—Estoy aquí —su voz apagada se escuchó desde el baño y él corrió desnudo hasta encontrarla.Su angustia desapareció para dar lugar a la preocupación. En el suelo de manera, envuelta en su camisa y con el pelo alborotado, estaba ella junto al inodoro.Su rostro estaba pálido y evidentemente había vomitado.—¿Qué haces ahí, pequeña? —se agachó a su lado para acariciar su frente.—Anoche desperté a buscar algo de
El olor a desinfectante era lo único que podía apreciar mientras esperaba en el pasillo a que la llamaran por su nombre. Estaba sola, al haber descartado la idea de acudir a su familia para que la apoyara, y que su esposo se negara a contestar todas sus llamadas. De la puerta blanca, una enfermera salió y la invitó a pasar. —Señora Davis, acompáñenos, por favor. La clínica de maternidad estaba algo vacía por ser fin de semana, y aún así Valery sintió que los escasos visitantes que había, la miraban con escrutinio. —Tome asiento, el doctor le atenderá en un momento. La enfermera se dirigió a su escritorio, donde redactaba energéticamente desde el ordenador. Ella estaba nerviosa, es más, sentía el corazón latirle con fuerza en el pecho, mientras se aferraba a las tiras de su costoso bolso, regalo de Andrew. Por fuera parecía una señora cualquiera de esas adineradas que parecieran tener el mundo revuelto, pero por dentro, sentía el alma rota. Su matrimonio era una farsa y su espos
Andrew se quedó de piedra al estacionarse frente a su casa y ver la larga fila de vehículos estacionados en el interior.La suave música de los violines llegaba al exterior, todas las luces de la casa estaban encendidas y el murmullo de voces daban clara evidencia de lo que se trataba: había una fiesta.Por un instante pensó que se trataba de obra de Valery, pero al ver el auto de su padre, supo que el señor Davis tuviera que ver con todo esto. Con una exhalación bajó de su auto para enfrentarlo.—¡Hijo mío! Hasta que finalmente apareces, aunque debo decir que tus fachas son deplorables.Las palabras de Albert le causaron el mismo efecto que hubiera tenido una espina en la planta de los pies. Con un mohín, vio a su alrededor el tumulto de gente que invadía su casa, y buscó las palabras para responder.—¿Se puede saber de qué se trata todo esto? Creí que habíamos acordado que dejarías de inmiscuirte en mi casa.Echó un vistazo a su alrededor, de vista conocía a la mayoría de los invita
Nicolas se aferró a la cintura de Valery con fuerza y la besó con posesión sin importarle la presencia de los invitados, en un gesto totalmente impropio de él. Por su parte, ella mantuvo los labios sellados, incapaz de reaccionar a esa muestra tan agresiva de afecto. Cuando la hubo soltado, Valery sintió el rubor de la vergüenza subirle por el cuello hasta las mejillas. Para ella, aquello era una humillación disfrazada de festejo y aunque muchos pudieran sorprenderse de la aparición de los dos hermanos, ella sabía que en el fondo estaba en mitad de un duelo.Estaba claro que Nick se estaba vengando por haber usurpado su lugar, pero lo peor era que la usara a ella como moneda de cambio para salirse con la suya.Su embarazo era algo secreto, así que no entendía cómo rayos pudo haberse enterado y peor aún, qué necesidad había de hacerlo público. Ni siquiera había tenido la oportunidad de contarle a Andrew, y que se enterara de esta manera era algo cruel, propio de la venganza. En su