Capítulo 88
Ana continuó acariciando su rostro, pero Mario, sorprendido, le detuvo la mano.

Al inmovilizar sus muñecas, notó varias cicatrices en la piel blanca de Ana.

Eran heridas autoinfligidas de la ocasión anterior, cuando él la había forzado a tener relaciones.

Mario se sobresaltó. Cambió su actitud brusca por una más suave y cuidadosa, besando con labios temblorosos las marcas en su muñeca y preguntando con voz ronca: —¿Todavía te duelen estas heridas?

Ana desvió la mirada. Recordaba aquella noche en el hotel, cuando Mario la había tratado con la misma crueldad con la que trataría a una prostituta.

Ella podía soportar su violencia, pero su ternura la hacía sentir humillada, recordándole los tiempos en que mendigaba su afecto y compasión.

Con los ojos humedecidos, Ana tomó repentinamente el rostro de Mario entre sus manos y lo besó apasionadamente, imitando la forma en que él solía besarla.

Se enredó en él con una pasión desenfrenada, como una mujer acostumbrada al placer.

Mario, temblor
Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo