Desengancha despacio. Ha sido él.Maya quita la mano de su puerta y vuele a pegar la espalda contra el respaldar del asiento.—¿No es así? —lo mira de reojo. Sus ojos ambarinos le dejan a Maximiliano un deje de tristeza.—No —refuta al instante—. ¿Acaso crees soy capaz de eso?La voz de Maximiliano se presiona con los dientes. Por supuesto que está cabreado, y solo suspira, mirando hacia al frente. Su perfil reluce a su vez. Su barba de igual manera. Está más abundante desde la última vez que se puso a observarlo, mucho antes del incidente del beso, mucho antes del incidente en su departamento.Maya alza una mano, alzando los hombros. Le afecta hablar de esto.—No sé si pueda seguir trabajando con usted.Una vez más mira como su expresión cambia. Sus ojos verdes se dilatan, su ceño se frunce. Pero no la observa. Mientras tiene las manos al volante y la otra en su pierna, siente la impotencia que se infla sobre su pecho.—Antes no quería que te fueras —contesta. Suena completamente aba
Las manos se encuentran otra vez en su pecho.Como una ráfaga de viento que se mueve dentro, y ahora, en el vaivén del beso, entregado, y nuevamente, despótico. Ya no es ella quien lo hizo, quien se abalanza contra sus labios, pero no puede pensar en otra cosa que no pueda ser menos gratificante que aquello. Se sumerge en el abismo que le brinda su toque. Delicado. Soberbio. Otra vez es la misma sensación, pero aún más dispuesta, anhelada, porque los dos saben que no hay mejor entrega que la misma. El verdadero y allegado desliz que unen sus corazones de pronto. No hay motivo para volver atrás.Aferrándose a la idea de encontrar otro camino para sostenerse en aquella posición, porque no es suficiente, con sus manos y en la misma estancia que da su consentimiento para que los dos viajen al mismo lugar, no cree ver el motivo necesario, porque es más placentero ahora tenderse de esa manera.Para los dos, no es más que una ventura. Una vez más, Maya necesita respirar para volver a la real
Y niega con la cabeza. No puede pensar con claridad las palabras. En juego está su propia lealtad hacia Maya, que nada tiene que ver con sus propios pensamientos internos.Y sigue negando, alzando los hombros, finalmente, derrotado.—No sé qué es lo que me pasa…Los ojos rojos de Maya se ciernen a él, y aguanta la respiración. No puede entender el estado en el que él se encuentra. En lo que todo significaba. Las acusaciones propias de Diana. Y ahora Maximiliano confesando que sus sentimientos son sobre una causa en la que sólo ella está involucrada. Todas esas miradas, todos esos lindos gestos. Ella no la había visto como amabilidad.—¿No estabas siendo amable conmigo? ¿Pretendías otra cosa?—Es absurdo que a estas alturas pienses eso sobre mí —sisea Maximiliano. Sus ojos verdes se inclina sobre ella, moribundos. Tristes —. Mi relación contigo fue una cosa maravillosa. Fuimos un gran equipo. Siempre te respeté, te admiré. ¿Eso sólo significa para ti coqueteo? ¿Insinuación? Lo único que
Maya siente un frío en el estómago, y ruge:—Sin embargo, pensabas en mí.Maximiliano aprieta los ojos para ese momento intolerable.—¡Yo no sé si estaba enamorado de ti! ¡Jamás creí que mi forma de admirarte le hizo sentir celos a Diana! ¡Le hacía ver cosas que no eran! ¿Cómo pueden decir sobre lo que yo pienso? ¿Cómo? No me atrevería hacerle nunca eso a Diana.Su gesto sigue disgustado. El modo de su sentencia es fuerte, preciso, directo. Las escucha sin inmutarse. Pero sólo la mención de Diana en su conversación no es precisamente lo que desea entablar. Siendo ella la responsable de toda esta distancia que se forma entre ellos dos.Maya traga y es lo mucho que puede hacer. Maximiliano la ha defendido. Y puede notar que, de hecho, Diana aún sigue en sus pensamientos. Y es normal. Estaría en graves problemas si no fuese de ese modo.—De acuerdo —Maya dice, asintiendo—. Lo único que quiero ahora es que hables con ella. Y le digas que nunca ha pasado algo entre tú y yo.—No quiero que
