Llegaron a casa cuando era ya entrada la noche, en un silencio sepulcral que ninguno de los dos sabía cómo romper. Durante el camino, ambos venían sumergidos en sus propios pensamientos, que apenas se dieron cuenta que habían llegado a su nuevo hogar. Para Andrew, ver el dolor de Valery con relación a la gravedad de su madre, le hizo recordar a la suya propia. No es que tuviera muchos recuerdos sobre ella, por no decir ninguno. Era más el sufrimiento de haber crecido sin una lo que le había hecho tanto daño. —¿Tienes hambre? —fue lo único que se le ocurrió preguntar cuando hubieron entrado a la casa. Valery negó con la cabeza y se dejó caer como un saco pesado sobre el sofá. Su vida se había convertido en una montaña rusa de emociones y solo recibía un problema tras otro. Subió los pies sobre la mesita de café y cerró los ojos, agotada e ignorando a Andrew, en un vano intento de evitar la conversación que tenían pendiente. Tras dejar las maletas junto a la puerta, se acercó a ell
Alguien se aclaró la garganta varias veces y Andrew abrió un ojo, buscando de dónde provenía el ruido y le tomó unos segundos darse cuenta de la situación: Valery y él yacían desnudos sobre la alfombra, cubiertos escasamente con una manta que había en el sofá, mientras que su padre, el señor Davis, los miraba sorprendido frente a ellos. De inmediato, Andrew se apresuró en cubrir a Valery, aunque por suerte no había nada de peligro a simple vista y se tapó como pudo para ponerse de pie. —Buenos días, hijo. Lamento venir a estas horas, pero me han dicho que han regresado antes y quise pasar a saludarles. Valery se despertó al escuchar las voces y sintió el rubor subirle a las mejillas. —Señor Davis —saludó con voz ronca, poniéndose de pie de un salto, cubriéndose el cuerpo y dejando a Andrew totalmente desnudo, quien tuvo que acudir a un cojín para taparse. —Valery, querida. Me alegro ver que estás muy bien. He escuchado que tu madre ha estado muy mal… —quiso comentar Albert como si
En el interior de la casa, Valery se había quedado de piedra, por lo que corrió al minibar a servirse un enorme vaso con agua. Las manos le temblaban y trató de calmarse, sin éxito.Para ella era excesivo todo lo que estaba viviendo y no terminaba de asimilar un golpe para recibir el otro. —Dime que eso no pasará —rogó con un murmuro, sin atreverse a verle la cara a su marido.Andrew se le acercó, y trató de acariciarle el cuello, pero ella se alejó. Esta vez no permitiría que su toque le nublara el juicio y menos en una decisión como esta. Ya esto era el colmo de los males hasta para ella.Tras haber firmado el acuerdo con Nick, se proyectó teniendo los hijos de él y la idea le resultó razonable, después de todo, era su mejor amigo y sabía que entre los dos, los educarían como un equipo, aunque faltara el amor.Ella había soñado con ser madre desde que era una adolescente, por lo que pensar en un bebé no era más que una ilusión.Ahora, una cosa era con violín y otra con guitarra. T
Óscar White se acercó hasta la cama con las manos en los bolsillos y contempló a Nicolas, de arriba abajo. Rosemary, quien lo miró con extrañeza, supo que necesitaban estar a solas, así que, recogió la bandeja del expediente dispuesta a marcharse.—Regresaré más tarde, Nicolas —se despidió en voz baja.Él le sonrió con un asentimiento de cabeza, ansioso de volver a estar a solas con ella, aunque la intriga la picaba sobre su extraña visita.—No deberías estar viendo a la enfermera de esa manera, tú eres un hombre comprometido —le recordó Óscar sin ningún tacto por su amigo, a pesar de la pésima condición en la que se encontraba.Nick soltó una carcajada escéptica y negó con la cabeza. No tenía ni idea de quién era este señor, y mucho menos de lo que hablaba, pero no daba crédito a sus palabras. Además, ¿qué derecho tenía aquel extraño para venir a decirle lo que debía o no debía hacer?—Debo decir que estoy en desventaja, ya que claramente usted sabe quién soy yo, pero no puedo decir
