—¿Es que no tienes gracia para comer? —le preguntó Sophia con gesto desagradable al ver a Jason engullir sin receso. Parecía como que había estado preso y nunca había visto panqueques antes, así que ella lo miró por encima del hombro con asco.No había nada en él que le despertara interés, salvo el único motivo de embarazarse de él para engañar a Nick, pero luego de ahí, era un hombre insulso, carente de todo el carisma y gracia que tenía su adorado Davis.Ante el claro insulto y la mirada despectiva, Jason se encogió de hombros.—Si no te gustan mis modales, puedes irte si quieres. Después de todo, ha sido tu idea sacarme de casa antes de comer algo. El desayuno es la comida más importante del día —recordó como buen médico.Ella rodó los ojos y le dio un sorbo a su jugo verde. Contrario a su acompañante, ella no se daba el lujo de ingerir carbohidratos ni azúcar nunca para poder mantener su figura esbelta, a pesar de que se moría de ganas de darle un mordisco a los panqueques.Miró
—¿Qué es lo que traes entre manos? —preguntó Valery desde el asiento del copiloto. Tenían ya un par de horas de camino y no tenía ni idea de donde se dirigían, pero Andrew sonrió enigmáticamente mientras negaba con la cabeza. —¿Confías en mí? —Técnicamente —ella bromeó. —Entonces déjate llevar, pequeña. Ya casi llegamos a nuestro destino. Valery guardó silencio y asintió con la cabeza, a la vez que contemplaba el maravilloso paisaje de la naturaleza. El sol brillaba con la última fuerza de la tarde y hacía frío en el exterior, propio del inicio del otoño. De hecho, de no ser por la calefacción del auto, probablemente se estaría congelando. A pesar de sus sospechas, no lograba descifrar qué tenía Andrew planeado, ya que, tras salir de la oficina, no le había revelado nada, salvo una pequeña parada técnica en casa. Tomó la salida en dirección a la montaña y ella se giró para verle. —¿Es que vamos a hacer senderismo a estas horas? —Algo mucho mejor —le aseguró él con una sonrisa.
Andrew se estiró entre las sábanas cuando la luz de la mañana bañó la habitación. Se sentía gloriosamente descansado tras una noche única como la que había tenido: había hecho el amor con Valery varias veces, y aunque su cuerpo estaba algo agotado, su ánimo estaba en las nubes.Con los ojos todavía cerrados, extendió su brazo para acariciar a su esposa, pero se sorprendió al encontrar la cama vacía. A su lado estaban las sábanas frías y se temió lo peor.De un salto se puso de pie y la buscó por todas partes creyendo que ella se había marchado.—¡Valery! —la llamó desde la sala.—Estoy aquí —su voz apagada se escuchó desde el baño y él corrió desnudo hasta encontrarla.Su angustia desapareció para dar lugar a la preocupación. En el suelo de manera, envuelta en su camisa y con el pelo alborotado, estaba ella junto al inodoro.Su rostro estaba pálido y evidentemente había vomitado.—¿Qué haces ahí, pequeña? —se agachó a su lado para acariciar su frente.—Anoche desperté a buscar algo de
El olor a desinfectante era lo único que podía apreciar mientras esperaba en el pasillo a que la llamaran por su nombre. Estaba sola, al haber descartado la idea de acudir a su familia para que la apoyara, y que su esposo se negara a contestar todas sus llamadas. De la puerta blanca, una enfermera salió y la invitó a pasar. —Señora Davis, acompáñenos, por favor. La clínica de maternidad estaba algo vacía por ser fin de semana, y aún así Valery sintió que los escasos visitantes que había, la miraban con escrutinio. —Tome asiento, el doctor le atenderá en un momento. La enfermera se dirigió a su escritorio, donde redactaba energéticamente desde el ordenador. Ella estaba nerviosa, es más, sentía el corazón latirle con fuerza en el pecho, mientras se aferraba a las tiras de su costoso bolso, regalo de Andrew. Por fuera parecía una señora cualquiera de esas adineradas que parecieran tener el mundo revuelto, pero por dentro, sentía el alma rota. Su matrimonio era una farsa y su espos
