Descuida, yo te cuido.

Los huevos revueltos estaban intactos en su plato, mientras Valery jugaba con ellos y el tenedor. No tenía apetito, a pesar de que la jaqueca había disminuido. Su mente solo pensaba en Andrew y en la desgraciada de Sophia.

Esa mujer le daba mala espina, y él no dejaba de demostrar que era más importante su amistad con ella, que la relación que pudiera existir entre ambos.

Siempre la prefería y eso le dolía, aunque lo mejor que podía hacer era acostumbrarse a ello.

—¿Debería preguntar qué tonto es el que deja a una mujer como tú siempre sola? —la voz de Abraham la sobresaltó.

Estaba desayunando, o al menos lo intentaba, cuando este la vio y se le acercó para saludarle. La imagen de esa exquisita mujer se había quedado grabada en su mente a fuego la noche anterior, y estaba ansioso por volver a verla.

En su vida nunca había bailado con alguien como ella, y la noche anterior no hizo otra cosa si no pensar en ella. El único problema era que esta mañana utilizaba un anillo de casada, que s
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