—Nunca podría traicionarte, Max —jadea al sentirlo entonces en su pecho otra vez, cerrando los ojos—. Nunca...—ella lo atrae hacia ella y ya siente su palpar en su tibia entrada—. Por favor, quiero sentirte. Por favor, Max. Te lo pido. Ahora. Ya no aguanto más. No escucha más nada de Maximiliano a excepción de sus respiraciones envueltas y hechas por ellas. Baja y sube su palpitar. Su roce en tan crucial en este punto porque el tacto está haciéndola botar jadeos que suenan en su cuello. No puede gritar, no puede gemir tan alto y se oculta entre el cuerpo fuerte que está encima suyo. Lo siente tocar aquel borde, llenado y enamorado de sus dedos, que juegan y suben. Así, mojándola para dejarlo pasar en cuanto estuviese lista. Y Maya no puede aguantar, suelta un lloriqueo en su hombro, apretando su camisa. Su punto frágil la ha llevado y Maximiliano también la lleva hacia ese lugar. Explota. Lo suelta. Lo libera. Es el primero de muchos. Y toma sus labios para jadear en ellos.
Una vez está Maya de vuelta en la construcción, se ve una última vez en el retrovisor para verificar sus mejillas sonrosadas, su cabello ligeramente peinado y si ningún rastro de ardor. La posibilidad es mínima ahora pero Maya quiere aparentar la mejor calma posible, y no preocupar a Chris con la máxima tardanza que enfrentó “inesperadamente.” Entonces deja caer su cabeza en el volante y empieza a negar, con unas ganas infinitas de hacer la más grotesca queja de todos los tiempos. A pesar de que Maximiliano había roto su camisa tuvo la gran paciencia de irse a conseguir una blusa. Y su chaqueta estaba detrás, en los asientos de atrás y no supo si volver nuevamente con Maximiliano, dispuesta a perderse en el sueños de sus brazos y sentirlo más que nunca. Pero Maya se contuvo y caminando por las primeras estatales con dirección a la isla, ella se dispuso a marchar, mientras trataba de aparentar el mismo estado con el que había entrado a esa conferencia. Pero Maya al llegar tiene un
Sus ojos ambarinos no logran hacer que Roy Sidney siga sonriendo. Y Maya se cruza de brazos para seguir negando. —Dinos cuánto cuesta —Chris se encoge de hombros—. Lo pagaremos o no, sigue siendo injusto que esta gente les haga esto a las personas que tienen su propio negocio. No está bien. Si nosotros nos vemos afectados entonces los demás también. —Chris tiene razón —dice Maya esta vez—. No puede ser justo. Y bueno está bien, aún no tenemos el dinero necesario para pagar y está bien. Iremos a otro lugar, de eso no nos vamos a preocupar. Pero siguen insistiendo en sacarnos de aquí, ¿para qué? ¿Por sus propios intereses?—Trataré de averiguar mejor lo que pasa aquí —Roy Sidney recoge sus cosas y con de prisa le toma la mano a Maya—. No olvides lo que te dije. Tienes que tomar una decisión, no podemos atrasar más la construcción. Los hombres están pidiendo su paga. Maya lo mira un momento y luego desvía la mirada, asintiendo. —No te preocupes —le dice.Roy Sidney asiente con
Capítulo 172 Va andando otra vez al apartamento de Phoenix y Jenny. Contenta de que su amiga la haya invitado a una noche para ellas dos. La consentiría llevándole un par de golosinas y algo rico para beber pero Jenny le dijo que no se preocupara porque estarían en el puesto de Mamá Briggie. Una vez que está aparcando frente al vecindario de Jenny, sonríe hacia la primera persona que observa. Y es esta persona quien se acerca hacia ella. —¡Estás aquí otra vez! —le expresa Maya, abrazándola por el saludo.—¡Otra vez! —le responde. Cuando se separa inclina la cabeza—. Es un placer verte otra vez, Maya.—Y para mí igual, Ale —Maya le corresponde el mismo saludo. Siente como la recién llegada se apresura hacerla avanzar. —¿Qué haces por aquí?—Vine a ver a Jenny —las dos amigas sonriéndose se sientan en una mesa en el puesto de mama Briggie—. Debe bajar pronto. —Me encantaría acompañarlas —le dice Ale, risueña—. Mi…pareja no está y estaba aburrida. —¿Todavía no te vas de la