Andrew se quedó de piedra al estacionarse frente a su casa y ver la larga fila de vehículos estacionados en el interior.La suave música de los violines llegaba al exterior, todas las luces de la casa estaban encendidas y el murmullo de voces daban clara evidencia de lo que se trataba: había una fiesta.Por un instante pensó que se trataba de obra de Valery, pero al ver el auto de su padre, supo que el señor Davis tuviera que ver con todo esto. Con una exhalación bajó de su auto para enfrentarlo.—¡Hijo mío! Hasta que finalmente apareces, aunque debo decir que tus fachas son deplorables.Las palabras de Albert le causaron el mismo efecto que hubiera tenido una espina en la planta de los pies. Con un mohín, vio a su alrededor el tumulto de gente que invadía su casa, y buscó las palabras para responder.—¿Se puede saber de qué se trata todo esto? Creí que habíamos acordado que dejarías de inmiscuirte en mi casa.Echó un vistazo a su alrededor, de vista conocía a la mayoría de los invita
Nicolas se aferró a la cintura de Valery con fuerza y la besó con posesión sin importarle la presencia de los invitados, en un gesto totalmente impropio de él. Por su parte, ella mantuvo los labios sellados, incapaz de reaccionar a esa muestra tan agresiva de afecto. Cuando la hubo soltado, Valery sintió el rubor de la vergüenza subirle por el cuello hasta las mejillas. Para ella, aquello era una humillación disfrazada de festejo y aunque muchos pudieran sorprenderse de la aparición de los dos hermanos, ella sabía que en el fondo estaba en mitad de un duelo.Estaba claro que Nick se estaba vengando por haber usurpado su lugar, pero lo peor era que la usara a ella como moneda de cambio para salirse con la suya.Su embarazo era algo secreto, así que no entendía cómo rayos pudo haberse enterado y peor aún, qué necesidad había de hacerlo público. Ni siquiera había tenido la oportunidad de contarle a Andrew, y que se enterara de esta manera era algo cruel, propio de la venganza. En su
Valery dio un portazo en el despacho, sin importarle lo que pensaran los presentes de la fiesta. Después de todo, no había sido ella quien los había invitado, así que poco le importaba la percepción que tuvieran.—¿Por qué has hecho esto? —preguntó, descompuesta, mientras veía a Nick recostado en la silla de su escritorio, tomándose un trago.A su lado, estaba su amigo Óscar, quien nunca le había caído bien y por lo visto, la sensación no iba a cambiar con el tiempo.—Contrólate, querida. Será mejor que te recompongas y guardes la compostura. Bastante escena has hecho ya en el jardín como para empeorar las cosas aún más.Escéptica, ella lo vio y negó con lo cabeza. Ese no era el hombre que ella había conocido y con quien estuvo dispuesta a casarse una vez. Aquel sujeto era descarado y cínico, y podría jurar que se alegraba de su dolor.—¿Qué demonios te habrá sucedido para que te comportes así? ¡No debiste haberlo echado de esa manera! Lo has tratado como a un animal.Él se giró y son
Andrew jugó con su bolígrafo entre sus dejos, mientras giraba en la silla destartalada de su viejo escritorio. Frente a él, los diferentes casos esperaban para que les echara un vistazo, sin embargo, su mente estaba lejos de allí y al igual que su corazón.Contrario a lo que había creído unos meses atrás, de que nunca tendría que volver a ese despacho de mala muerte, tras las vueltas que había dado su vida y resultado de sus acciones, terminó en el punto de partida.No le había quedado de otra que regresar a su trabajo anterior, donde el salario era ínfimo, y que, por más que le gustara, nada tenía que ver con el prestigio de su firma anterior. Sin embargo, no era el hecho de haber perdido su herencia lo que le dolía, si no el hecho de no estar junto a la mujer que amaba.Tenía más de treinta días sin verla, y aunque se moría de ganas por llamarla, por tratar de hacer las paces con ella, lo cierto era que tenía una advertencia de parte de su hermano.Si se acercaba a ella, o a las ofi