De repente, Ana recordó las palabras de Mario. Mario había dicho que si ella estaba con David, él viviría en dolor, lamentando haber elegido la medicina en lugar de luchar por el poder y la influencia... Ana no quería eso. No quería que David cambiara su vida por ella. Vivir por amor, vivir por otra persona era agotador. Ella no quería que David pasara por las mismas penurias que ella había experimentado. Amar a alguien debería ser un intercambio mutuo, no una toma unilateral.Ana no tenía nada que ofrecerle a David. Solo sería una carga para él, como Mario había dicho, haría que David lamentara sus decisiones pasadas. Tras unos cinco minutos, la puerta de la habitación se abrió suavemente. Ana no se giró, seguía mirando hacia afuera. No dejaba espacio para que David se adaptara, ni se daba a sí misma la oportunidad de arrepentirse. Con voz suave, ella expresó su decisión: —La familia Morales no dejará en paz a María. Ahora solo Mario puede salvarla. David, creo que debo volver
Ana miró a David durante un largo rato, hasta que las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Entonces, con un movimiento brusco, se giró. Al hacerlo, se convirtió de nuevo en la señora Lewis. Entró en el opulento vestíbulo, caminó hacia el ascensor, sin mirar atrás, temiendo que si lo hacía, se arrepentiría...La sala de banquetes, con capacidad para cien mesas, estaba llena de notables de la alta sociedad. Era una fiesta sin novio, pero el abuelo y los padres de Pablo hicieron una excepción y asistieron, lo que representaba un gran honor para Camila. Aunque no estaba satisfecha, Camila se esforzaba por sonreír y recibir a los distinguidos invitados.En ese momento, las puertas del salón se abrieron y el sonido de unos tacones altos resonó. Todos miraron hacia la entrada. Ana, vestida con el famoso pequeño vestido negro de Chanel y tacones altos, avanzó paso a paso hacia la mesa principal donde se encontraba el señor Morales. Los camareros intentaron detenerla, pero ella los ap
El señor Morales no se atrevió a ofender a Mario. Juntas, las familias Morales y Valdés no eran rivales para Mario, quien, a pesar de su juventud, controlaba el Grupo Lewis y era conocido en la ciudad B por su carácter implacable. Entonces, se dirigió a Ana, preguntándole cómo quería resolver la situación.Ana no era ingenua; sabía que había llegado al límite y que lo único que podía obtener para María era una compensación. Con calma, ella dijo: —Tengo dos condiciones. Primero, la familia Morales debe organizar un equipo médico para tratar a María y hacer público que el hijo era de Pablo. María no era solo la amante de Pablo; ellos tenían una relación legítima. Segundo, se debe hacer una nueva compensación a María.Al oír esto, la madre de Pablo expresó su descontento: —¿No recibió María ya 10 millones de compensación? ¿Qué más quiere? Ana le replicó: —¿Aceptaría usted quedar embarazada, tener un aborto espontáneo, ser golpeada hasta quedar sorda y recibir 10 millones como compensa
Ana bajó la mirada, viéndose a sí misma en un estado deplorable por el rabillo del ojo.Ambos estaban cuerpo a cuerpo.Bajo el ruedo de su falda de seda, las delgadas y largas piernas de Ana descansaban a cada lado de él, y los oscuros pantalones de Mario hacían que su piel luciera aún más blanca y delicada.Ana, con sus largas pestañas temblorosas, dijo: —No estoy de ánimo para esto.Su tono de voz llevaba un ruego: —¿Podría complacerte otro día, por favor?Mario, con un aire de desgano, se recostó en el respaldo de la silla, mirándola fríamente. Su prominente nuez de Adán se deslizaba arriba y abajo con un encanto muy masculino... Ana se retraía ligeramente, mientras Mario extendía la mano para acariciar su rostro y preguntaba en voz baja: —¿Tienes miedo?No esperó respuesta de Ana, sino que la atrajo hacia él, sosteniéndola por el cuello. Ana, creyendo que él quería besarla, se inclinó hacia él y abrió voluntariamente sus labios, dispuesta a recibirlo.Pero Mario, con un ligero apr
