102. Sólo maravillas

Maximiliano y ella se quedan hasta que amanece. No pudieron hablar sobre algunas cosas porque los padrinos de Giovanna habían entrado. Sin embargo, en los momentos en que se quedaban solos, Maximiliano le decía que debería no preocuparse en si ir a trabajar o no, pero Maya le volvía a decir que de eso no se preocupara él. Le contó sobre la cena y en cómo le hizo gracia lo que mencionó sobre Sean.

—Entonces si es tu ex.

—Lo es —Maya le acarició el rostro, en cuanto estuvieron sentados afuera, en la sala—. Ya lo notaste. Juega en los Yankees.

—Sin embargo —Maximiliano hizo que Maya se colocara más hacia él, tomándola de la cintura y al tener una de sus manos, besándola, expresó—: puede seguir admirándote, haciéndote cumplidos, ahora más que nunca quiero que todos lo sepan. La mayoría cree que estás sin nadie.

—¿Y no lo estoy? —ronroneó Maya, acercándose a sus labios, inclinándose hacia él.

—¿Eso quieres hacer creer? —Maximiliano sonríe.

—Debería decir lo mismo —Maya finalmente se aleja,
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