La noche la pasó como requirió. Se cambió de muda de ropa por una camarera que se ofreció a brindarle el uniforme ya que no tenían otra cosa para darle de cambiar y aceptó sin duda. Y por la misma camarera pudo ducharse en uno de los baños. Cuando daban ya las tres de la madrugada, Maya apenas había pegado el ojo en toda la noche. Se la mantuvo en realidad buscando la manera de ver todos los documentos necesarios y el portafolio con el que presentarían el proyecto.Para cuando dieron las cinco de la mañana, durmió hasta que fueron las nueve.El paso del tiempo fue agotador porque solamente trataba de pensar en lo que hora le ofrecería el destino. Y haciéndolo a su manera, Maya no tuvo de otra que pasar el domingo yendo a su casa, llamando a Jenny, que le dijo sobre su marcha también porque así le había pedido Maximiliano. Le preguntó si sabía otra cosa sobre Giovanna pero ésta negó. Y prometiendo para volver a ir al hospital, Maya regresó a su casa cuando dieron las tres de la tarde.
Mira su teléfono. Vuelve a perderlo ella también. Se siente una tonta por sentir esto, por sentirse impotente de no ir y recorrer a sus brazos, a su rostro.¿Qué significa todo esto? ¿Qué tiene que hacer ella para acaba con este mártir? Pero Diana está entre ellos dos…lo está. ¿Él seguirá enamorado de ella? Si es así, ¿Qué papel juega Maya entre todo esto? los sentimientos son sumamente despóticos, atosigantes. Si bien no quiere hacerle a entender a Diana que nada pasó entre ellos dos, pues, ahora sí. Y pasó mucho. Y si es verdad todo sobre lo que ella le confesó…Tiene todo en su contra.Ni siquiera sabe en qué momento llega la tarde. Pero menos le debe importar en cuanto baja las escaleras hasta el último piso y llega a la mesa de Jenny, que observa su teléfono con atención.—Oh, linda.—¿Me prometes dejarte por esta vez? Iré al hospital.—Ni lo menciones, yo tengo que quedarme un momento más porque Meredith no llegara hasta dentro de una hora. Maya, te lo ruego, no me dejes fuera
Desengancha despacio. Ha sido él.Maya quita la mano de su puerta y vuele a pegar la espalda contra el respaldar del asiento.—¿No es así? —lo mira de reojo. Sus ojos ambarinos le dejan a Maximiliano un deje de tristeza.—No —refuta al instante—. ¿Acaso crees soy capaz de eso?La voz de Maximiliano se presiona con los dientes. Por supuesto que está cabreado, y solo suspira, mirando hacia al frente. Su perfil reluce a su vez. Su barba de igual manera. Está más abundante desde la última vez que se puso a observarlo, mucho antes del incidente del beso, mucho antes del incidente en su departamento.Maya alza una mano, alzando los hombros. Le afecta hablar de esto.—No sé si pueda seguir trabajando con usted.Una vez más mira como su expresión cambia. Sus ojos verdes se dilatan, su ceño se frunce. Pero no la observa. Mientras tiene las manos al volante y la otra en su pierna, siente la impotencia que se infla sobre su pecho.—Antes no quería que te fueras —contesta. Suena completamente aba
Las manos se encuentran otra vez en su pecho.Como una ráfaga de viento que se mueve dentro, y ahora, en el vaivén del beso, entregado, y nuevamente, despótico. Ya no es ella quien lo hizo, quien se abalanza contra sus labios, pero no puede pensar en otra cosa que no pueda ser menos gratificante que aquello. Se sumerge en el abismo que le brinda su toque. Delicado. Soberbio. Otra vez es la misma sensación, pero aún más dispuesta, anhelada, porque los dos saben que no hay mejor entrega que la misma. El verdadero y allegado desliz que unen sus corazones de pronto. No hay motivo para volver atrás.Aferrándose a la idea de encontrar otro camino para sostenerse en aquella posición, porque no es suficiente, con sus manos y en la misma estancia que da su consentimiento para que los dos viajen al mismo lugar, no cree ver el motivo necesario, porque es más placentero ahora tenderse de esa manera.Para los dos, no es más que una ventura. Una vez más, Maya necesita respirar para volver a la real
