Y niega con la cabeza. No puede pensar con claridad las palabras. En juego está su propia lealtad hacia Maya, que nada tiene que ver con sus propios pensamientos internos.Y sigue negando, alzando los hombros, finalmente, derrotado.—No sé qué es lo que me pasa…Los ojos rojos de Maya se ciernen a él, y aguanta la respiración. No puede entender el estado en el que él se encuentra. En lo que todo significaba. Las acusaciones propias de Diana. Y ahora Maximiliano confesando que sus sentimientos son sobre una causa en la que sólo ella está involucrada. Todas esas miradas, todos esos lindos gestos. Ella no la había visto como amabilidad.—¿No estabas siendo amable conmigo? ¿Pretendías otra cosa?—Es absurdo que a estas alturas pienses eso sobre mí —sisea Maximiliano. Sus ojos verdes se inclina sobre ella, moribundos. Tristes —. Mi relación contigo fue una cosa maravillosa. Fuimos un gran equipo. Siempre te respeté, te admiré. ¿Eso sólo significa para ti coqueteo? ¿Insinuación? Lo único que
Maya siente un frío en el estómago, y ruge:—Sin embargo, pensabas en mí.Maximiliano aprieta los ojos para ese momento intolerable.—¡Yo no sé si estaba enamorado de ti! ¡Jamás creí que mi forma de admirarte le hizo sentir celos a Diana! ¡Le hacía ver cosas que no eran! ¿Cómo pueden decir sobre lo que yo pienso? ¿Cómo? No me atrevería hacerle nunca eso a Diana.Su gesto sigue disgustado. El modo de su sentencia es fuerte, preciso, directo. Las escucha sin inmutarse. Pero sólo la mención de Diana en su conversación no es precisamente lo que desea entablar. Siendo ella la responsable de toda esta distancia que se forma entre ellos dos.Maya traga y es lo mucho que puede hacer. Maximiliano la ha defendido. Y puede notar que, de hecho, Diana aún sigue en sus pensamientos. Y es normal. Estaría en graves problemas si no fuese de ese modo.—De acuerdo —Maya dice, asintiendo—. Lo único que quiero ahora es que hables con ella. Y le digas que nunca ha pasado algo entre tú y yo.—No quiero que
Llega a la sala un par de segundos después.Un instante alejado de sus allegado Maximiliano hace unas llamadas respectos al hotel. Su ausencia aquel día trajo algunos anuncios que tenía que atenderlos bajo su criterio. Así que se aleja lo suficiente para entablar la conversación.Pierde la concentración cuando Maya no deja de salir de su mente.“Quince días.”Es un anuncio que le hace recorrer un escalofrío.Su partida también del Livende se siente para ese momento desmedido y sin compasión. La sola idea de ya no tenerla, de ya no verla es diez veces peor. El pecho se doblega con el panorama de ella yéndose finalmente de su vida. Y se siente extasiado de la ira. Ira consigo mismo. Todo aquello fue causado por su solo atrevimiento. Si tan solo no hubiera pensando así de ella…si tan solo estuviese sintiendo ahora todo esto, las cosas serían distintas. Pero, ¿Para quién? Maya lo que desea es alejarse. Alejarse de todo. Irse lejos e irse lejos de él. ¿No estaba siendo cruel con su propio
Stephanie se tapa de inmediato la boca, brincando.—¡Oh Por dios!Se abalanza a abrazarlo.—¡Por Dios Max!La joven lo suelta para empezar a dar expresiones de regocijo.—¡Giovanna! Ella está bien, está bien —exclama.Maximiliano corresponde con la misma felicidad. Se pone Stephanie a dejar caer un llanto de alegría que acompaña con la sonrisa, llena de refulgencia, llevada por la alegría. No se aguanta un momento más cuando jala del brazo a Maximiliano y lo conduce seguido al coche y exclama:—¡Debes llevarme! ¡Ya! Vámonos.—Antes tiene que acompañarme a buscar algunos papeles. Te prometo llegar lo más pronto posible.Stephanie se limpia las lágrimas, dejando caer los hombros y asintiendo por fin. Luego se introduce al vehículo,Maximiliano escucha exclamar de Stephanie que se apresure, así que abre la puerta de piloto.Sus ojos verdes se dirigen hacia una dirección y alza la mirada.Entonces, se queda inmóvil.Parece un espejismo a su vez, porque lo único que observa es a Diana Jun
