Al llegar la noche, la secta Senshi Xu siempre quedaba en completa tranquilidad. 

Xu AnRong disipó la barrera espiritual y abandonó la Gran Sala. Fuera, su vista se enfocó en la gran y brillante luna que ahora adornaba el cielo. 

Al igual que ella, todo lo que había conseguido se podía clasificar como grandioso.

Las batallas del pasado, el sufrimiento y el derramamiento de sangre injusto se vio recompensado, quedando solo ahora en pequeños fragmentos agridulces de antaño.

Sus manos al igual que su cuerpo, estaban llenos de cicatrices. Grandes, pequeñas... Cada una tenía un significado valioso, cual joya preciosa. 

Y estaba orgulloso de ellas. 

No quería recordar más, así que apartó la vista, comenzando a caminar hacia un lugar en concreto. En la calma de la noche, solo el tímido sonido de las botas pisar y la melodía del viento podía ser escuchada.&nb