La madre de Jenny finalmente ha servido los platos. Maya está frente a Jenny y a su lado está Chris. Felicia al otro y en las demás silla se agrupa sus allegados.Hay mucho por decir en la mesa y es sin duda un momento en el que para Maya, es ese punto en el que adora por sentirse tan plena, en un ambiente que es familiar y cálido. Se refleja la misma calidez de la que disfruta de sus padres. Le genera felicidad mirar a la señora Hudson porque tiene la misma maña de su madre en no servir hasta que se ora y todos estén sentados. Hace mucho que no ve a sus padres, y quiere creer que pronto los tendrá consigo en este momento colmado de alegría.Sin embargo, para Maya es algo incomoda la situación para ella misma cuando los pensamientos de Sean estando en el Livende son austeros, y distantes.La voz del señor Hudson la saca de sus pensamientos.Entonces sonríe.—Cómo no vamos a estar feliz si Maya y Chris tendrán su propio hotel —exclama el padre de Jenny—. El mejor sin duda, de toda la c
—¿Ese muchacho —comienza Maximiliano del otro lado— es conocido tuyo?Maya se pasa el teléfono a la otra oreja.—¿El de esta tarde?—Sí, ese chico.Maya recuerda a Sean al instante.—Lo es.Menciona, mirando las luces de la ciudad lejana. No hay porqué ocultar las cosas, y vuelve a erguirse, mirando el horizonte y los rascacielos de Nueva York demasiado lejos.—Sí, lo conozco desde hace mucho. Nosotros…él fue mi pareja hace algunos años.—¿Es tu ex novio? —vuelve a preguntar Maximiliano.—Sí, durante dos años—le responde.—Oh —es lo que dice—. Nunca lo imaginé.Maya se echa a reír.—¿Por qué?—Poco me has contado de ti, Maya —murmura Maximiliano—. Y hace más de un año que te conozco.Ella solamente suspira.—Puedo decirte muchas cosas si así es lo que quieres saber.—Quiero que me digas lo que te hace sentir bien. Lo que te hace sentir mal. Quiero saber más de ti. Quiero conocerte. Quiero que tú me conozcas. Déjame hacerlo…—Max…—No hace falta que me des respuesta ahora —lo oye decir
Ni siquiera sabe qué puede depararle el destino. Qué motivos tendría para saber y conocer lo que Maximiliano ya significa en su entera vida. Es algo extraño, distinto. Al principio de conocerlo jamás creyó que se volvería el día de hoy el ser que le arrebata los suspiros, la encierra en su finura y la añora por sentir más de él. Si tuvo que darse cuenta tiempo después que siempre tuvo frente a sus narices el hombre con el que se refleja plenamente y en el que no puede dejar de pensar ni un solo instante. No cree que sólo es cuestión de caricias, que es una unión física. Lo de ellos va mucho más allá. El toque pasa a otro plano en cuanto comparten más que los mismos gustos. Las mismas pasiones. El deseo de volver a obtener siempre nuevas y especiales encuentros con el mundo. Desde el principio fue así. Su conexión fue instantánea y si Maximiliano confesó que se estuvo enamorando de ella mientras convivían aún más, no podía hacerlo titubear. El momento también es hacia su parte. La man
Maya se quita su abrigo mientras observa a Jason acercarse, ponderosamente. Sus manos están en sus bolsillos y su rostro está volteando hacia un lado, lejos de querer despedirla como es costumbre. Maya se toma de las manos al verlo llegar y tiene que suspirar, justo en el momento en que Jason la ciñe hacia sí.Un abrazo se forma entre ellos dos, y busca la manera de entender que siempre serán los dos los amigos que comparten tal vez toda una media vida. Maya lo abraza con fuerza y oculta su rostro en su cuello. Tener el abrigo de Jason es importante. Más de lo que imagina y necesita al momento tener la agradable sensación de que todo tiene que arreglarse.Es Jason el primero que se aleja de sus brazos. Maya toma sus manos y trata de sonreír.—Te veré después —asevera Jason, sin embargo, aún sigue impertérrito y hace lo posible por no verle el rostro.Asiente, mojándose los labios. La actitud de Jason no es la misma pero tiene que conformarse con esto ahora. Siente que la culpa es suya