—¡¿Treinta y cuatro?!Exclama con fuerza Jenny una vez que conoce la edad verdadera de Ale. Esta misma susodicha echa una tronada de risas por su reacción y Maya asiente despóticamente. Aún no puede asimilarlo. —¡Dame tu identificación! Eso es imposible —Jenny expresa sin poder creerlo tampoco. —Claro que es posible. ¿Qué no ves? —Maya dice.—No se preocupen, mañana llevare mi identificación en bandeja de plata —Ale responde, aun divertida por sus reacciones.—Por supuesto que sí —Jenny da el primer bocado a la hamburguesa que está en la mesa de las tres—. Mañana iré a comprar cosas, y ya no puede ser compras de chicas sino compras para bebés.—Ya no aguanto saber que será. Tengo que prepararme —comenta Maya.—Pronto, pronto —la calma Ale con una sonrisa—. Supongo que será una gran sorpresa. ¿No es así?—Por supuesto. Haré una fiesta en un par de semanas —Jenny da la noticia—. Pero se hará cuando tenga en manos el sexo del niño. Y tú —Jenny se dirige hacia Maya— tendrás que
Hay cierta calidez en los ojos de Sean cuando la escucha decir. Más que un sentimiento de afecto, hay sinceridad. Puede parecerle a Maya un tanto extraño, pero es Sean. Y no duda ahora que todo está expresión también le esté causando aquella mujer en su vida. Comprende sus mohines y no lo deja seguir hablando porque es ella quien vuelve a tomar la palabra. —Espero que tú también estés del mismo modo. Suena más a un susurro. Y puede ser posible que Sean lo haya oído más como una pregunta que como una confirmación. Mantiene sus ojos marrones hacia Maya inclinándose hacia ella y en un movimiento tomando una fuerte bocanada de aire. Lo acompaña con un sorbo a su bebida. Maya observa todo su rostro porque ha cambiado de sobremanera. Ya no están esa expresión del rostro inmaculada. Completa está por seriedad. Maya de endereza porque no quiere creer esto.—¿Acaso…? —Maya, yo —pronto la interrumpe—. Quisiera hablarlo pero aún no quiero nombrar algo que es difícil para mí porque…
Tiene que pensar sólo un momento. Sin embargo no consigue nada semejante para darle nombre a esto. No puede observar el teléfono porque por un segundo creyó que el ramo era de Maximiliano. Pero no es así. Maya se sienta en su mueble, teniendo la nota entre sus manos y entre confundida y ajena ahora a este regalo. No puede dejar de pensar en cómo Mason la había tratado y la había mirado. Y bien, no parece el motivo por la cual ponerse a pensar sobre un posible coqueteo o algo más. Y las rosas dicen lo contrario. Estas rosas que no hace más que mirarla con atención. Se siente por un momento distante ante esto. Aunque no puede ser del todo malo recibir flores por parte él, se siente dudando. Toma uno de los pétalos. No le queda más que suspirar.No le agradecería por teléfono sino en persona, cuando lo viera.Entretanto, toma el ramo de rosas y lo pone cerca de su pequeño jardín en el balcón. Le daría la atención que merece al día siguiente. No tiene ahora la cabeza fría
Puede comprender las palabras de Alejandra una vez le cuenta absolutamente todo. La noche anterior por palabras de Sean el hombre con el que estaba Alejandra no era precisamente de su agrado. Y tenía sus razones. Por lo que había escuchado de él y las conjeturas ahora de Alejandra, tenía razón Sean en desconfiar de él: posesivo, celoso y ególatra. Tres motivos que aprisionaron a Alejandra por años. Sean fue uno de los que siempre le quería hacer saber que ese hombre no era el bueno ni el correcto para ella. Alejandra no escuchaba, porque estaba cegada en el amor que al principio le mostraba. No terminó por conocerlo sino hasta que tuvo la primera infidelidad. Con besos y algunas flores Alejandra lo perdonó. Y Sean por poco manda al hospital a ese hombre. Sin embargo, no pudo ponerle encima un dedo por Alejandra, que había decidido darle otra oportunidad. A veces en la vida tomamos decisiones que no son las correctas. Y creemos que lo son. La manera de darse cuenta que estaba eq