Ella sostiene el cigarro con sus labios y se gira.Retrocede un poco con la vista borrosa.—¿Cómo sabes que estoy aquí?—Llame a tu celular y Jenny contestó.Claro, por eso dejaba su teléfono en la mesa.Maya se quita el cigarro y deja salir el valor.—Sí, desde hace mucho —dice, tratándose del cigarro. Al volver a mirarlo, pregunta—. ¿Qué haces aquí?—Quería saber dónde estabas.—Estaba con mis amigos pero…am, bebí de más.—Sí —dice él—. No me había dado cuenta.Maya se alza de hombro, haciendo un mohín con esos ojos entrecerrados. Se da la vuelta para pasar—¿A dónde vas a ir? —y ella se detiene.—A mi casa —contesta, con el cigarro abajo.—¿Sola?—¿Pues, con quién más?Maximiliano echa un chasqueo. Es más grosera cuando está así, pero Maya se echa a reír y se da la vuelta.—Te acompaño.—No, no —ella zarandea—. No quiero que vayas a mi casa.—¿Por qué? —pregunta.Maya siente un escalofrío. Siente que incluso el mareo se le ha ido.—Por que no.Suelta.Maximiliano se acerca una vez
Incluso cree que al despertar sigue creyendo que es un sueño. Incluso necesita observa cómo pasa todo delante de sus ojos para cerciorar que sigue conservada entre sus abrazos. Sus acaricias que siente en el brazo. La barbilla que descansa bajo su cabeza. Todo su cuerpo descansado en su regazo. Apena entreabre los ojos la luz del amanecer está delicadamente colocada sobre ellos dos. Recuerda haber llegado y sentarse en un sofá, no en una cama, dentro de un cuarto acogido y acomodado para la vista. Sus manos surgen desde su regazo para descansar en su pecho, desnudo y que encaja bajo sus dedos. Entonces con ese toque, apenas en la mañana, no sabe qué hora es ni qué día de la semana tampoco, todo lo recuerda.La banda de Phoenix. La reunión con sus amigos. El cigarrillo. “Quédate sólo esta noche.”Sus dedos acarician todo su torso una vez que se siente tan cómoda bajo sus brazos. Las acaricias que hace y recibe en su brazo. Una vez más puede decir fielmente que desea quedarse en esta po
Ella observa sus manos y traga saliva. Comenzar con aquel dicho es sin duda una declaración. No sabe cómo sentirse pero tener la veracidad del hombre suyo, que se sincera y deja ver nada más que un rostro franco y el corazón abierto hacia ella, le hacen creer de todo. Se siente expuesta. Maximiliano afirma haber comenzado a experimentar nuevos sentimientos por ella. Es difícil de asimilar puesto que no es cualquier hombre sino su jefe. Tiene que ir directo hacia su mirada para ver la prueba de lo que le está confesando.—Y ni siquiera lo sabía.Termina diciendo Maximiliano una vez baja la mirada.Maya toma parte de su rostro entre su mano.—¿Desde cuándo?Maximiliano se moja los labios.—No sé en qué momento —murmura. La atrae hacia si una vez más. No puede tenerla lejos y empieza acariciar su cintura—. No me lo preguntes porque no tengo idea.—¿Y cómo sabes que estabas sintiendo cosas por mí?—No lo sé —dice Maximiliano y le toma el rostro. Sus ojos verdes se acoplan bajos los suyos,
—Lo notaste —se oye entontecida por las declaraciones. Al igual que él, su corazón es el que se encuentra hablando por ella—. Max, tú lo notaste, tú…Maya no puede creerlo. Por mucho tiempo tuvo la creencia de que la llegada al museo metropolitano de Nueva York por el tema de su llegada del Bronx y una de sus mejores pasatiempos, la fotografía, habían sido porque Jenny había hablado por ella, consiguiéndole un puesto como copartícipe para ser quien tomara las fotografías a los pintores y sus obras. Esta confesión le hace notar que Maximiliano siempre estuvo pendiente de todo aquello. Y más aún cuando se trataba de algo tan importante para ella como lo es la fotografía.—¿Te molesta? —de repente lo escucha decir—. ¿Te molesta que yo haya sido…?—¡No! Por Dios, no —Maya toma su rostro, echándose a reír afanada por lo que le ha dicho—. ¿Cómo puedes creer eso? ¿Cómo? Dios…estoy tan impresionada de que siempre hayas sido tú. Jamás lo imaginé…y ¿cómo fue te tuviste mis datos? Cómo fue que n
