Es Sean quien le ha dicho eso. Quizás para Maya hubiera sido mucho mejor haber decidido querer a Sean de la misma forma que él la quiso alguna vez. Porque Maya Seati quiso mucho al hombre al lado suyo, y en su momento sintió que era el hombre de su vida. Sean Hurtender la bajó de esa nube justamente después de su segundo año de noviazgo, cuando Maya entró al camerino del beisbolista y en sus manos traía macarrones, una camisa puesta que llevaba el nombre de su equipo y su número en la parte de atrás, y las ganas tantas de abrazarlo y besarlo por aquella victoria. Al verlo teniendo a una mujer en sus piernas, desnuda y sin sostén, a Maya se le cayó los macarrones al suelo, la dignidad, se le quebró el corazón y el mundo se le vino abajo. No sintió nunca recuperarse de esa tan repugnante situación hasta que decidió no volver a llorar por Sean Hurtender, quién la persiguió casi desnudo por todo el estadio del centro hasta que ella salió corriendo, echa un mar de llanto y con cada p
Maya ya no quiere fingir que el recuerdo de Maximiliano no le hace daño. Y aun cuando Sean finalmente admite de sus propios sentimientos hacia él, se siente tan lejana a él, como si nunca lo hubiese visto, como si nunca hubiera compartido gustos, besos y acaricias. Como si fuesen simples extraños. Una mirada más de él y Maya tenía que volver a sus brazos. Pero Maximiliano hace que ella se aleje, entonces, ¿Vale la pena pensar en él como si lo necesitara para vivir? ¿En qué momento se ha vuelto tan imprescindible en su vida? Se siente tan frágil ahora.Sin embargo, Sean prosigue.—Te quiero, Maya. Y siempre te querré —le dice—.Seré tu amigo ahora. Quiero que me veas como alguien en el que puedes confiar. En el que te sientas cómoda de pedir algo. Quiero estar ahí para cuando lo necesites. Sería demasiado especial para mí que me dejes ser tu amigo, Maya. Es lo único que te pido. Maya toma un poco de aire y al ver cómo Sean aprieta su mano sin dejar de verla ella las acaricia y en
—¿Cómo esta Tommy? Pregunta Maya una vez que están tomando la autopista y se acercan al destino que tiene en mente. A Sean se le ilumina el rostro.—Está muy bien. He hablado con él por video llamada y me dice que todavía no quiere volver a Nueva York —suelta con una risa. A lo que Maya responde también—. Me alegra que la esté pasando bien. Así no tiene por qué pensar en más nada. —Me alegro mucho —confiesa Maya, doblando hacia la esquina. Ya están por llegar—. Tommy debe tener todas las atenciones posibles. Y cuando regrese debes decirme porque aún no he ido a verlo. —Descuida que lo haré —al verse cerca del hogar de Jenny, Sean sonríe un poco—. ¿Cómo está su bebé?—Ya se le nota un poco la barriga —menciona Maya con una gran sonrisa—. Pero aún no sabemos el sexo así que todavía están comprando de todo un poco. —Bueno, si algunos de nosotros tiene otro bebé en camino de seguro esa ropa servirá.Maya echa una gran sonrisa. —De eso no dudamos. Cuando por fin aparca en
Nada más que sonrisas. Una sonrisa que expone los más profundos sentimientos vueltos hacia una sola razón. Mucho tiempo había pasado desde que Chris observó a Giovanna por primera vez, en la misma universidad en donde Maya estudió y él también. Apenas Giovanna saldría de la preparatoria, tendría unos dieciocho años, y se había acercado a la universidad a preguntar apenas sobre las increpaciones y si estaba entre lo que quería hacer. Incluso en ese entonces Maya aún no trabaja con Maximiliano, y ella fue una de las mujeres que la ayudó en su búsqueda, siendo la primera vez que convivían, ni siquiera pensaba trabajar en el Livende. Giovanna le prometió que no la olvidaría y le gustaría estar con ella para cuando entrara, sin embargo, Maya se graduó antes de verla entrar y apenas a los veinte años fue que Giovanna entró a la universidad. Para Chris fue un encuentro efímero, nada más que dignamente propia de un flechazo. Y cómo no quedar flechado ante ella. Una personalidad prop
