Dulcinea se quedó paralizada, sintiendo cómo la tela que cubría su cabeza se humedecía lentamente. No podía creer lo que estaba ocurriendo y, con la voz quebrada, le preguntó a Luis:—¿Estás seguro de que quieres hacer esto?Comenzó a luchar intensamente, su voz resonando en la oscuridad de la noche:—Luis, ¿qué tan desastroso tiene que ser el final para que te detengas?Luis, con una mano firme en su nuca, la atrajo hacia él y le susurró con determinación:—No hay final, Dulci. Vamos a estar juntos para siempre.El juego había terminado.La libertad que le había otorgado se acababa, ahora todo sería según su voluntad. Las fotos que ella había tomado ya no representaban una amenaza, el proyecto había sido transferido a otra empresa que, aunque diferente en nombre, seguía bajo su control.Dulcinea ya no tenía con qué amenazarlo.Ella no sabía, y él no quería que lo supiera, que estaba dispuesto a consentirla y ponerla en una posición superior. Sin embargo, la realidad lo obligó a cambia
Todo era demasiado humillante.Luis no la amaba; lo suyo era una posesión patológica, una obsesión malsana.Ella soportaba en silencio, reprimiendo cualquier gemido que pudiera hacerla sentir aún más denigrada.Para ella, el hombre sobre su cuerpo no era más que una bestia.Luis, ese maldito monstruo.En los momentos de mayor dolor, Dulcinea soltó un grito desgarrador desde lo más profundo de su alma.—¡No, no…!¿Por qué duele tanto?¿Por qué duele así?Su mirada comenzó a desvanecerse hasta apagarse completamente.Recordó aquellos primeros momentos con él, cuando un simple beso hacía que su corazón latiera con fuerza. Ahora, esos recuerdos se difuminaban en medio de su sometimiento.¡Luis, eres cruel!Luis no se detuvo ahí. La levantó y la hizo sentarse en el borde de la cama, obligándola a mirar a Austin al otro lado del vidrio, quien estaba furioso y desesperado. Mientras tanto, Luis continuaba con su posesión implacable.—¡Ahhh!Dulcinea, incapaz de soportarlo más, arqueó el cuello
—¿Qué planeas hacer, Dulcinea? Sabes cómo soy —le respondió Luis, con la voz fría.Ella, con el alma rota, replicó:—¡Lo sé! ¡Pero ya no quiero soportarlo más!Lo que quiera hacer…Luis, lo sabrás pronto.—¿Puedes dejarme ir? —con voz ronca, ella suplicó—. Leonardo y su hermana todavía están en casa esperándome, no volví anoche, Clara debe estar muy preocupada.—Te llevaré —Luis la sujetó.—No es necesario.Dulcinea retrocedió un paso.Lo miró por última vez, grabando su imagen en su mente, para no olvidar ese odio jamás.Ella no fue a hablar con Austin.Luis había logrado su propósito, la había humillado y había disgustado a Austin. No volvería a molestar a Austin... Pero solo había hablado con un hombre desconocido y tuvo que soportar todo esto. En este mundo hay tantos hombres, si alguien la miraba más de la cuenta, ¿también lo ataría y la humillaría?¿Terminará alguna vez de humillarla?Ella no quiso discutir más con él, ya no tenía sentido.Dulcinea salió con la mirada vacía.En l
—Quisiera la suite más lujosa por siete noches —pidió Dulcinea, entregando su tarjeta de crédito dorada con voz casi inaudible.La recepcionista, sorprendida, asintió rápidamente.La suite costaba $12,888 por noche, lo que significaba una suma considerable por una semana. Con la mayor eficiencia, completó el registro. El gerente del hotel, alertado por la transacción, se acercó para acompañar a la cliente.—No es necesario —interrumpió Dulcinea—. Quiero estar sola.…La recepcionista y el gerente intercambiaron miradas mientras Dulcinea se dirigía al ascensor.Su figura temblorosa parecía al borde de romperse.La recepcionista comentó con un susurro:—Parece tan triste. ¿Habrá sido engañada por algún canalla?El gerente, más pragmático, respondió:—Ya tenemos el dinero, no te preocupes por eso. Solo asegúrate de darle el mejor servicio. Si se queda otra semana, nuestro bono anual estará garantizado.La recepcionista asintió sin decir más.Sin embargo, el gerente, al alejarse, murmuró:
Catalina, aunque no aprobaba su enfoque, sabía que esa era la única solución por el momento.El asunto se resolvió rápidamente. Austin no quería perjudicar a Dulcinea.Antes de saltar, había pensado en el trágico final de Leandro y decidió seguir su ejemplo.La noche en la que Luis lo había humillado se convirtió en su pesadilla constante. Incapaz de sobrellevar la culpa, Austin intentó suicidarse, pero sobrevivió.Rechazó el cheque de Luis y dejó de molestar a Dulcinea, entendiendo finalmente que la distancia era la mejor forma de protegerla.Tarde en la noche, Austin sostenía su teléfono, mirando el contacto de «Dulcinea Fernández».Con un gesto de amargura, acarició el nombre antes de borrarlo.—No la molestaré más —se dijo, resignado.Desde la puerta, se oían los gritos de Sarah:—¡Todo es culpa de esa mujer! Si no fuera por ella, Austin no se habría tirado. ¡Lo sedujo y lo llevó a esto!La madre de Austin, sentada junto a la cama, intentó intervenir, pero Austin, con voz débil, di
El joven, aunque evidentemente excitado, respetó su deseo.Se levantó y Dulcinea le extendió un cheque.—Toma este dinero y sal del país. No regreses en dos años.El joven miró el cheque de 500 mil dólares, sorprendido.Luego, observó a Dulcinea con una mezcla de agradecimiento y compasión. Intuía que la mujer frente a él no buscaba solo compañía, sino que trataba de lidiar con un dolor profundo.Le dio las gracias en voz baja y se marchó.Media hora después, Luis recibió un mensaje de Dulcinea. Era un video.Al verlo, su ira explotó. Arrojó el teléfono contra la pared, rompiéndolo en pedazos.Respiraba con dificultad, mirando los fragmentos esparcidos por el suelo, incapaz de procesar lo que había visto.Ella se había atrevido a hacerlo.¡Había buscado a otro hombre!El video mostraba a Dulcinea besando y dejándose acariciar por el joven, su rostro reflejando un deseo que lo volvía loco.La grabación terminaba justo cuando ambos caían sobre la cama.Desesperado, Luis agarró otro teléf
La punta del cuchillo penetró ligeramente su piel, haciendo brotar gotas de sangre, pero Dulcinea no mostró miedo.Luis, con los ojos llenos de lágrimas, no podía creer lo que veía.La mujer a la que había amado, la mujer que una vez lo había mirado con adoración, ahora solo le mostraba odio y desprecio.—¿Por qué? —Luis gritó, con los ojos inyectados de sangre.La miró fijamente, buscando cualquier señal en su expresión que le dijera que todo era un mal sueño.Quería creer que Dulci todavía lo amaba.No podía aceptar que su cuerpo hubiera aceptado a otro hombre.¡No era posible!¡No podía ser verdad!Dulcinea lo miró, su voz tan fría como el acero.—Porque te odio, Luis.—Porque quiero irme de tu lado. ¿Es esa respuesta suficiente para ti?—Luis, ya no hay vuelta atrás para nosotros.—Pero tú no quieres dejarme ir.—Creo que es porque, mientras estuve contigo, siempre fui pura. Esa fue mi única ventaja sobre Sylvia y todas las demás mujeres que has tenido. Pero ahora, ya no tengo esa
No podía hacerle daño.El amor y el odio se confundían en su mente.Incluso en su rabia, no podía lastimarla de verdad. Su rostro húmedo descansaba en el cuello de Dulcinea, su aliento caliente hacía que su piel fría temblara.Con una voz ronca y desesperada, le suplicó:—Dulci, dime que no es cierto. Dime que no me traicionaste. Que ese video es una farsa. Dulci, por favor, dime que todo esto no es real.Dulcinea, recostada contra las frías baldosas del baño, solo podía encontrar la situación irónicamente divertida.Luis, ¿te duele?¿Sabes cuántas veces he sentido este dolor? Desde que era una chica joven y soñadora, desde la primera vez que olí el perfume en tu ropa, desde la primera vez que vi marcas de labios en tu cuello. Mi dolor era mil veces peor que el tuyo. Esa fue la destrucción de mis creencias.¿Y esto? Esto no es nada.Ella permaneció inmóvil en sus brazos hasta que él finalmente pareció aceptar la realidad.Con una voz susurrante, Luis preguntó:—Dime, ¿quién fue?—Un pro