El rostro de la señora Johns había cambiado de color drásticamente y ahora se veía con más color y vivez.A su lado, Valery peinaba su cabello con delicadeza, ahora más estable que antes, sintiendo que el enorme peso que la estaba aplastando había desaparecido y todo gracias a Andrew.Claro que, en cierta forma, era como venderle el alma al diablo, porque estabaintercambiando la salud de su madre con un hijo en el futuro, pero de momento no quería pensar en ello. Necesitaba vivir un día a la vez.—Toc, toc —alguien llamó la puerta y ella se giró para ver de quién se trataba.Era su padre que había llegado con un hermoso ramo de rosas blancas, las favoritas de su madre.—Como si necesitaras llamar.Él sonrió con timidez y se encogió de hombros, buscando el lugar perfecto para colocarlas. Quería que lo primero que Elizabeth viera al abrir sus ojos, fuera el arreglo que con tanto anhelo él preparó.Tras el susto de la amenaza de parte del hospital, y el creer que ya no la volverían a ve
Con la madre de Valery en recuperación y terminadas las vacaciones de las bodas, a Andrew no le quedó de otra más que volver a la oficina.Tenía años que no pisaba el despacho familiar, sin embargo, seguía involucrado en el mundo de la ley aunque no de forma directa. Aunque su padre lo desaprobaba, él trabajaba para una organización sin fines de lucro ayudando a inmigrantes y personas de bajos recursos que no tenían acceso a un buen representante legal.Claro que, una cosa era tener uno que otro cliente que no esperaba mucho de él, y otra muy diferente, era los casos que recibía en el despacho de Davis e hijo.Solamente era el nombre era lo suficientemente ofensivo ya que, al marcharse, Albert lo había sacado de la ecuación, sin siquiera preguntarle.Por eso Andrew estaba allí, desde la piel de su hermano, podría gestionar su reintegración a la empresa, solo que debía tener mucha cuenta de cómo hacerlo.—¡Señor Davis! Bienvenido de regreso—lo saludó con efusividad una joven mujer en e
Con satisfacción, Valery dejó el paño sobre la encimera y se dio por servida. Había pasado todo el día limpiando y organizando la casa de sus padres, tras la salida de su madre del hospital.En el afán y la preocupación de su enfermedad, su padre no había podido mantener el espacio del todo limpio, pero con tan solo unas horas, Valery volvió a dejar todo en su lugar.La casa de los Johns, contrario a la residencia Davis, era un hogar promedio, donde había comodidad, pero no lujos. Para Valery, la definición justa de lo que era un hogar y se sentía en paz al saber que su madre por fin estaba recibiendo la ayuda que necesitaba.Parecía mentira lo mucho que puede hacer la medicina correcta y cómo el dinero era capaz de comprar hasta la salud en cierto punto.—¿Todavía no te has sentado? —preguntó Elizabeth acercándose a ella despacio.A pesar de haber estado en cuidados intensivos hacía poco, ya ella caminaba despacio por la casa, sintiéndose mejor.—Pero, ¿qué estás haciendo de pie? —le
Andrew llegó a casa en tiempo récord y se estacionó en el frente de manera brusca, pero de buen humor, y Valery lo miró con extrañeza.—¿Qué te traes entre manos? —preguntó ella al verlo tan emocionado de llegar a casa.Generalmente él nunca dejaba en evidencia sus emociones, era como una lápida imposible de abrir. Sin embargo, ese día se estaba comportando diferente. Lejos del ogro que solía ser, estaba comportándose como un buen hombre y eso la confundió más.—Te dije que era una sorpresa, así que vamos, tienes que descubrirla.De un salto se bajó del auto y corrió a abrir su puerta. Lo cierto era que estaba algo nervioso, ya que no sabía cuál sería su reacción, pero solo habría una manera para descubrirlo.—No me gustan las sorpresas —replicó ella, cuando se bajó y él sonrió.—Bueno, es un poco tarde para eso, pero lo tendré en cuenta para la próxima.¿Próxima? Definitivamente no tenía ni idea de lo que estaba aconteciendo y se moría de ganas por saber.Al ver que no se dirigían a