En esa noche lo último que recibió fue un mensaje de Jenny que debe llevar más seguido a la señora Elizabeth y Maya contestó que su madre estaría presente en cualquier reunión de ahora en adelante. Una vez en su apartamento, cubierta nada más por el toalla del baño y mirando la noche que inunda Nueva York y sus desvíos piensa Maya en sus ojos verdes. Apenas el día termina y lo que Diana confesó es más una simple confirmación del amor que Maximiliano tiene por ella. Y entonces, ¿qué hace lejos de ella? ¿Qué haces lejos de él? ¿No ve que esta soledad les hace sólo que daño? Un daño que solo puede reparar el tan solo mirarlo y sentir que lo tiene en sus brazos. Una esperanza que nada más puede revivirse al estar a su lado. Maximiliano no está con Diana, y no es el padre del hijo de Diana. Está poniendo a prueba su mente, su corazón. Su más profunda razón para cerciorar de lo que nada más tiene verdad. Una verdad que sólo es aquella.Cada día el amor que siente por Maximiliano es sin
Hay cierta cercanía en sus labios. Maya tiende alejarse un poco, sin apartar su vista para cuando, agradeciéndole a él y al cielo, Chris se apresura a estrechar otra vez su mano. Sonriendo, hace saber:—Ya hice lo necesario por aquí. Y tengo que partir primero para verificar sobre lo que hace falta —se dirige hacia los dos con la misma sonrisa—. Señor D'Angelo. Maximiliano asiente ante su despedida. —Maya —la nombra Chris mientras se acerca—. ¿Te veré en la construcción?—Sí por supuesto. Me verás ahí. Yo haré unas cosas aquí primero antes de irme. —De acuerdo. Pero no te tardes —Chris le deja un beso en la mejilla y se prepara para marcharse.Lo mira dando despedida a las otras personas.En cuanto ya no está Chris en su campo de visión, ni siquiera tiene pensando en mirar sobre su hombro. Puede sonar absurdo buscarlo ahora. Y no es el momento. Además, no puede tener las mejillas calientes y con el suspirar entrecortado. Un solo simple gesto. Su sola cercanía pudiendo ca
Maya se tapa los labios. Como si no quisiese creer lo que está escuchando decir de sus labios. Siendo una pesadumbre hacia todo lo que ha sentido, mirado y llorado, no puede más con esto y deja el portafolio en la mesa. Puede estar menos dicha ante y ni siquiera pretender saber por qué lo ha dicho. Y de esta manera. Como si aquella fuese así de simple de decirlo. Y maldición, no puede ocultar su desesperación. —¿Crees que no te vi? —vocifera. Nada queda en ella sino la desesperada inquietud de hacerle saber este sufrimiento por dentro—. ¡Te vi besándola a ella! ¡Vi como la tomaste en tus brazos y la besaste! ¡Delante de mí…!—Maya, escúchame —Maximiliano alza una de sus manos. Y Maya hace lo que pide, secándose el aire de su boca. Derriba la silla que está enfrente suyo—. Cálmate, escucha lo que tengo por decirte.—¡Cállate! —Maya vocifera otra vez. No quiere que esto quede así sin tener la cólera que necesita sacar del cuerpo porque no puede hacer más que sentir rabia por solo
—Nunca podría traicionarte, Max —jadea al sentirlo entonces en su pecho otra vez, cerrando los ojos—. Nunca...—ella lo atrae hacia ella y ya siente su palpar en su tibia entrada—. Por favor, quiero sentirte. Por favor, Max. Te lo pido. Ahora. Ya no aguanto más. No escucha más nada de Maximiliano a excepción de sus respiraciones envueltas y hechas por ellas. Baja y sube su palpitar. Su roce en tan crucial en este punto porque el tacto está haciéndola botar jadeos que suenan en su cuello. No puede gritar, no puede gemir tan alto y se oculta entre el cuerpo fuerte que está encima suyo. Lo siente tocar aquel borde, llenado y enamorado de sus dedos, que juegan y suben. Así, mojándola para dejarlo pasar en cuanto estuviese lista. Y Maya no puede aguantar, suelta un lloriqueo en su hombro, apretando su camisa. Su punto frágil la ha llevado y Maximiliano también la lleva hacia ese lugar. Explota. Lo suelta. Lo libera. Es el primero de muchos. Y toma sus labios para jadear en ellos.