Ella observa sus manos y traga saliva. Comenzar con aquel dicho es sin duda una declaración. No sabe cómo sentirse pero tener la veracidad del hombre suyo, que se sincera y deja ver nada más que un rostro franco y el corazón abierto hacia ella, le hacen creer de todo. Se siente expuesta. Maximiliano afirma haber comenzado a experimentar nuevos sentimientos por ella. Es difícil de asimilar puesto que no es cualquier hombre sino su jefe. Tiene que ir directo hacia su mirada para ver la prueba de lo que le está confesando.—Y ni siquiera lo sabía.Termina diciendo Maximiliano una vez baja la mirada.Maya toma parte de su rostro entre su mano.—¿Desde cuándo?Maximiliano se moja los labios.—No sé en qué momento —murmura. La atrae hacia si una vez más. No puede tenerla lejos y empieza acariciar su cintura—. No me lo preguntes porque no tengo idea.—¿Y cómo sabes que estabas sintiendo cosas por mí?—No lo sé —dice Maximiliano y le toma el rostro. Sus ojos verdes se acoplan bajos los suyos,
—Lo notaste —se oye entontecida por las declaraciones. Al igual que él, su corazón es el que se encuentra hablando por ella—. Max, tú lo notaste, tú…Maya no puede creerlo. Por mucho tiempo tuvo la creencia de que la llegada al museo metropolitano de Nueva York por el tema de su llegada del Bronx y una de sus mejores pasatiempos, la fotografía, habían sido porque Jenny había hablado por ella, consiguiéndole un puesto como copartícipe para ser quien tomara las fotografías a los pintores y sus obras. Esta confesión le hace notar que Maximiliano siempre estuvo pendiente de todo aquello. Y más aún cuando se trataba de algo tan importante para ella como lo es la fotografía.—¿Te molesta? —de repente lo escucha decir—. ¿Te molesta que yo haya sido…?—¡No! Por Dios, no —Maya toma su rostro, echándose a reír afanada por lo que le ha dicho—. ¿Cómo puedes creer eso? ¿Cómo? Dios…estoy tan impresionada de que siempre hayas sido tú. Jamás lo imaginé…y ¿cómo fue te tuviste mis datos? Cómo fue que n
Los minutos después pasan relativamente rápido. Genovie se presenta otra vez y la conversación que le brinda cuando prueba unos panes rellenos y un café en la cocina que da también vista a parte de Nueva York en su imagen aceitunada por los valles de los bosques. Mientras conversa con la mujer sobre Giovanna, se mantiene buscando algún índice de recelo hacia ella. Y nunca lo encuentra. En realidad, Genovie parece ser la mejor compañía en un momento como este. La amable sonrisa siempre está y vuelve a dejarle panecillos hasta que Maya niega en voz baja, tímida, que en realidad ya está llena. Se dirige hacia Giovanna con tanto cariño. La preocupación por su estado la mantiene siempre llena de angustia. No obstante, recibe palabras reconfortantes por parte de Maya y después de beber el ultimo sorbo del café negro, como tanto le gusta, le agradece a Genovie por las atenciones.—No te preocupes —contesta—. Ha sido un placer.Asiente mientras sonríe.Una vez que vuelve a tener su bolso, su
Maya duda un momento pero qué más da. No estaba en posición de pedir otra cosa. Empieza a colocárselo y pese que las mangas están un poco sueltas, las arremanga y aprieta el cinturón sobre su cintura. No está nada mal en realidad pero la talla sigue siendo un poco más grande que la suya. Aunque, teniendo los stilettos negros harían una combinación que no podrá pasar desapercibida. —¿Lo ves? Te queda de maravilla —pronuncia Maximiliano con dotes de júbilo, que pertenecen tan sólo a las inmensas ganas de encajar su corazón a lo que delante de sus ojos permanecía. Termina Maya por encerrar bien la gabardina alrededor y sonríe. —Bien, admito que si es un buen estilo —toma sus cosas y está dispuesta a salir. Pero se detiene. Maximiliano comienza hacer aparecer una sonrisa—. Gracias por…recibirme en tu casa. Gracias por todo. Maximiliano la toma del brazo y la empuja hacia él. Maya no desaprovecha está situación y corresponde a su toque. —¿Cómo puedes agradecerme? —inquiere Maximiliano
