En esa noche lo último que recibió fue un mensaje de Jenny que debe llevar más seguido a la señora Elizabeth y Maya contestó que su madre estaría presente en cualquier reunión de ahora en adelante. Una vez en su apartamento, cubierta nada más por el toalla del baño y mirando la noche que inunda Nueva York y sus desvíos piensa Maya en sus ojos verdes. Apenas el día termina y lo que Diana confesó es más una simple confirmación del amor que Maximiliano tiene por ella. Y entonces, ¿qué hace lejos de ella? ¿Qué haces lejos de él? ¿No ve que esta soledad les hace sólo que daño? Un daño que solo puede reparar el tan solo mirarlo y sentir que lo tiene en sus brazos. Una esperanza que nada más puede revivirse al estar a su lado. Maximiliano no está con Diana, y no es el padre del hijo de Diana. Está poniendo a prueba su mente, su corazón. Su más profunda razón para cerciorar de lo que nada más tiene verdad. Una verdad que sólo es aquella.Cada día el amor que siente por Maximiliano es sin
Hay cierta cercanía en sus labios. Maya tiende alejarse un poco, sin apartar su vista para cuando, agradeciéndole a él y al cielo, Chris se apresura a estrechar otra vez su mano. Sonriendo, hace saber:—Ya hice lo necesario por aquí. Y tengo que partir primero para verificar sobre lo que hace falta —se dirige hacia los dos con la misma sonrisa—. Señor D'Angelo. Maximiliano asiente ante su despedida. —Maya —la nombra Chris mientras se acerca—. ¿Te veré en la construcción?—Sí por supuesto. Me verás ahí. Yo haré unas cosas aquí primero antes de irme. —De acuerdo. Pero no te tardes —Chris le deja un beso en la mejilla y se prepara para marcharse.Lo mira dando despedida a las otras personas.En cuanto ya no está Chris en su campo de visión, ni siquiera tiene pensando en mirar sobre su hombro. Puede sonar absurdo buscarlo ahora. Y no es el momento. Además, no puede tener las mejillas calientes y con el suspirar entrecortado. Un solo simple gesto. Su sola cercanía pudiendo ca
Maya se tapa los labios. Como si no quisiese creer lo que está escuchando decir de sus labios. Siendo una pesadumbre hacia todo lo que ha sentido, mirado y llorado, no puede más con esto y deja el portafolio en la mesa. Puede estar menos dicha ante y ni siquiera pretender saber por qué lo ha dicho. Y de esta manera. Como si aquella fuese así de simple de decirlo. Y maldición, no puede ocultar su desesperación. —¿Crees que no te vi? —vocifera. Nada queda en ella sino la desesperada inquietud de hacerle saber este sufrimiento por dentro—. ¡Te vi besándola a ella! ¡Vi como la tomaste en tus brazos y la besaste! ¡Delante de mí…!—Maya, escúchame —Maximiliano alza una de sus manos. Y Maya hace lo que pide, secándose el aire de su boca. Derriba la silla que está enfrente suyo—. Cálmate, escucha lo que tengo por decirte.—¡Cállate! —Maya vocifera otra vez. No quiere que esto quede así sin tener la cólera que necesita sacar del cuerpo porque no puede hacer más que sentir rabia por solo
—Nunca podría traicionarte, Max —jadea al sentirlo entonces en su pecho otra vez, cerrando los ojos—. Nunca...—ella lo atrae hacia ella y ya siente su palpar en su tibia entrada—. Por favor, quiero sentirte. Por favor, Max. Te lo pido. Ahora. Ya no aguanto más. No escucha más nada de Maximiliano a excepción de sus respiraciones envueltas y hechas por ellas. Baja y sube su palpitar. Su roce en tan crucial en este punto porque el tacto está haciéndola botar jadeos que suenan en su cuello. No puede gritar, no puede gemir tan alto y se oculta entre el cuerpo fuerte que está encima suyo. Lo siente tocar aquel borde, llenado y enamorado de sus dedos, que juegan y suben. Así, mojándola para dejarlo pasar en cuanto estuviese lista. Y Maya no puede aguantar, suelta un lloriqueo en su hombro, apretando su camisa. Su punto frágil la ha llevado y Maximiliano también la lleva hacia ese lugar. Explota. Lo suelta. Lo libera. Es el primero de muchos. Y toma sus labios para jadear en ellos.