Maya suelta los papeles y se aleja del escritorio.Su ceño se ha fruncido con impaciencia. Su mirada ha cambiado.—¿Qué —suelta— acabas de decir?—Claro, como no lo supe. La señorita June me lo insinuó varias veces —habla como si lo estuviera hablando consigo mismo. Y se echa a reír—. Oh, es un placer conocerte al fin, Maya. Nunca lo imaginé.—¿Pero cómo te atreves? —ella rodea su escritorio y se queda enfrente suyo—. ¿Quién crees que eres?—Tranquila. Supongo que nadie más lo sabe, pero, bueno, es obvio. La secretaria enamorado a un hombre casado. ¿Sabes? La editorial amaría tener esta primera plana. Supongo que para ti es mejor obtener cientos de dólares por declarar todo esto, ¿no? Maximiliano D'Angelo fue acusado de infiel, pero tú eres la amante y supongo que es mejor para ti si…Maya no lo deja terminar. Su mano se encuentra en su mejilla y se detiene entonces en abofetearlo para cuando da cuenta lo que está tratando de insinuar.Matt se toma de la mejilla.—Te voy a pedir que
Ella sostiene el cigarro con sus labios y se gira.Retrocede un poco con la vista borrosa.—¿Cómo sabes que estoy aquí?—Llame a tu celular y Jenny contestó.Claro, por eso dejaba su teléfono en la mesa.Maya se quita el cigarro y deja salir el valor.—Sí, desde hace mucho —dice, tratándose del cigarro. Al volver a mirarlo, pregunta—. ¿Qué haces aquí?—Quería saber dónde estabas.—Estaba con mis amigos pero…am, bebí de más.—Sí —dice él—. No me había dado cuenta.Maya se alza de hombro, haciendo un mohín con esos ojos entrecerrados. Se da la vuelta para pasar—¿A dónde vas a ir? —y ella se detiene.—A mi casa —contesta, con el cigarro abajo.—¿Sola?—¿Pues, con quién más?Maximiliano echa un chasqueo. Es más grosera cuando está así, pero Maya se echa a reír y se da la vuelta.—Te acompaño.—No, no —ella zarandea—. No quiero que vayas a mi casa.—¿Por qué? —pregunta.Maya siente un escalofrío. Siente que incluso el mareo se le ha ido.—Por que no.Suelta.Maximiliano se acerca una vez
Incluso cree que al despertar sigue creyendo que es un sueño. Incluso necesita observa cómo pasa todo delante de sus ojos para cerciorar que sigue conservada entre sus abrazos. Sus acaricias que siente en el brazo. La barbilla que descansa bajo su cabeza. Todo su cuerpo descansado en su regazo. Apena entreabre los ojos la luz del amanecer está delicadamente colocada sobre ellos dos. Recuerda haber llegado y sentarse en un sofá, no en una cama, dentro de un cuarto acogido y acomodado para la vista. Sus manos surgen desde su regazo para descansar en su pecho, desnudo y que encaja bajo sus dedos. Entonces con ese toque, apenas en la mañana, no sabe qué hora es ni qué día de la semana tampoco, todo lo recuerda.La banda de Phoenix. La reunión con sus amigos. El cigarrillo. “Quédate sólo esta noche.”Sus dedos acarician todo su torso una vez que se siente tan cómoda bajo sus brazos. Las acaricias que hace y recibe en su brazo. Una vez más puede decir fielmente que desea quedarse en esta po
Ella observa sus manos y traga saliva. Comenzar con aquel dicho es sin duda una declaración. No sabe cómo sentirse pero tener la veracidad del hombre suyo, que se sincera y deja ver nada más que un rostro franco y el corazón abierto hacia ella, le hacen creer de todo. Se siente expuesta. Maximiliano afirma haber comenzado a experimentar nuevos sentimientos por ella. Es difícil de asimilar puesto que no es cualquier hombre sino su jefe. Tiene que ir directo hacia su mirada para ver la prueba de lo que le está confesando.—Y ni siquiera lo sabía.Termina diciendo Maximiliano una vez baja la mirada.Maya toma parte de su rostro entre su mano.—¿Desde cuándo?Maximiliano se moja los labios.—No sé en qué momento —murmura. La atrae hacia si una vez más. No puede tenerla lejos y empieza acariciar su cintura—. No me lo preguntes porque no tengo idea.—¿Y cómo sabes que estabas sintiendo cosas por mí?—No lo sé —dice Maximiliano y le toma el rostro. Sus ojos verdes se acoplan bajos los suyos,