Con la madre de Valery en recuperación y terminadas las vacaciones de las bodas, a Andrew no le quedó de otra más que volver a la oficina.Tenía años que no pisaba el despacho familiar, sin embargo, seguía involucrado en el mundo de la ley aunque no de forma directa. Aunque su padre lo desaprobaba, él trabajaba para una organización sin fines de lucro ayudando a inmigrantes y personas de bajos recursos que no tenían acceso a un buen representante legal.Claro que, una cosa era tener uno que otro cliente que no esperaba mucho de él, y otra muy diferente, era los casos que recibía en el despacho de Davis e hijo.Solamente era el nombre era lo suficientemente ofensivo ya que, al marcharse, Albert lo había sacado de la ecuación, sin siquiera preguntarle.Por eso Andrew estaba allí, desde la piel de su hermano, podría gestionar su reintegración a la empresa, solo que debía tener mucha cuenta de cómo hacerlo.—¡Señor Davis! Bienvenido de regreso—lo saludó con efusividad una joven mujer en e
Con satisfacción, Valery dejó el paño sobre la encimera y se dio por servida. Había pasado todo el día limpiando y organizando la casa de sus padres, tras la salida de su madre del hospital.En el afán y la preocupación de su enfermedad, su padre no había podido mantener el espacio del todo limpio, pero con tan solo unas horas, Valery volvió a dejar todo en su lugar.La casa de los Johns, contrario a la residencia Davis, era un hogar promedio, donde había comodidad, pero no lujos. Para Valery, la definición justa de lo que era un hogar y se sentía en paz al saber que su madre por fin estaba recibiendo la ayuda que necesitaba.Parecía mentira lo mucho que puede hacer la medicina correcta y cómo el dinero era capaz de comprar hasta la salud en cierto punto.—¿Todavía no te has sentado? —preguntó Elizabeth acercándose a ella despacio.A pesar de haber estado en cuidados intensivos hacía poco, ya ella caminaba despacio por la casa, sintiéndose mejor.—Pero, ¿qué estás haciendo de pie? —le
Andrew llegó a casa en tiempo récord y se estacionó en el frente de manera brusca, pero de buen humor, y Valery lo miró con extrañeza.—¿Qué te traes entre manos? —preguntó ella al verlo tan emocionado de llegar a casa.Generalmente él nunca dejaba en evidencia sus emociones, era como una lápida imposible de abrir. Sin embargo, ese día se estaba comportando diferente. Lejos del ogro que solía ser, estaba comportándose como un buen hombre y eso la confundió más.—Te dije que era una sorpresa, así que vamos, tienes que descubrirla.De un salto se bajó del auto y corrió a abrir su puerta. Lo cierto era que estaba algo nervioso, ya que no sabía cuál sería su reacción, pero solo habría una manera para descubrirlo.—No me gustan las sorpresas —replicó ella, cuando se bajó y él sonrió.—Bueno, es un poco tarde para eso, pero lo tendré en cuenta para la próxima.¿Próxima? Definitivamente no tenía ni idea de lo que estaba aconteciendo y se moría de ganas por saber.Al ver que no se dirigían a
Valery tenía ya rato en la oficina cuando su esposo llegó. Estaba poniéndose al día con el sistema para no estar perdida en su nuevo puesto y este se detuvo en frente a su escritorio, mirándola con curiosidad.Se había levantado temprano y le había preparado desayuno para disculparse con ella por lo de la noche anterior, pero para su sorpresa, ella se había marchado antes de salir el sol.Ella se puso de pie de inmediato y lo saludó con el mismo respeto como si se tratara de un extraño más, haciendo esfuerzo por verle a los ojos.—Buenos días, señor Davis.Él la vio de arriba abajo. Estaba guapísima en el traje de falda y chaqueta gris que le quedaba como un guante, además de las pantimedias que le parecían de lo más sensual.—Buenos días, Valery, me alegra ver que ya te has instalado.Él quiso desviar la dirección de sus pensamientos, porque solo era ver esos labios carnosos para tener una erección y él fue quien se propuso no liarse más en el trabajo.—Así es, señor.Andrew pensaba