Los minutos después pasan relativamente rápido. Genovie se presenta otra vez y la conversación que le brinda cuando prueba unos panes rellenos y un café en la cocina que da también vista a parte de Nueva York en su imagen aceitunada por los valles de los bosques. Mientras conversa con la mujer sobre Giovanna, se mantiene buscando algún índice de recelo hacia ella. Y nunca lo encuentra. En realidad, Genovie parece ser la mejor compañía en un momento como este. La amable sonrisa siempre está y vuelve a dejarle panecillos hasta que Maya niega en voz baja, tímida, que en realidad ya está llena. Se dirige hacia Giovanna con tanto cariño. La preocupación por su estado la mantiene siempre llena de angustia. No obstante, recibe palabras reconfortantes por parte de Maya y después de beber el ultimo sorbo del café negro, como tanto le gusta, le agradece a Genovie por las atenciones.—No te preocupes —contesta—. Ha sido un placer.Asiente mientras sonríe.Una vez que vuelve a tener su bolso, su
Maya duda un momento pero qué más da. No estaba en posición de pedir otra cosa. Empieza a colocárselo y pese que las mangas están un poco sueltas, las arremanga y aprieta el cinturón sobre su cintura. No está nada mal en realidad pero la talla sigue siendo un poco más grande que la suya. Aunque, teniendo los stilettos negros harían una combinación que no podrá pasar desapercibida. —¿Lo ves? Te queda de maravilla —pronuncia Maximiliano con dotes de júbilo, que pertenecen tan sólo a las inmensas ganas de encajar su corazón a lo que delante de sus ojos permanecía. Termina Maya por encerrar bien la gabardina alrededor y sonríe. —Bien, admito que si es un buen estilo —toma sus cosas y está dispuesta a salir. Pero se detiene. Maximiliano comienza hacer aparecer una sonrisa—. Gracias por…recibirme en tu casa. Gracias por todo. Maximiliano la toma del brazo y la empuja hacia él. Maya no desaprovecha está situación y corresponde a su toque. —¿Cómo puedes agradecerme? —inquiere Maximiliano
Es algo más austero y sin sentido lo que ha dicho. Su rostro se transforma por la severidad que implanta Diana hacia ella. Como si no fuese suficiente decirle que puede estar equivocada por esto, por lo que ocurre, Maya se enfrenta decidida a pesar de estar en contra de lo que ella piensa. —Yo no quiero ser tu enemiga, Diana. No quise nunca nada de esto. —¿Por qué? —ruge Diana al instante. Puede aparentar estar tranquila pero sus intenciones son otra cosa—. Apenas supiste que estaba solo para aprovechar la oportunidad. No quiero ser tampoco tu aliada, Maya. Nunca, jamás, creería que hiciste esto por obra de Maximiliano. —¿Y por qué lo acusas de engaño? ¿Por qué si sabes que no es verdad? Diana rechista la boca severamente y dentro de poco se acerca. Maya pestañear al verla a solo centímetros de su cuerpo. —Maldita sea, yo si cancelé la boda porque no iba a casarme con un hombre que no me habló con la verdad. Me vio la cara de tonta. ¿Sigues creyendo que él no se daba cuenta de que
Cae con violencia. Impetuoso. No son más menos agradables las palabras de lo que es su mirada, suturando su resentimiento contra ella. Es un balde de agua fría que imposibilita el habla. La sentencia se suelta suave y Diana al decirlo se le endurece las facciones.Pero no recibe ninguna respuesta. Sólo silencio. Sólo una mirada padecida, pesada, dolida…Se le escapa una destemplanza austera de Diana, a secas. Cuando no había más cosas que decir, toma su bolsa, y desaparece.Un vacío destierro de su corazón se hunde, porque no hay otra cosa que vea sino la soledad, el augurio, la frialdad y quizás tal vez, la realidad en sus palabras. No quiere pensar ahora en la mañana. En esa mañana firme, que sí es real y eminente. Suben y bajan las ponderaciones, serios, feroces, que hacen daño, que se tuercen de la impotencia, de la rabia, por un único desconsuelo. Diana llega para hacerle perder la cabeza. “Un interés de meses sobre años de relación.” Se le detiene el corazón, casi, sin embargo,