Llega a la sala un par de segundos después.Un instante alejado de sus allegado Maximiliano hace unas llamadas respectos al hotel. Su ausencia aquel día trajo algunos anuncios que tenía que atenderlos bajo su criterio. Así que se aleja lo suficiente para entablar la conversación.Pierde la concentración cuando Maya no deja de salir de su mente.“Quince días.”Es un anuncio que le hace recorrer un escalofrío.Su partida también del Livende se siente para ese momento desmedido y sin compasión. La sola idea de ya no tenerla, de ya no verla es diez veces peor. El pecho se doblega con el panorama de ella yéndose finalmente de su vida. Y se siente extasiado de la ira. Ira consigo mismo. Todo aquello fue causado por su solo atrevimiento. Si tan solo no hubiera pensando así de ella…si tan solo estuviese sintiendo ahora todo esto, las cosas serían distintas. Pero, ¿Para quién? Maya lo que desea es alejarse. Alejarse de todo. Irse lejos e irse lejos de él. ¿No estaba siendo cruel con su propio
Stephanie se tapa de inmediato la boca, brincando.—¡Oh Por dios!Se abalanza a abrazarlo.—¡Por Dios Max!La joven lo suelta para empezar a dar expresiones de regocijo.—¡Giovanna! Ella está bien, está bien —exclama.Maximiliano corresponde con la misma felicidad. Se pone Stephanie a dejar caer un llanto de alegría que acompaña con la sonrisa, llena de refulgencia, llevada por la alegría. No se aguanta un momento más cuando jala del brazo a Maximiliano y lo conduce seguido al coche y exclama:—¡Debes llevarme! ¡Ya! Vámonos.—Antes tiene que acompañarme a buscar algunos papeles. Te prometo llegar lo más pronto posible.Stephanie se limpia las lágrimas, dejando caer los hombros y asintiendo por fin. Luego se introduce al vehículo,Maximiliano escucha exclamar de Stephanie que se apresure, así que abre la puerta de piloto.Sus ojos verdes se dirigen hacia una dirección y alza la mirada.Entonces, se queda inmóvil.Parece un espejismo a su vez, porque lo único que observa es a Diana Jun
Maya suelta los papeles y se aleja del escritorio.Su ceño se ha fruncido con impaciencia. Su mirada ha cambiado.—¿Qué —suelta— acabas de decir?—Claro, como no lo supe. La señorita June me lo insinuó varias veces —habla como si lo estuviera hablando consigo mismo. Y se echa a reír—. Oh, es un placer conocerte al fin, Maya. Nunca lo imaginé.—¿Pero cómo te atreves? —ella rodea su escritorio y se queda enfrente suyo—. ¿Quién crees que eres?—Tranquila. Supongo que nadie más lo sabe, pero, bueno, es obvio. La secretaria enamorado a un hombre casado. ¿Sabes? La editorial amaría tener esta primera plana. Supongo que para ti es mejor obtener cientos de dólares por declarar todo esto, ¿no? Maximiliano D'Angelo fue acusado de infiel, pero tú eres la amante y supongo que es mejor para ti si…Maya no lo deja terminar. Su mano se encuentra en su mejilla y se detiene entonces en abofetearlo para cuando da cuenta lo que está tratando de insinuar.Matt se toma de la mejilla.—Te voy a pedir que
Ella sostiene el cigarro con sus labios y se gira.Retrocede un poco con la vista borrosa.—¿Cómo sabes que estoy aquí?—Llame a tu celular y Jenny contestó.Claro, por eso dejaba su teléfono en la mesa.Maya se quita el cigarro y deja salir el valor.—Sí, desde hace mucho —dice, tratándose del cigarro. Al volver a mirarlo, pregunta—. ¿Qué haces aquí?—Quería saber dónde estabas.—Estaba con mis amigos pero…am, bebí de más.—Sí —dice él—. No me había dado cuenta.Maya se alza de hombro, haciendo un mohín con esos ojos entrecerrados. Se da la vuelta para pasar—¿A dónde vas a ir? —y ella se detiene.—A mi casa —contesta, con el cigarro abajo.—¿Sola?—¿Pues, con quién más?Maximiliano echa un chasqueo. Es más grosera cuando está así, pero Maya se echa a reír y se da la vuelta.—Te acompaño.—No, no —ella zarandea—. No quiero que vayas a mi casa.—¿Por qué? —pregunta.Maya siente un escalofrío. Siente que incluso el mareo se le ha ido.—Por que no.Suelta.Maximiliano se acerca una vez