Es algo más austero y sin sentido lo que ha dicho. Su rostro se transforma por la severidad que implanta Diana hacia ella. Como si no fuese suficiente decirle que puede estar equivocada por esto, por lo que ocurre, Maya se enfrenta decidida a pesar de estar en contra de lo que ella piensa. —Yo no quiero ser tu enemiga, Diana. No quise nunca nada de esto. —¿Por qué? —ruge Diana al instante. Puede aparentar estar tranquila pero sus intenciones son otra cosa—. Apenas supiste que estaba solo para aprovechar la oportunidad. No quiero ser tampoco tu aliada, Maya. Nunca, jamás, creería que hiciste esto por obra de Maximiliano. —¿Y por qué lo acusas de engaño? ¿Por qué si sabes que no es verdad? Diana rechista la boca severamente y dentro de poco se acerca. Maya pestañear al verla a solo centímetros de su cuerpo. —Maldita sea, yo si cancelé la boda porque no iba a casarme con un hombre que no me habló con la verdad. Me vio la cara de tonta. ¿Sigues creyendo que él no se daba cuenta de que
Cae con violencia. Impetuoso. No son más menos agradables las palabras de lo que es su mirada, suturando su resentimiento contra ella. Es un balde de agua fría que imposibilita el habla. La sentencia se suelta suave y Diana al decirlo se le endurece las facciones.Pero no recibe ninguna respuesta. Sólo silencio. Sólo una mirada padecida, pesada, dolida…Se le escapa una destemplanza austera de Diana, a secas. Cuando no había más cosas que decir, toma su bolsa, y desaparece.Un vacío destierro de su corazón se hunde, porque no hay otra cosa que vea sino la soledad, el augurio, la frialdad y quizás tal vez, la realidad en sus palabras. No quiere pensar ahora en la mañana. En esa mañana firme, que sí es real y eminente. Suben y bajan las ponderaciones, serios, feroces, que hacen daño, que se tuercen de la impotencia, de la rabia, por un único desconsuelo. Diana llega para hacerle perder la cabeza. “Un interés de meses sobre años de relación.” Se le detiene el corazón, casi, sin embargo,
Maya contiene la sonrisa y la observar marchar.Suspira. El día debe arrancar como debe ser. Ella, debe encontrar la manera de disipar los pensamientos. Urge sentirse plena otra vez. Le urge, ver a Maximiliano pero en este punto, en estos momentos en donde sino la imagen suya regresando hacia sus brazos, no cree tener las agallas hacerlo esa vez.Una vez que sostiene la mirada del reloj, ya dan las cinco. El tiempo siendo aliado suyo también la hace volverse más rápida y atenta, y ahora considerando que está trabajando para ser parte de un liderazgo le viene bien tomar cada rienda de cualquier asunto. Entretanto, al finalizar la jornada se apresura a ser la primera en despedirse de Jenny, que ya está en la salida con un café entre sus manos. Se despiden las dos amigas cuando ya pasa el momento acordado y Maya debe marcharse. Al igual que con los hombres de seguridad y los servidores, se despide de la misma manera.Lo último que escucha decir de Jenny es que probablemente haya dentro d
La misma mirada que le dirige Jason es la misma que ella le sostuvo en su momento. Incluso para la llegada de esa confesión, la lluvia afuera de la estación, contrastando sus pesares y buscando el motivo necesario para hacer saber de la nostalgia y la melancolía. Los dos amigos observan el pasar del tránsito en aquella parte de Nueva York. Maya va por el segundo cigarro. Una vez contado lo necesario para Jason busca la forma de tratar de no pensar en él. Está precipitando las cosas. Lo hace y ella misma se vuelve cruel. Perdería los estribos en cuanto necesitara y viera que las cosas no serían de la manera en la que pensaba. Es siquiera doloroso pensar en los sentimientos de cada uno. Ahora que empiezan a nacer, a brotar de su pecho, distintos de la manera en la que quería. ¿Cómo podría hablar por los sentimientos de Maximiliano, ya no más su jefe por lo que quedaba del tiempo? No entendería nunca como las cosas pasaron de esta forma. Pero lo hicieron. Nada es igual. Ni ella, ni él.