Capítulo 172 Va andando otra vez al apartamento de Phoenix y Jenny. Contenta de que su amiga la haya invitado a una noche para ellas dos. La consentiría llevándole un par de golosinas y algo rico para beber pero Jenny le dijo que no se preocupara porque estarían en el puesto de Mamá Briggie. Una vez que está aparcando frente al vecindario de Jenny, sonríe hacia la primera persona que observa. Y es esta persona quien se acerca hacia ella. —¡Estás aquí otra vez! —le expresa Maya, abrazándola por el saludo.—¡Otra vez! —le responde. Cuando se separa inclina la cabeza—. Es un placer verte otra vez, Maya.—Y para mí igual, Ale —Maya le corresponde el mismo saludo. Siente como la recién llegada se apresura hacerla avanzar. —¿Qué haces por aquí?—Vine a ver a Jenny —las dos amigas sonriéndose se sientan en una mesa en el puesto de mama Briggie—. Debe bajar pronto. —Me encantaría acompañarlas —le dice Ale, risueña—. Mi…pareja no está y estaba aburrida. —¿Todavía no te vas de la
—¡¿Treinta y cuatro?!Exclama con fuerza Jenny una vez que conoce la edad verdadera de Ale. Esta misma susodicha echa una tronada de risas por su reacción y Maya asiente despóticamente. Aún no puede asimilarlo. —¡Dame tu identificación! Eso es imposible —Jenny expresa sin poder creerlo tampoco. —Claro que es posible. ¿Qué no ves? —Maya dice.—No se preocupen, mañana llevare mi identificación en bandeja de plata —Ale responde, aun divertida por sus reacciones.—Por supuesto que sí —Jenny da el primer bocado a la hamburguesa que está en la mesa de las tres—. Mañana iré a comprar cosas, y ya no puede ser compras de chicas sino compras para bebés.—Ya no aguanto saber que será. Tengo que prepararme —comenta Maya.—Pronto, pronto —la calma Ale con una sonrisa—. Supongo que será una gran sorpresa. ¿No es así?—Por supuesto. Haré una fiesta en un par de semanas —Jenny da la noticia—. Pero se hará cuando tenga en manos el sexo del niño. Y tú —Jenny se dirige hacia Maya— tendrás que
Hay cierta calidez en los ojos de Sean cuando la escucha decir. Más que un sentimiento de afecto, hay sinceridad. Puede parecerle a Maya un tanto extraño, pero es Sean. Y no duda ahora que todo está expresión también le esté causando aquella mujer en su vida. Comprende sus mohines y no lo deja seguir hablando porque es ella quien vuelve a tomar la palabra. —Espero que tú también estés del mismo modo. Suena más a un susurro. Y puede ser posible que Sean lo haya oído más como una pregunta que como una confirmación. Mantiene sus ojos marrones hacia Maya inclinándose hacia ella y en un movimiento tomando una fuerte bocanada de aire. Lo acompaña con un sorbo a su bebida. Maya observa todo su rostro porque ha cambiado de sobremanera. Ya no están esa expresión del rostro inmaculada. Completa está por seriedad. Maya de endereza porque no quiere creer esto.—¿Acaso…? —Maya, yo —pronto la interrumpe—. Quisiera hablarlo pero aún no quiero nombrar algo que es difícil para mí porque…
Tiene que pensar sólo un momento. Sin embargo no consigue nada semejante para darle nombre a esto. No puede observar el teléfono porque por un segundo creyó que el ramo era de Maximiliano. Pero no es así. Maya se sienta en su mueble, teniendo la nota entre sus manos y entre confundida y ajena ahora a este regalo. No puede dejar de pensar en cómo Mason la había tratado y la había mirado. Y bien, no parece el motivo por la cual ponerse a pensar sobre un posible coqueteo o algo más. Y las rosas dicen lo contrario. Estas rosas que no hace más que mirarla con atención. Se siente por un momento distante ante esto. Aunque no puede ser del todo malo recibir flores por parte él, se siente dudando. Toma uno de los pétalos. No le queda más que suspirar.No le agradecería por teléfono sino en persona, cuando lo viera.Entretanto, toma el ramo de rosas y lo pone cerca de su pequeño jardín en el balcón. Le daría la atención que merece al día siguiente. No tiene ahora la cabeza fría
