Olivia
Entrando la noche, la suavidad de los colores pasteles adornaba la habitación, mientras las risas y los murmullos llenaban el aire.Era un baby shower simulado, una idea de Alexa que, a pesar de lo que muchos puedan pensar sobre su naturaleza festiva, se sentía profundamente íntima para mí.Miraba a mis amigos y a mi “personal de seguridad”, una mezcla de caras familiares que, en este contexto, se habían transformado en mi red de apoyo. Su presencia era un regalo inestimable, un recordatorio de que, a pesar de la soledad que me envolvía, no estaba completamente sola.Alexa se movía de un lado a otro, organizando los detalles con la precisión de una maestra. Su entusiasmo era contagioso. Cada pequeño gesto, desde los globos que flotaban alegremente hasta la mesa repleta de dulces, estaba diseñado para hacerme sentir especial, aunque mi corazón latía con un peso que no podía ignorar.Al finalizar una ronda de juegos, la risa cOliviaEl pequeño mafioso seguía dando patadas. Más fuertes, más frecuentes.Estos últimos días habían sido una sinfonía de movimientos inquietos dentro de mi vientre, una danza frenética que me mantenía en vilo.La doctora Clara había sido clara: —Estamos entrando a los nueve meses, podría llegar en cualquier momento.Sus palabras resonaban en mi cabeza, un eco constante de anticipación y, lo confieso, un poquito de terror.El miedo, una fría serpiente, que se enroscaba en mi estómago. No era el miedo al dolor, aunque sí lo sentía latente, una punzada distante. Era el miedo a lo desconocido, a la responsabilidad abrumadora que se acercaba a pasos agigantados. El miedo a no estar a la altura.Enzo, mi Enzo, estaba igual. O peor. Su ansiedad era palpable, una tensión constante que vibraba en el aire entre nosotros. No se separaba de mí ni un instante.Lo veía a veces mirándome con una mezcla de asombro y pánico, como si estuviera intentando memorizar cada detalle de mi rostro, como s
OliviaEn la madrugada, desperté sobresaltada. Una sensación inesperada me había interrumpido de mi sueño profundo. Al incorporarme, noté la humedad en la cama y comprendí inmediatamente lo que estaba sucediendo: había roto fuente.—¡Enzo! —exclamé con un tono que mezclaba nerviosismo y emoción. Enzo, reaccionó de inmediato, saliendo del sueño en un instante. Al ver la situación, comprendió al instante la urgencia y corrió hacia el baño conmigo en brazos para ayudar a prepararme mientras llamaban a la clínica.—Tranquila, todo va a estar bien, muñeca —repetía Enzo, tratando de calmarme a medida que me asistía. Con cada movimiento, la adrenalina los mantenía enfocados y sin perder la compostura. Yo me encontraba agitada, pero confiaba en la seguridad de las palabras de Enzo, que ha manteniendo la calma de manera sorprendente.Con el bolso preparado anticipadamente para este momento, salimos hacia la clínica. La noche todavía oscura nos regalaba un
EnzoEl aire en la sala de partos era denso, cargado de una tensión palpable que sentía clavarse en mi piel como agujas diminutas.Olivia, mi Olivia, jadeaba entre contracciones que la doblaban por la mitad, su rostro bañado en un sudor frío que le empapaba el cabello. Cada quejido, cada gemido ahogado, era un puñal en mi oscuro corazón. Habían planeado este momento, soñado con él, pero la realidad era brutalmente distinta a la dulce imagen que habíamos acariciado durante meses.La doctora Clara daba instrucciones rápidas y precisas, su voz serena era un oasis en medio de la tormenta. Pero yo apenas la escuchaba.Mis ojos solo veían a Olivia, su cuerpo convulsionado por el esfuerzo titánico de dar a luz. El monitor cardíaco, con sus picos y valles irregulares, era una sinfonía de terror. Pero todo quedó en segundo plano cuando Olivia y yo escuchamos el primer llanto se Ezio. La miraba con más amor que antes, es mi Diosa, una Diosa magnífica que dió todo para traer a nuestro beb
OliviaLa luz tenue del cuarto me cegó por un momento. Parpadeé varias veces, tratando de ajustarme a la realidad que me rodeaba.El olor a desinfectante impregnaba el aire y, aunque mi mente trataba de despejarse, un nudo de preocupación se formaba en mi estómago. ¿Dónde estaba mi bebé?Los recuerdos del parto comenzaron a fluir, difusos y fragmentados. La agonía, la presión, y aquella conexión intensa con Enzo, quien sostenía mi mano mientras prometía que todo estaría bien. Ahora, me encontraba sola, inmersa en una habitación desconocida, con el eco de su voz aún resonando en mi mente.Las sábanas se sentían frías contra mi piel. Intenté moverme, pero una oleada de dolor me detuvo. Mis ojos, todavía aturdidos, recorrieron la habitación. Un monitor pitaba suavemente, como un recordatorio constante de la vida que había traído al mundo poco tiempo atrás. Pero el silencio que rodeaba el cuarto era abrumador. No había llantos, no había risas; solo un