—Maya —la infunde en un gran abrazo la señora Miranda—. Qué gusto verte por aquí de nuevo. Muchas gracias. Gracias.—El placer es todo mío, señora Miranda.—No, dime Miranda ahora, Maya. Basta de formalidades. Hazlo con mi hijo, pero no conmigo, es lo menos que puedo hacer. Ven, siéntate a mi lado.—Dígame, ¿han dicho algo sobre Giovanna?—Todo salió bien —la señora Miranda se limpia la nariz, sonriendo—. Todo, Maya. Qué alegría. Bendito sea Dios.—¿Y no han dicho cuándo podrá abrir los ojos, cuándo?—Quizás en un par de días, siempre dependerá de cómo reaccione a todo. Pero la vi hace unos momentos, y ella está, dormida…está mejor ahora.—Gracias a Dios —suelta Maya a su vez con un alivio desmesurado. Todo esto es más que complaciente, más que significativo. La situación de Giovanna siempre sería más importante de lo que pensaba. Y ahora, con ese foco de luz comenzando a valer a sus oraciones y a sus esperanzas no ve más sino eso para que la situación mejore. Le toma una mano a la s
Maya sonríe, feliz por todo esto.—Le encantará. Lo sé.Maximiliano le lanza una ojeada similar a la de antes.—Te encantan a ti.—¿A quién no le gusta las flores? —dice Maya.—Entonces, te daré todos los ramos que existan en este mundo —le dice Maximiliano sin titubeos.Maya alza ya una de sus cejas. Maximiliano saca un solo girasol de todo el ramo y se la entrega. No hace más que sonreír por el detalle.—Gracias —entona, admirando la flor—. Ahora le toca a Giovanna.—Entonces, preciosa. Ven conmigo…—Maximiliano se acerca para plantar un rápido beso en sus labios. Sabor al dulce que le fascina, porque se ha convertido sus labios sin duda cerca del sabor a miel.Y toma su mano. Ya están dirigiéndose directo al cuarto de Giovanna, cada uno con flores.Al entrar, los padrinos de Giovanna se observan a su vez y les sonríe. Ellos de igual forma la saludan y el tío de Giovanna es quien dice que saldrá a tomar un café. La madrina de Giovanna la infunde en un abrazo y los ve salir del cuarto
Maximiliano y ella se quedan hasta que amanece. No pudieron hablar sobre algunas cosas porque los padrinos de Giovanna habían entrado. Sin embargo, en los momentos en que se quedaban solos, Maximiliano le decía que debería no preocuparse en si ir a trabajar o no, pero Maya le volvía a decir que de eso no se preocupara él. Le contó sobre la cena y en cómo le hizo gracia lo que mencionó sobre Sean.—Entonces si es tu ex.—Lo es —Maya le acarició el rostro, en cuanto estuvieron sentados afuera, en la sala—. Ya lo notaste. Juega en los Yankees.—Sin embargo —Maximiliano hizo que Maya se colocara más hacia él, tomándola de la cintura y al tener una de sus manos, besándola, expresó—: puede seguir admirándote, haciéndote cumplidos, ahora más que nunca quiero que todos lo sepan. La mayoría cree que estás sin nadie.—¿Y no lo estoy? —ronroneó Maya, acercándose a sus labios, inclinándose hacia él.—¿Eso quieres hacer creer? —Maximiliano sonríe.—Debería decir lo mismo —Maya finalmente se aleja,
Pasan más del mediodía, pero no puede entender si ya es tarde o temprano, si el día viene o no lo hace. Sólo está volando dentro de sus alas. De las alas que son nada más de ellos dos. Acaricia su pecho mientras lo observa, sonriendo, aún con sus mejillas rojas y calientes. Apenas su cuerpo detiene todos los espasmos que le ha hecho sentir. Todo ese recorrido en su cuerpo. Las acaricias inundando cada rincón de su piel. Su vaivén dentro de ella que se sintió tan celestial. Sus acaricias dentro y por fuera la llevaron a donde nunca supo. Este sentimiento ya estaba plenamente regocijado en cada recoveco, en cada lugar al que sintiera estar viva y con ganas de sentir. Mientras acaricia su pecho, bajando hasta la distancia que cubre la manta, ella sonríe, viendo cada rincón que puede ofrecer esas comisuras también alzadas hacia ella. También la está tocando, su cintura, con acaricias suaves que le generan júbilo y comodidad. Cuando lo observa sonreír una vez más, Maya se sube, directo ha