Y niega con la cabeza. No puede pensar con claridad las palabras. En juego está su propia lealtad hacia Maya, que nada tiene que ver con sus propios pensamientos internos.Y sigue negando, alzando los hombros, finalmente, derrotado.—No sé qué es lo que me pasa…Los ojos rojos de Maya se ciernen a él, y aguanta la respiración. No puede entender el estado en el que él se encuentra. En lo que todo significaba. Las acusaciones propias de Diana. Y ahora Maximiliano confesando que sus sentimientos son sobre una causa en la que sólo ella está involucrada. Todas esas miradas, todos esos lindos gestos. Ella no la había visto como amabilidad.—¿No estabas siendo amable conmigo? ¿Pretendías otra cosa?—Es absurdo que a estas alturas pienses eso sobre mí —sisea Maximiliano. Sus ojos verdes se inclina sobre ella, moribundos. Tristes —. Mi relación contigo fue una cosa maravillosa. Fuimos un gran equipo. Siempre te respeté, te admiré. ¿Eso sólo significa para ti coqueteo? ¿Insinuación? Lo único que
Maya siente un frío en el estómago, y ruge:—Sin embargo, pensabas en mí.Maximiliano aprieta los ojos para ese momento intolerable.—¡Yo no sé si estaba enamorado de ti! ¡Jamás creí que mi forma de admirarte le hizo sentir celos a Diana! ¡Le hacía ver cosas que no eran! ¿Cómo pueden decir sobre lo que yo pienso? ¿Cómo? No me atrevería hacerle nunca eso a Diana.Su gesto sigue disgustado. El modo de su sentencia es fuerte, preciso, directo. Las escucha sin inmutarse. Pero sólo la mención de Diana en su conversación no es precisamente lo que desea entablar. Siendo ella la responsable de toda esta distancia que se forma entre ellos dos.Maya traga y es lo mucho que puede hacer. Maximiliano la ha defendido. Y puede notar que, de hecho, Diana aún sigue en sus pensamientos. Y es normal. Estaría en graves problemas si no fuese de ese modo.—De acuerdo —Maya dice, asintiendo—. Lo único que quiero ahora es que hables con ella. Y le digas que nunca ha pasado algo entre tú y yo.—No quiero que
Llega a la sala un par de segundos después.Un instante alejado de sus allegado Maximiliano hace unas llamadas respectos al hotel. Su ausencia aquel día trajo algunos anuncios que tenía que atenderlos bajo su criterio. Así que se aleja lo suficiente para entablar la conversación.Pierde la concentración cuando Maya no deja de salir de su mente.“Quince días.”Es un anuncio que le hace recorrer un escalofrío.Su partida también del Livende se siente para ese momento desmedido y sin compasión. La sola idea de ya no tenerla, de ya no verla es diez veces peor. El pecho se doblega con el panorama de ella yéndose finalmente de su vida. Y se siente extasiado de la ira. Ira consigo mismo. Todo aquello fue causado por su solo atrevimiento. Si tan solo no hubiera pensando así de ella…si tan solo estuviese sintiendo ahora todo esto, las cosas serían distintas. Pero, ¿Para quién? Maya lo que desea es alejarse. Alejarse de todo. Irse lejos e irse lejos de él. ¿No estaba siendo cruel con su propio
Stephanie se tapa de inmediato la boca, brincando.—¡Oh Por dios!Se abalanza a abrazarlo.—¡Por Dios Max!La joven lo suelta para empezar a dar expresiones de regocijo.—¡Giovanna! Ella está bien, está bien —exclama.Maximiliano corresponde con la misma felicidad. Se pone Stephanie a dejar caer un llanto de alegría que acompaña con la sonrisa, llena de refulgencia, llevada por la alegría. No se aguanta un momento más cuando jala del brazo a Maximiliano y lo conduce seguido al coche y exclama:—¡Debes llevarme! ¡Ya! Vámonos.—Antes tiene que acompañarme a buscar algunos papeles. Te prometo llegar lo más pronto posible.Stephanie se limpia las lágrimas, dejando caer los hombros y asintiendo por fin. Luego se introduce al vehículo,Maximiliano escucha exclamar de Stephanie que se apresure, así que abre la puerta de piloto.Sus ojos verdes se dirigen hacia una dirección y alza la mirada.Entonces, se queda inmóvil.Parece un espejismo a su vez, porque lo único que observa es a Diana Jun