Después de su encuentro íntimo, ambos quedaron sumidos en un silencio profundo. Tal vez era por ya no ser esposos, o quizás por el largo tiempo sin intimar, pero se sentían incómodos. Ana, vistiéndose suavemente, dijo: —Me siento un poco pegajosa, quisiera darme una ducha.Mario había insistido en hacer el amor con urgencia, sin usar protección. Eso, por supuesto, era más placentero para el hombre, pero dejaba a la mujer con la tarea incómoda de limpiarse después... Mario tosió levemente y dijo: —Te esperaré afuera. Él se levantó y salió, dejando atrás el desorden en la cama, que sería atendido por el personal de limpieza al día siguiente.Como hombre, a él no le importaban los comentarios de los demás, pero Ana tenía que considerar esos aspectos. Cambió las sábanas de la cama por unas limpias, guardando las usadas en una bolsa y etiquetándolas para que Gloria se encargara de enviarlas a lavar. Solo después de hacer esto, Ana se dirigió a ducharse.El agua tibia recorría su cuerpo,
Al amanecer, María aún yacía tranquila...Ana hundió su rostro en la palma de la mano de María, murmurando: —¡María, despierta! Nadie volverá a lastimarte, ahora podrás vivir con la frente en alto, no tienes que preocuparte por que descubran tu pasado, por que te miren con desprecio. ¡Podrás tener hijos!—¿Podrías despertar, por favor? ¡Te lo suplico! Hazme saber que todo lo que he hecho ha valido la pena.La espera sin esperanza lleva a la desesperación.Temprano en la mañana, el médico anunció con pesar que la situación era crítica. Si María no despertaba en las próximas 4 horas, podría no volver a hacerlo jamás, convirtiéndose en una persona en estado vegetativo.Nunca volver a despertar...Ana sentía un dolor que le impedía respirar. De repente, corrió al baño, se apoyó en el lavabo y vomitó violentamente hasta expulsar la bilis, hasta quedar exhausta y débil, sentada en el suelo apoyada contra la pared.Se acurrucó lentamente, cubriéndose la cara y gritando: —¡María! ¡María!En es
Ana sabía lo que María estaba pensando.Mirándola, Ana habló entre lágrimas y risas: —¿Cómo no iba a valer la pena? Por ti, cualquier sacrificio vale la pena... ¡recupérate pronto!Las lágrimas grandes rodaban por las mejillas de María...Ana la abrazó fuerte, murmurando: —No sabes lo que he pasado estos días, ¡estaba a punto de volverme loca!María estaba extremadamente débil, pero aun así, reunió todas sus fuerzas para levantar su mano y abrazar suavemente a Ana...…Después de comer algo, los médicos revisaron a María.Ana se alejó.Salió de la habitación y caminó hasta el final del largo pasillo, mirando en silencio el sol afuera. Solo entonces pudo respirar aliviada.Menos mal que María había despertado.Menos mal que María no se lamentaba de sí misma, que aún tenía el coraje de vivir.Pero al pensar en el niño, Ana no podía evitar sentirse triste y afligida... Tal vez en el futuro, mediante la tecnología, María podría tener hijos, pero nunca sería el mismo niño.—¡Ana!De repente
El dolor de Pablo alcanzó su límite soportable. Abrazó a María con fuerza, impidiéndole hablar, no dejándola ir...Solo quería tenerla en sus brazos un momento más...…María no quiso el hotel de Pablo; desgarró los documentos y le gritó que se fuera.Ella dijo que no amaba a Pablo, y que él no merecía ni su odio.Cuando Pablo salió de la habitación, su expresión era la de un hombre desolado, con la camisa manchada de sangre de manera impactante. Afuera estaba Camila.Al ver a Pablo, Camila soltó una risa despectiva: —¿Sigues obsesionado con esa mujer, verdad? Pablo, la culpable de su desgracia eres tú. Si no fuera por tu obsesión con esa... mujer.Pablo le dio una bofetada. Luego la agarró del cuello y la empujó contra la pared opuesta. Camila, luchando por respirar y con el rostro tornándose púrpura, golpeaba el brazo de Pablo mientras lo insultaba: —¿En qué soy inferior a ella? ¡Soy la hija de la familia Valdés, y ella no es más que una prostituta!Pablo quería acabar con ella...