—Jefe, la señorita Marina ya se ha ido. Nuestro equipo está en el lugar para recibirla —informó Daniel con respeto mientras presionaba el botón del ascensor—. Por ahora, hemos asegurado la salida por el lado de Nicolás.Las puertas del ascensor en ese instante se abrieron y los guardaespaldas empujaron la silla de ruedas hacia adentro, seguidos por Daniel.En realidad, Daniel no estaba de acuerdo con que Diego viniera en ese preciso momento. Su salud aún no se había recuperado por completo y no sabía qué podría pasar. Nicolás había estado muy alerta en los últimos días, reorganizando su poder, por lo que tuvieron que adelantarse.Mientras tanto, Nicolás, disfrazado de Diego, recibió la noticia de que su equipo fue capturado.Con el rostro ensombrecido, Nicolás se preparaba para irse, pero Leticia lo detuvo.—Diego, Armando te busca.Justo cuando iba a empujarla para apartarla, escuchó la voz de Marina a través de su auricular bluetooth.Al escucharla, una sonrisa sombría se dibujó en s
—Me obligaron a aceptar a una esposa que no quería y a ceder las acciones de la familia Herrera a unos gemelos de origen incierto —dijo Diego con una sonrisa llena de desprecio.Armando lo fulminó con la mirada y respondió con seguridad:—¿De origen incierto? ¡Esos gemelos son ahora tus hijos, y como tales deben ser reconocidos!Diego levantó sorprendido una ceja, mostrando completa indiferencia.—Lo siento, pero mis hijos solo pueden nacer de la esposa que yo decida reconocer. Yo y Leticia nunca hemos tenido una relación íntima, así que no esperes que esos niños sean míos.La tensión entre ambos era evidente cuando Daniel tocó la puerta y entró, interrumpiendo la conversación.—Los invitados ya se han retirado, y el personal del hotel también ha sido evacuado.Hoy, debido al evento, el hotel solo había recibido a los invitados y al personal, lo que facilitó las maniobras de Diego.—La señorita Yolanda ha sido llevada al salón 02 en el sexto piso. Ya hemos enviado un equipo para rescat
En el ascensor, Nicolás hablaba con delicadeza, casi en un tono íntimo, mientras observaba fijamente a Marina.—Marina, qué desperdicio que no estés en el mundo del espectáculo, tienes un talento para la actuación impresionante.Marina esbozó una ligera sonrisa, casi imperceptible, y respondió con calma.—Lo mismo podría decir de ti, tu actuación es aún mejor que la mía.Ambos se intercambiaban grandes elogios, pero había algo en el ambiente que mantenía la tensión al máximo.Nicolás desvió la mirada directo hacia ella, con una intensidad difícil de disimular. No lograba identificar a simple vista ni un solo indicio de nerviosismo en su rostro.—¿Crees que Diego podrá salvarte de mis manos? —preguntó, en un tono muy tranquilo, pero cargado de una fuerte amenaza.Marina, sin dejar de mirar las puertas del ascensor, sintió como sus manos se humedecían por los nervios. Estaba aterrada, pero había aprendido a ocultarlo.—No sé si Diego podrá salvarme, pero, considerando que mi vida depende
Cuando Nicolás terminó de hablar, Diego se levantó lentamente de la silla de ruedas. Daniel le pasó las muletas. Sabía que la cirugía había sido reciente, por lo que la recuperación de Diego no avanzaba con rapidez, y cada paso que daba tensaba más la herida.—¿Qué te parece si las dejas ir y yo me ofrezco como rehén? —dijo Diego, con calma.El rostro de Daniel se endureció cada vez más, pero de inmediato se contuvo.—¡Jefe!Diego levantó la mano, indicándole a Daniel que guardara silencio.Nicolás observó a Diego con atención. Como médico, no pasó por alto que las muletas no eran solo un accesorio; el dolor de la herida era realmente evidente.En lugar de seguir con sus comentarios sarcásticos, Nicolás pensó que sería mejor acabar con Diego de una vez por todas y listo.Tras unos segundos de reflexión, esbozó una astuta sonrisa.—Tira las muletas, vacía los bolsillos y ven hacia mí. Nada de armas, ni siquiera algo que se pueda usar como tal.Marina miró perpleja a Diego y, al ver la de
