Capítulo 468
No lloró, porque ahora era la madre de dos niños. Pero, como había dicho, una vez que se fuera, no volvería.

Seguiría cuidando de Mario, pero mantendría su distancia. El Rolls Royce plateado se alejó lentamente de la mansión. Mario estaba en el estudio, observando en silencio hasta que desapareció.

¡Ana se había ido!

¡Sus palabras habían destrozado todo!

Sabía lo crueles que habían sido. Mario intentó encender un cigarrillo, pero temblaba tanto que no pudo, así que con frustración lo partió en dos...

Empujó la silla de ruedas hacia la habitación de invitados. Todo estaba ordenado, como si nadie hubiera vivido allí.

Regresó a la habitación principal, donde las sábanas habían sido cambiadas y aún se percibía el aroma a ropa recién planchada en el armario.

Ese olor siempre le había gustado, al igual que su caja de medicamentos, ordenadamente colocada con las pastillas que tomaba regularmente.

Un pequeño collar sostenía un archivo. Era el regalo que Ana había dejado, un gesto que Mario rec
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