OliviaSentada en la habitación del hospital, no podía dejar de mirar a mi pequeño hijo, mi corazón se llenó de un amor que nunca había conocido. A mi lado, Enzo me miraba con orgullo, con su mano descansando con ternura sobre mi hombro. La emoción de tener a mi familia reunida era inmensa, aunque la sombra de la mafia nos amenazaba con nublarnos la felicidad. Pero no estaba dispuesta que eso sucediera.El silencio de la habitación contrastaba con el bullicio que sentía en mi mente. Había tanto que procesar: el dolor aún fresco del parto, la responsabilidad de amar y cuidar a este nuevo ser, y la tensión de saber que pronto tendría que enfrentarme a la amenaza en Rusia, tenia que tomar el mando o esto se complicaría más.–Enzo –susurré, buscando su mirada. –Quiero concentrarme en nuestro bebé, en aprender a ser madre y a darle el mejor comienzo posible. Sé que dije que quiero tomar el mando en Rusia, pero tenemos que hacer algo para que esto funcione sin tener que separarme de mi peq
Enzo–Señor, tengo a la madrastra de la señora en la línea telefónica que le asignamos.Red entró a mi despacho, con el teléfono desechable que había designado solo para las llamadas de Amanda. –¿Te dijo qué quería? –pregunté con la vista fija en la montaña de papeles que tenia en la mesa del despacho de mi casa en Roma, ya que aquí nos quedaríamos hasta que Ezio tuviera al menos dos meses y poder trasladarnos a la fortaleza.Odiaba dejar a mi mujer y a mi bebé en la clínica, pero tengo que encargarme de varias piedras en el camino para mantenerlo a salvo.–Pues exige ver a la señora –explicó mi hombre confianza.Fruncí el entrecejo, porque eso es imposible, no los quiero cerca de mi mujer, ni siquiera a sus hermanos, llámenme egoísta, pero no quiero que los vean. Y mi Olivia tampoco ha manifestado querer verlos desde que acabó con la vida del cobarde de su padre. No sabemos que reacción tengan ante la confesión de mi mujer.
EnzoEl trabajo me atrasó un poco, y cuando salí de la casa hacia la clínica ya había anochecido. Estaba desesperado por ver a los amores de mi vida, tenía unos deseos incontrolables de verlos y aunque pasé el día pendiente de ellos, pues no es lo mismo.Lo bueno de tener todo el poder y dinero del mundo es que podía entrar a esa clínica a ver a mi mujer e hijo las veces y a la hora que yo quisiera.Según los reportes de Alexa, mi esposa ha estado muy metida en el tema de amamantar a nuestro bebé, no es algo que me guste, particularmente, porque soy posesivo con ella y sus tetas y toda ella me pertenece, pero puede que tenga un poco de consciencia y entienda que debe alimentar al pequeño mafioso y a mí también, ahora que sus pechos producen suficiente leche, o eso fue lo que me dijo Alexa.Salvatore se encargaría del tema del tal Dimitri en Rusia y de la carga trampa para la mafia Irlandesa. A mí nadie me ve la cara de estúpido y mucho menos se la
Olivia había estado llevando una vida tranquila y sin preocupaciones, hasta que su padre le soltó una fría verdad, dónde la única solución era casarse con un completo desconocido.Ella no quería ser el súper héroe de la familia y se negó rotundamente a compartir su vida con un hombre completamente ajeno a su zona de confort.Pero en un mundo donde la codicia, y el bienestar familiar era lo principal, a Olivia no le quedaba mucho por lo que luchar.Sus padres se pasaron sus peticiones por el lugar más oscuro de su anatomía e hicieron de ella su boleto para expandir y sacar de la banca rota a su preciada empresa.Empresa que, a pesar de que Olivia era la mayor de tres hermanos, jamás heredaría.Puesto que su familia a parte de cómoda y sin vergüenza, también le estaríamos añadiendo como top 1 de esa gran lista; el machismo y la misógina.La mayor de los hermanos Manchester no se daría por vencida y estará dispuesta a conseguir su libertad así tenga que pasar por encima de su multimillon