Una vez está Maya de vuelta en la construcción, se ve una última vez en el retrovisor para verificar sus mejillas sonrosadas, su cabello ligeramente peinado y si ningún rastro de ardor. La posibilidad es mínima ahora pero Maya quiere aparentar la mejor calma posible, y no preocupar a Chris con la máxima tardanza que enfrentó “inesperadamente.” Entonces deja caer su cabeza en el volante y empieza a negar, con unas ganas infinitas de hacer la más grotesca queja de todos los tiempos. A pesar de que Maximiliano había roto su camisa tuvo la gran paciencia de irse a conseguir una blusa. Y su chaqueta estaba detrás, en los asientos de atrás y no supo si volver nuevamente con Maximiliano, dispuesta a perderse en el sueños de sus brazos y sentirlo más que nunca. Pero Maya se contuvo y caminando por las primeras estatales con dirección a la isla, ella se dispuso a marchar, mientras trataba de aparentar el mismo estado con el que había entrado a esa conferencia. Pero Maya al llegar tiene un
Sus ojos ambarinos no logran hacer que Roy Sidney siga sonriendo. Y Maya se cruza de brazos para seguir negando. —Dinos cuánto cuesta —Chris se encoge de hombros—. Lo pagaremos o no, sigue siendo injusto que esta gente les haga esto a las personas que tienen su propio negocio. No está bien. Si nosotros nos vemos afectados entonces los demás también. —Chris tiene razón —dice Maya esta vez—. No puede ser justo. Y bueno está bien, aún no tenemos el dinero necesario para pagar y está bien. Iremos a otro lugar, de eso no nos vamos a preocupar. Pero siguen insistiendo en sacarnos de aquí, ¿para qué? ¿Por sus propios intereses?—Trataré de averiguar mejor lo que pasa aquí —Roy Sidney recoge sus cosas y con de prisa le toma la mano a Maya—. No olvides lo que te dije. Tienes que tomar una decisión, no podemos atrasar más la construcción. Los hombres están pidiendo su paga. Maya lo mira un momento y luego desvía la mirada, asintiendo. —No te preocupes —le dice.Roy Sidney asiente con
Capítulo 172 Va andando otra vez al apartamento de Phoenix y Jenny. Contenta de que su amiga la haya invitado a una noche para ellas dos. La consentiría llevándole un par de golosinas y algo rico para beber pero Jenny le dijo que no se preocupara porque estarían en el puesto de Mamá Briggie. Una vez que está aparcando frente al vecindario de Jenny, sonríe hacia la primera persona que observa. Y es esta persona quien se acerca hacia ella. —¡Estás aquí otra vez! —le expresa Maya, abrazándola por el saludo.—¡Otra vez! —le responde. Cuando se separa inclina la cabeza—. Es un placer verte otra vez, Maya.—Y para mí igual, Ale —Maya le corresponde el mismo saludo. Siente como la recién llegada se apresura hacerla avanzar. —¿Qué haces por aquí?—Vine a ver a Jenny —las dos amigas sonriéndose se sientan en una mesa en el puesto de mama Briggie—. Debe bajar pronto. —Me encantaría acompañarlas —le dice Ale, risueña—. Mi…pareja no está y estaba aburrida. —¿Todavía no te vas de la
—¡¿Treinta y cuatro?!Exclama con fuerza Jenny una vez que conoce la edad verdadera de Ale. Esta misma susodicha echa una tronada de risas por su reacción y Maya asiente despóticamente. Aún no puede asimilarlo. —¡Dame tu identificación! Eso es imposible —Jenny expresa sin poder creerlo tampoco. —Claro que es posible. ¿Qué no ves? —Maya dice.—No se preocupen, mañana llevare mi identificación en bandeja de plata —Ale responde, aun divertida por sus reacciones.—Por supuesto que sí —Jenny da el primer bocado a la hamburguesa que está en la mesa de las tres—. Mañana iré a comprar cosas, y ya no puede ser compras de chicas sino compras para bebés.—Ya no aguanto saber que será. Tengo que prepararme —comenta Maya.—Pronto, pronto —la calma Ale con una sonrisa—. Supongo que será una gran sorpresa. ¿No es así?—Por supuesto. Haré una fiesta en un par de semanas —Jenny da la noticia—. Pero se hará cuando tenga en manos el sexo del niño. Y tú —Jenny se dirige hacia Maya— tendrás que