Eran aproximadamente las nueve de la mañana cuando Samuel recibió una llamada de su padre;— Buenos días hijo, ¿Cómo amaneces?— Samuel sonrió para sus adentros, quiso contestar que tras una noche en brazos de Ámbar solo podía amanecer excelentemente bien, sin embargo, aunque sabía que no era necesario limitar sus comentarios con su padre creyó conveniente no ceder a dar aquel tipo de información. —Estoy muy bien padre, ¿y tú?—Bien, bien. Te llamaba para decirte que he hablado con Melina y que hemos acordado que nuestra cena sea el día de hoy, le he explicado la situación y hemos acordado encontrarnos en una propiedad que le regalé hace un par de meses, te enviaré la ubicación por mensaje de texto y nos veremos allá a eso de las siete, espero que tengas paciencia para el viaje pues la vivienda queda a las afueras de la ciudad y decidí que fuese así para que tuviésemos más libertad y no nos sintiésemos cohibido ante la posibilidad de que alguien pueda verte. —Te lo agradezco enormeme
—¿Llegaron nuestros invitados?— se escuchó la voz de Melina— querido, hazles pasar...— y así llegó a la puerta, mirando la escena. —¿Ámbar? —Meli... —¿Alguien puede explicarme que está sucediendo?— preguntó Samuel confundido— no entiendo absolutamente nada. —¡Qué pequeño es el mundo!— gimió Ámbar— ya nos conocemos, cariño. Es solo que no sabíamos en realidad quienes éramos. —No lo comprendo. —Será mejor que entremos y nos sentemos— sugirió Melina y así lo hicieron, sentándose los cuatro en la sala. —Hijo... —empezó Aníbal — ella es Melina— le tomó la mano y depositó un beso— es la mujer que amo y me alegra que al fin se conozcan. Mel, es mi hijo Samuel. —Para mi es un placer— respondió Melina con una sonrisa— estaba ansiosa por conocerte hace mucho. —El gusto es mío, mi padre me ha hablado mucho de ti. Felicidades por el embarazo. —Gracias— respondió ella sonriendo. —Melina y yo somos amigas— intervino Ámbar — nos conocimos en la universidad y desde entonces mantenem
Ana pasó la mañana en su cuarto de oración, estaba pidiéndole a Dios que le dieron las palabras adecuadas para hablar con su hijo, rogando que le diera la manera más asertiva de comunicarse con él para hacerlo entrar en razón, se negaba completamente a aceptar que su hijo rompiera sus votos eclesiásticos, se negaba a quedarse de brazos cruzados mientras él arruinaba su vida, iba a dar la lucha, batallar hasta el último momento para lograr que él desistiera. Después de pasar la mañana orando decidió comunicarse con el arzobispo Miguel, él era un gran hombre de Dios y había sido un buen amigo para ella, lo conoció cuando aún era muy joven y rogaba constantemente a Dios porque le diera el milagro de un hijo. Decidida a solicitar su ayuda optó por llamarle. Tres veces repicó el teléfono antes de que un hombre le atendiera y ella informará de quién era y su necesidad de hablar urgentemente con él arzobispo. —Ana, querida hija... — respondió el hombre con afecto —¿Está todo bien?
