No hace mucha falta para que Maya describa lo que siente después de cerrar la puerta. Apenas mantiene de buena forma lo que le ha dicho Sean, porque mencionó a su hermano menor, Tommy. Lo recuerda bastante porque Tommy nunca creció con sus padres. Quien lo crió fue su hermano, Sean, y se hizo cargo de él una vez que cumplió la mayoría de edad. Sus padres murieron por un accidente automovilístico, Sean salió ileso pero Tommy quedó indispuesto. Con apenas doce años de edad tuvo la desgracia de quedar sin movimientos automotores. Y Sean, volviendo ya a los diecinueve años una estrella en el campo de beisbol, hizo todo lo posible por no dejar a su hermano menor solo. Cuando lo conoció, apenas Sean hablaba del pasado y de sus padres, y cuando le tocó el turno de conocer a Tommy, tuvo desde el primer instante una conexión. Y de la misma forma le tomó mucho apreció a ese joven. Aunque la separación con Sean no afectó nunca el vínculo con Tommy, Sean se fue de Nueva York y se lo llevó. Así que
Mauricio corre directo hacia su hija. Al igual que su madre que obtiene en su mirada aquella que es de alteración.—¡Maya! ¡Cariño! ¿Qué ha pasado? —su padre empieza arrodillarse con cuidado al mismo tiempo que su hija se arrodilla para empezar a buscar los trozos con cuidados—. No, no. Deja eso, Maya. Puedes lastimarte. —No es nada, papá. Estoy bien —trata de decir en cuanto su madre le busca la mano con cuidado, quitándoles los vidrios—. Mamá, descuida. Me distraje y fui una tonta.—No, basta. Está bien nena —Elizabeth consigue sonreírle, y la alza en cuanto es su padre quien termina por recoger todo. Maya cierra y abre los ojos, nada más que enojada consigo misma por un acto que le ha costado algunos trozos pequeños en las manos—. Vamos, cariño. Deja que tu papá termine de hacerlo. Mira que te han caído algunos trozos en la mano.Y va directo hacia la sala otra vez y Jenny se levanta, tomando sus manos con la intención de ponerse en alerta por lo que pasa.—Ya, no es nada. Só
Jenny es quien lanza la primera punta y es merecedora de una mirada rigurosa por parte suya. Se toma de sus piernas, poniéndolas cerca de su pecho, y espera que su amiga tenga la decencia de llegar a ella y sentarse a su lado. Un poco más cerca la una con la otra, no sabe qué mencionar porque la mirada de Jenny es tan suave que lo único anhelado en ese instante es más que suficiente para hacerla entrar en aquel profundo y desdichado lugar. Apenas el de la mañana. Sus ojos perforando todo su cuerpo. La manera en que empleó sus palabras contra las suya y en un estado dolido y falseado. No quiere pensar en eso. Maya no es tan fuerte como para pensar y que sus ojos no se enjuague por aquello. Alza la mirada para esfumar todas esas emociones.—Sí, Jenny —responde. No puede seguir ocultándolo—. Mi propio jefe.—Dime una cosa —dice su amiga, lista para oír aquello que tanto esperó—. ¿Es Maximiliano D'Angelo el hombre con el que salías?Maya aprieta las manos. Y asiente.Jenny se tapa la
Maya entonces pestañea, ciertamente confundida. Esto no se lo esperaba.—¿A qué te refieres con que era muy obvio?Jenny trata de morderse el labio, y finalmente se aleja de su amiga. No sabe qué otra cosa decir y al obtener la mirada llena de confusión de Maya, se cruza de brazos.—Realmente no sé si era algo real o inusual pero yo misma me daba cuenta de cómo te miraba —sin embargo, Jenny lo dice con la mayor de las sonrisas—. Tal vez tú no, pero no se podía pasar por alto la manera en la que él te miraba. ¿Acaso tú nunca…?Maya da otra calada al cigarro. No obstante, lo que la misma Diana le había confesado, lo que Maximiliano también le hizo saber. No puede dar las palabras de Jenny, pero es similar a lo que dice todo el mundo. ¿Era obvia toda esta situación? —Oh, Jenny —es lo que menciona Maya, consiguiendo que la misma mente se le vuelva recia y presa de lo que siente. No hace más que ponerse cabizbaja por lo todo aquello—. No hace falta que lo digas…porque…No sabe si es