Andrew se había puesto al día con el último de los casos que tenía pendiente y se sorprendió de la eficiencia y profesionalidad con la que Valery llevaba a cabo sus funciones.En tan solo un día, logró organizar su agenda, los casos por prioridad, gestionar las pruebas necesarias, y acordar las citas que tenía con los clientes. Para cuando dieron la cinco, ella se marchó a ver a su madre, y él no la retuvo. Ya hablarían cuando llegara a casa.Todavía tenía la espina en el corazón por cómo se había comportado con ella, aunque no tenía claro cómo enmendarla.Cerró el ordenador portátil y se puso de pie, dispuesto a marcharse. Ya eran las cinco y aunque aún tenía que hablar con su padre respecto al tema de los cobros, lo pospuso para el día siguiente. Hoy tenía algo que hacer que ya no podía esperar.Se subió a su auto, con cautela de que nadie le viera, y salió en dirección a las afueras de la ciudad.Tenía casi un mes posponiendo esta diligencia y ya era siendo hora de que se enfrentar
Era entrada la noche cuando Valery regresó a la mansión Davis. Dejó su bolso en la entrada y echó un vistazo al lugar. A pesar de tener su rostro en gran parte de los cuadros, no lo sentía su hogar. Contrario a como se sentía en casa de sus padres, donde había pasado el final de la tarde, asegurándose de que su madre estaba mejor, en esta casa y junto a Andrew se sentía una forastera. —Buenas noches, señora Davis. ¿Le gustaría que le sirviera la cena? —preguntó el ama de llaves, sorprendiéndola. A Valery le tomó unos segundos caer en cuenta para entender a qué se refería. Sonrió con dulzura y negó con la cabeza. —No, gracias, no tengo hambre, y por favor, puede llamarme Valery. —No, señora. No me atrevería. Usted es la señora de esta casa y no podría permitirme semejante falta de respeto. Ella quiso rodar los ojos, pero se limitó a asentir, sin energías para discutir. Hoy había sido un día demasiado duro. No solo por tener que iniciar en un trabajo nuevo, cosa que le causaba cier
Era viernes y Andrew acababa de llegar del tribunal, contento por su último triunfo, cuando la dulce voz de su esposa sonó por el altavoz del teléfono de su escritorio.Como cada vez que la escuchaba, se sentía confortado y calmado, pero sus palabras no generaron esa sensación esta vez.—Tiene visita, señor —su tono era displicente, sin emoción.Él miró el aparato, confundido y algo molesto a la vez. Ya estaba cansado de decirle a Valery que le llamara por su nombre, que tenía todo el derecho de llamarle como quisiera, pero ella insistía en hacerlo especialmente en el trabajo.Además, sabía que no tenía citas para hoy. Tras una semana cargada de pendientes en el trabajo, Valery desarrolló su papel como asistente con excelencia para la sorpresa y deleite de él.A pesar de que Andrew tenía mucho sin ir a la corte, se sintió cómodo llevando los casos de su hermano y la gratificación fue mayor cuando alcanzó la sentencia a su favor en tres de ellos.En realidad, era un buen abogado, mejor
Valery salió del baño envuelta en una mullida toalla blanca sintiéndose renovada. Se había lavado el cabello y dado una ducha profunda de agua caliente que le confortó el ánimo. Tras una semana intensa cargada de emociones, de trabajo y de cuidados a su madre, quería descansar.Pensaba ponerse el pijama y recluirse en su cama a ver una película así fuera sola, después de todo, ese era el futuro que le depararía dentro de unos meses. Sin embargo, una enorme caja blanca descansaba sobre la cama con una nota encima. Extrañada, vio a su alrededor en busca de su marido, pero no estaba por ningún lado.Se acercó a ella con curiosidad y tomó el pedazo de papel entre sus manos. “Vístete y encuéntrame en mi despacho”.Sintió la emoción recorrer su cuerpo antes de abrirla. Contrario a sus planes de esa noche, Andrew siempre lograba sorprenderla, y aunque el fondo estaba hecha un lío con sus emociones, quería vivir con él cada experiencia mientras pudiera.Un precioso vestido celeste estaba envu