Samuel sonrío al ver el mensaje de texto que ámbar le había enviado no sabía cómo ella había hecho para ingeniárselas y estar dentro de la iglesia cuando se supone que todo estaba cerrado de hecho él estaba por llamarla para ir a su casa y ahora resultaba que ella estaba en el confesionario porque aquel mensaje lo dejaba todo muy claro ella quería "confesarse". sonriendo se echó el celular al bolsillo de su camisa y caminó directamente hacia el confesionario abrió la puerta para entrar al confesionario y sentarse y la escuchó reír del otro lado. —Me estoy preguntando Cómo hiciste para estar aquí. —Tengo mis métodos — sonrió con picardía— ¡Padre, He pecado!, ¡he perdido la razon y el corazón por usted!, ¡no dejo de soñar con sus manos sobre mi cuerpo! —¿Es acaso esto un dejá vù?— preguntó con picardía Samuel, Ámbar era muy ocurrente y eso lo hacía feliz. —Puede ser, pero...— un par de segundos de absoluto silencio hasta que la puerta se abrió— volveré a usar este método p
Ana estaba horrorizada ante el descubrimiento y aún después de despedir al detective no hacía otra cosa que suplicar que aquello fuese falso, se fue directamente a su cuarto de oración donde se puso de rodilla frente a la imagen del Cristo —Esto no puede ser cierto, Dios mío— decía una y otra vez— esto no puede estar pasando, tiene que haber un error, mi hijo... mi hijo no puede haber caído en los pecados de la carne y Ámbar... no... no puedo creer que ella me haya traicionado de esa manera, ella sabe lo importante que es para mí y para mi hijo su servicio — Ana estaba escandalizada porque si hasta ese momento pensaba que su vida estaba yendo mal, sin duda alguna descubría que cada vez se ponía peor. Samuel pasó todo el día el resto de la tarde dedicado a enseñarle al sacerdote Malaquías el funcionamiento de la iglesia, las actividades que se hacían en la parroquia y todo lo destinado al templo, ciertamente a recibir la noticia de su baja ministerial hubiese querido tomar el docum
Ámbar estaba evidentemente confundida y aún más descolocada estuvo cuando Ana pasó junto a ella abriéndose paso hacia dentro del departamento sin siquiera pedir su permiso para ingresar, Ámbar cerró la puerta tras parpadear. —Señora Ana qué alegría verle— dijo un poco nerviosa— aunque confieso que no esperaba verla a estas horas de la noche. ¿Está todo bien?— le preguntó con genuina preocupación. —No — respondió la mujer en tono agrio— nada está bien últimamente, nada puede estarlo. —Lamento escuchar eso— le dijo con preocupación, Ana barrio el lugar con la mirada percatándose de que en la isla de la cocina había un plato servido— me temo que te he tomado en un mal momento, supongo que vas a cenar— Ámbar desvió la vista hacia donde Ana miraba y rogó porque Samuel no saliera de la habitación, aún él no había hablado con ella y aunque quería decirle a la mujer cuánto amaba a su hijo estaba consciente que aquella no sería la mejor manera de hacer las cosas y no que se enterara en un m
—¡Esto era lo que me faltaba!— dijo Ana con rabia mirando a su hijo—¿ así que estás aquí?, ¿Cómo te atreves Samuel? —He dicho que la sueltes, madre, suéltala ahora mismo— le dijo enojado por la manera tan vil en la que la mujer trataba a Ámbar, ejerció presion en su brazo y la mujer aplanó los labios. Ana la soltó y Ámbar se puso de pie alejándose de la mujer. — No puedo creer Samuel que hayas llegado a esto— le dijo mientras sacudía con fuerza su mano para liberarse del agarre de su hijo— No puedo creer que hayas cedido a ésto, que te hayas dejado arrastrar al pecado y hayas roto tus votos de castidad e inocencia, que le hayas entregado tu cuerpo a esta mujer esta mujer que no es una más que una vil mujerzuela. —¡Ámbar no es una mujerzuela!— le dijo furioso—¡Te exijo que respetes a la mujer que amo, es mi mujer!, ¡te exijo madre que de ahora en adelante te dirijas a Ámbar con el debido respeto!— le dijo furioso— es la mujer que amo. —¿L a mujer que amas?— le dijo enojada al ver
—¡Ella no va a aceptarlo jamás!— dijo Ámbar caminando rápidamente hacia Samuel quién le abrió los brazos para recibirla con toda la ternura que sentía hacia ella y le dió un tierno beso en su frente. —¡Nunca aceptará que nos amamos! —No te preocupes por eso, si mi madre no puede aceptar el amor que hay entre nosotros eso significará una enorme brecha irreparable para mi relación con ella, porque yo no pienso renunciar a ti Ámbar, voy a luchar por esto que siento contra mi madre y contra el mundo entero si es necesario—ella asintió agradecida de que estuviese completamente seguro de lo que sentía— lamento mucho que mi madre te haya golpeado y te haya lastimado. ¡Ha perdido la cabeza! —Pierde cuidado— le dijo con una tierna sonrisa— espero que esas dos bofetadas le hayan servido para liberar un poco de su frustración. Gracias por defenderme y por defender nuestro amor. —No tienes que agradecerme amor mio— la miró con eterna admiración— No mentí Ámbar, estoy donde debo estar y no