Puede comprender las palabras de Alejandra una vez le cuenta absolutamente todo. La noche anterior por palabras de Sean el hombre con el que estaba Alejandra no era precisamente de su agrado. Y tenía sus razones. Por lo que había escuchado de él y las conjeturas ahora de Alejandra, tenía razón Sean en desconfiar de él: posesivo, celoso y ególatra. Tres motivos que aprisionaron a Alejandra por años. Sean fue uno de los que siempre le quería hacer saber que ese hombre no era el bueno ni el correcto para ella. Alejandra no escuchaba, porque estaba cegada en el amor que al principio le mostraba. No terminó por conocerlo sino hasta que tuvo la primera infidelidad. Con besos y algunas flores Alejandra lo perdonó. Y Sean por poco manda al hospital a ese hombre. Sin embargo, no pudo ponerle encima un dedo por Alejandra, que había decidido darle otra oportunidad. A veces en la vida tomamos decisiones que no son las correctas. Y creemos que lo son. La manera de darse cuenta que estaba eq
—¿Papá?—Cariño —Mauricio se apresura a darle un abrazo y besarle la mejilla. Su elegante padre está infundido en un traje, como si estuviese apenas saliendo, o yendo a una reunión. Es raro para Maya hasta ese momento. Pero rodea su cuerpo para abrazarlo de igual forma—. Perdón por no avisarte, pero fue de último momento que vine a visitarte. Espero no te moleste, cariño.Maya le sonríe y niega al instante. Mueve su mano para dejarlo pasar. —Claro que no, papá. Siempre puedes venir a mi casa porque últimamente mamá y tú han olvidado que tienen una hija —Maya empieza a bromear, mientras le quita el abrigo a Mauricio y lo pone en su antebrazo—. Adelante, haré dentro de poco la cena. —He estado ocupado más de lo usual —le dice su padre—. Pero de ahora en adelante me tendrás aún más cerca de ti.—Eso espero. Es mi mayor anhelo —Maya le palmea el hombro y le da otro beso en la mejilla—. Ahora bien…—¿Tienes visitas? —pregunta Mauricio, mirando el pasillo.—De hecho sí, pero sólo
Al verla irse aquella vez, después de sentirla y hacer que su corazón y su propia vida volvieran a la vida, se detuvo a pensar que ni su entera alma podría cambiar esta sensación. De la que se siente al verla entre sus brazos. Al verla entera. Al ver su sonrisa, sus gestos, al verla ahí solamente. No puede contralarlo. No puede dar ahogo a su amor. Al amor que siente incondicionalmente por ella. Por todo lo que han pasado antes de que esto lo sintiera real. La ama como un loco. Y si no puede continuar así debe hacer las cosas bien para ella, y por ella. Lo único que tiene importancia ahora en su vida es ella. Y su razón es nada más que esa mujer. ¿Cómo no enamorarse? ¿Cómo no caer ante ella y no perder cada uno de sus juicios? Porque lo posee entero y en todas las condiciones. Vive ahora por ella. La anhela hasta el final de sus días. No quiere…pasar otro día sin estar a su lado. Su aroma impregnado en su piel es motivo de todos sus anhelos. Su bella sonrisa, aquella que le dedicó
Roy Sidney tuvo un poco de circunspección al instante de oír esto. Mantenía su mano en el escritorio y tanteo con un dedo la misma, y se echó a reír sin ganas. Entretanto buscando un índice de broma, se calló lentamente cuando se percató de la seriedad con la que se presentaba Maximiliano. Sin un rastros de agudeza. Roy Sidney tuvo que cruzarse de brazos. Después de un largo tiempo sin mantener una conversación como está parece ahora elocuente y más de unos monosílabos. Volvió alzar su ceja, iracundos de que esté teniendo este tipo de actitud. —No está a la venta.—¿Ah no? —Maximiliano replicó con tono amenazador—. ¿Cómo que no lo está?—Me refiero a que no está a la venta si es que se trata de usted —respondió Roy Sidney—. ¿Qué hace usted comprándole a mi banco?—Diría que no es asunto tuyo —soltó Maximiliano.Roy Sidney sólo ondeó unas cuantas hojas.—Sin embargo, si lo es —dijo—. Es el lugar con el que trabajo con mi socia. Me concierne por supuesto que vengas ahora a dar