En un hospital privado de Estelaria.Diego estaba sentado en su silla de ruedas, mirando con un semblante oscuro a Flavio, el asistente de Armando.Flavio, algo incómodo, intentó forzar una sonrisa. No quería estar allí, pero no tenía otra opción. Tratando de mantener la calma y, comenzó a hablar:—Diego, el presidente está gravemente enfermo. El Grupo Herrera necesita que regrese para gestionar la empresa.—¿Está enfermo? Eso es algo poco común —respondió Diego con una sonrisa irónica.Flavio, haciéndose el sordo, prefirió no comentar sobre esa observación atrevida.—No voy a ir. Si él se preocupa tanto por los gemelos, que sean ellos quienes se encarguen de la empresa —añadió Diego, con un tono distante.Flavio no pudo evitar soltar un suspiro.¿Los bebés de menos de un año? ¿Cómo iban a gestionar una compañía?Daniel respetuoso acompañó a Flavio hasta la salida del hospital, y ambos intentaron sonsacarse información valiosa sobre la situación.Al regresar a la habitación, Daniel le
Después de nueve meses, Marina finalmente dio a luz.El parto ocurrió justo al comenzar la primavera, en marzo. Marina despertó, oliendo a desinfectante, con una ligera sensación de dolor en la parte baja del abdomen.El parto había sido largo y extenuante, un proceso natural que se extendió durante todo un día y una noche.—¿Ya despertaste? ¿Te duele algo? —preguntó Nicolás, quien había permanecido afuera de la sala de parto todo ese tiempo. Su rostro también reflejaba cansancio.Marina no sintió ningún tipo de emoción al verlo.—¿Dónde está mi hija? —Lo miró fijamente, y su voz, aunque suave, tenía un tono firme.—Seguro tienes hambre. Voy a pedir algo para ti —dijo Nicolás, pasándose la mano por la frente mientras marcaba un número en su celular.Cuando colgó, Marina insistió, con la inquietud creciendo cada vez más en su voz:—Nicolás, ¿no escuchaste lo que te pregunté? ¿Dónde está mi hija? ¡Nicolás, contesta!Lo miraba con total desconfianza y miedo. Temía que él pudiera hacerle a
—Marina, entrégame a la niña.Marina abrazó con fuerza a su pequeñita, visiblemente temblando.Permitir que le arrebataran a su bebé, que apenas tenía un mes, era como sentir que le arrancaban el alma de un solo golpe.—No.—Marina, será mejor que colabores. Si no, puedo sedarte hacerlo yo mismo.La amenaza de Nicolás la llenó de desesperación y abandono.Los labios de Marina temblaban ligeramente mientras observaba a su pequeña hija, que chupaba su pequeño pulgar con inocencia. Sus ojos se llenaron de lágrimas.En ese preciso momento, se sintió completamente impotente, mirando a su hija con un dolor profundo.Nicolás se inclinó hacia ella, fijando su mirada en la suya.—Te lo prometo, cuidaré de Yulia como se merece.Pero esas palabras no lograron calmar el profundo dolor que oprimía el pecho de Marina.—Entrégame a la niña.Con una calma inquietante, Nicolás comenzó a separar uno a uno los dedos de Marina. Ella, temiendo lastimar a su hija, no tuvo otra opción que soltarla.Nicolás e
Leticia estuvo a punto de correr detrás de ella para confirmar si realmente era Marina, pero al ver que Luna ya había salido, decidió esperar y no hacer nada por el momento.—Te dije que no hacía falta que vinieras a buscarme. ¿Dónde están Lidia y Augusto? —preguntó Luna, sonriendo.—Los niños están en el auto, esperando por ti. Hace meses que no te veía —respondió Leticia, claramente emocionada.Luna sentía un cariño especial por Leticia, quien incluso la había nombrado su ahijada hace más de dos años.—Siempre tan encantadora. Les traje regalos a los niños —comentó Luna, con dulzura.—¿Y a mí? ¿Por qué solo ellos reciben regalos? —preguntó Leticia, con un tono inquieto y una sonrisa traviesa.—No te preocupes, también tengo algo para ti.Rieron juntas y comenzaron a caminar con paso firme hacia la salida del aeropuerto.Hace cinco años, Luna y su esposo habían hablado con Armando. Aunque Leticia no pudo quedarse a vivir con la familia Herrera, lograron que tuviera acceso para visitar