—Esta es una gran noticia, Maya —es lo que confiesa la señora Miranda—. Qué feliz es escuchar eso. De verdad que te felicito. Mi hijo seguro lo entendió y no dudo que se haya puesto feliz. Se paraliza. La sola mención de Maximiliano le remueve el estómago. No puede hacerle saber lo que ha ocurrido entre ella y su hijo. Y trata de separarse, sonriendo.—No sabe cuan agradecida estoy. Muchas gracias.—¡Y Giovanna! —la señora Miranda exclama—. Giovanna, Maya. Ella está queriendo verte a cada momento. ¿Por qué no me acompañas al hospital? Justo voy para allá.—¿Al hospital?—Sí, vamos, ven conmigo —y la señora Miranda hace que se suba al coche. Maya se siente incapaz de sentir que puede dar otro paso más.—Giovanna, ¿ella cómo sigue?—Oh, ya está mejor que nunca. Despertó, Maya. Y estaré feliz que vayas con ella. Es más, Giovanna estará feliz de tenerlos a los dos juntos.Maya se voltea a verla de inmediato.—¿El señor…Maximiliano está en el hospital?Y la señora Miranda le s
Y Giovanna sale sonriendo después de un momento. No pasaron varios momentos cuando es su madre la primera en recibirla en sus brazos. Stephanie la trata con cuidado y Robert junto a su lado también la recibe. Todos sus familiares se ponen alegres justamente al verlos. Trata de buscar la mirada de Maximiliano pero solo siente un gran abismo infernal. —¿Por qué no vienes con nosotros? Rápidamente niega. —No te preocupes, pequeña. Yo te visitaré pronto. —Y necesito regresar al Livende, y a todos esos lugares. Incluso a la universidad, ¿sabes? Y sin embargo, todo pasó tan lento. Así que dentro de poco Giovanna se despide y se marcha con su familia. Maya se despide de todos menos de Maximiliano, hace mucho que también se fue. Se hace la idea de que él no quiere ni verla. Bien, ella no irá detrás suyo con la intención de ver sus desprecios. Pero no puede dejar que piense así de ella. Es una sorpresa que Elizabeth encuentre a su hija en donde está quedándose, trayendo
Maya ruge con fuerza. Al terminar por decir cierra los ojos, y suspira. Bien, no es el momento de estar aún enojada y más ensimismada en todo esto. Parece que ahora la mención de Diana busca hacerla fruncir el ceño. Y aunque ella también fue un factor cable en la relación con Maximiliano, no quiere ni pensar como Jason puede estar pensando ahora en la presencia de su exjefe.—¿Por qué lo dices? —inquiere Jason.—Escucha —Maya lo señala—. Quiero que sepas que lo único que deseo es que consigas a una mujer que realmente te quiera. Y si dudas ahora, es por algo, Jason. Pero tú mismo tienes que saber en qué te estás involucrando y con quién, ¿de acuerdo? Sólo eso puedo decirte.Maya lo atrae hacia sí, y lo infunde en un abrazo. Pone su mentón justo en su hombro.—Debes entender que hay muchas cosas por la que debemos pasar para cerciorar si una persona es para nosotros. No quiero que nunca sufras, Jason.Y le deja un beso en su mejilla. Hablar sobre aquello también tiene peso sobre
No sabe ahora como obtiene las fuerzas necesarias para retroceder. Las piernas flaquean y el intento de obtener la tranquilidad, sencillamente, se va al borde. Da otro paso hacia atrás y su cuerpo choca ante algún objeto que se pasa por alto, que no da nombre. Un tumulto de sensaciones intrínsecas viajan por todo el alrededor de una alrededor que se vuelve asfixiante. No es comparado con el arresto incapaz de contener porque se cae a la silla y ahí queda mirando a la nada. Como si lo demás desaparece, en realidad, tirando entonces el poco sosiego sentido por milésimas de segundo. Cerca suyo ya no oye sino un timbre en el oído, como si los sonidos perecen a su alrededor y el único existiendo en ese instante es algo intachable y vasto de controlar. Es punzante ahora, cuando el pecho se encoge y no hace más que estar callada, impávida, con el mismo latido escucharse ser un eco a la lejanía. Impidiendo, de una vez por todas, que la tranquilidad la inunde.—¿Maya?La voz de Jenny a